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Educación Inicial, el paso más importante

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El anuncio del kínder obligatorio hecho recientemente desde la moneda refuerza la idea de que la educación de la primera infancia es fundamental para el futuro de los niños, ya que asegura menores tasas de delincuencia y derivación a educación especial, además de baja deserción cuando cursen Enseñanza Media.


 

Por Marcela Muñoz

En Chile, solo el 50,6% de los niños asiste al jardín infantil, mientras que en las naciones de la OCDE el promedio de participación llega al 66% de los pequeños. La cifras son preocupantes, particularmente porque la estimulación temprana posee un carácter no solo cognitivo, sino que también educativo y formativo.

A raíz de aquello es que el Presidente Sebastián Piñera en junio pasado firmó un proyecto de ley que hace obligatorio el kínder y crea un nuevo aporte estatal, que incluye cambios y modificaciones del currículum. Con esa medida se busca la cobertura universal de pre kínder y kínder para los niños del 60% más pobre de la población. “Como también aumentar los cupos en jardines infantiles y salas cuna, de tal forma que todas las madres que así lo quieran, puedan llevar a sus hijos a estos recintos”, se indica en el informe del Instituto Libertad y Desarrollo (LyD) “Educación Preescolar: Evidencia y Desafíos para Chile” (enero 2013).

La necesidad de educar temprano

Según la investigadora del Centro de Investigación Avanzada de la Universidad de Chile (CIADE), Marcela Pardo, “los hallazgos en Neurociencia indican que la plasticidad del cerebro, es decir, su capacidad para modificarse a lo largo del tiempo en respuesta al cambio, es mayor en los primeros años que en cualquier otra etapa de la vida”.

Se ha descubierto que los niños tienen gran potencial para el aprendizaje si viven en ambientes que fomentan su desarrollo de manera apropiada a su edad. “La alta receptividad de los pequeños a la influencia ambiental señala la importancia de la educación inicial, pues ésta puede proveerlos de un contexto y de relaciones favorables a su desarrollo. Es en ese momento cuando el aprendizaje temprano contribuye a configurar la fisiología del cerebro porque permite organizar las conexiones neuronales”, indica la experta del CIADE.

La psicóloga y directora del Centro de Estudios y Promoción del Buen Trato de la Universidad Católica de Chile, Ana María Arón, señala que el jardín infantil “es el primer laboratorio social de los niños, donde se relacionan con otros y aprenden a respetar a los demás. Es el lugar donde los pequeños empiezan a compartir.”

Estudios en el campo de la economía sugieren que una buena educación inicial ayuda a promover la escolaridad, reducir el crimen, fomentar la productividad de la fuerza de trabajo y reducir el embarazo adolescente entre quienes han asistido a ella.

Según el informe del LyD “un peso invertido en educación temprana genera un retorno mucho mayor en términos de logros futuros. Mientras más temprana la intervención (acceso a educación inicial), es mucho más rentable en cuanto a los alcances que puede tener a lo largo de la vida. Mientras que si ésta se realiza más tarde, sus resultados son mucho menos rentables. Esto es válido no solo para la educación formal, sino para la que es provista por los padres durante la niñez”.

En otros países como Estados Unidos, programas como el “Perry Pre School” y el “Abecedarian” demostraron el impacto positivo que tendrían las intervenciones tempranas en el entorno de niños de sectores bajos, al mejorar sus logros escolares, su desempeño laboral y sus conductas sociales futuras, se señala en el informe del LyD.

Pero cuidado…

De todos modos, la evidencia de investigación indica que para lograr un impacto positivo los programas de educación inicial deben atender simultáneamente el desarrollo cognitivo, social, motor y emocional de los niños. “En ese sentido, las relaciones emocionalmente seguras de los niños con los adultos en el centro educativo son cruciales, pues son predictivas tanto de las relaciones de los niños con sus pares como de su posterior logro escolar”, explica la investigadora del CIADE. Actualmente, según revela el informe del LyD, “existe una institucionalidad pública dispersa y programas con diversos objetivos, donde participan distintas instituciones como el Ministerio de Educación, la Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI), la Fundación Integra y los municipios. No se conoce claramente el impacto de los programas ni su nivel de calidad”.

Situación preocupante porque la evidencia científica señala que los centros educativos de baja calidad pueden ejercer un efecto negativo sobre el desarrollo de los niños, “no solo en términos de privarlos de oportunidades de aprendizaje, sino también, y más gravemente, de menoscabar su desarrollo cognitivo y lingüístico, socioemocional y motor”, explica Marcela Pardo.

Los esfuerzos debiesen centrarse en lograr que las educadoras de un jardín infantil sintonicen con la parte emocional de los pequeños. “El bienestar de las profesionales debe ser una prioridad. Si ellas están alteradas se dificulta el proceso de aprendizaje de los alumnos”.

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