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Atención plena: Desconectar para conectar

Después de varios meses de encierro, la presencialidad se ha vuelto todo un desafío. Apagar las pantallas para volver a interactuar con otros no ha sido fácil, especialmente para los estudiantes, a quienes cada día les cuesta más desconectarse. Conversamos de este tema con la psicóloga argentina Marina Lisenberg, fundadora y directora de Attentia Mindfulness.

Por: Ximena Greene
Atención plena: Desconectar para conectar

“El prestar atención plena implica intencionalmente involucrar la curiosidad, la paciencia, el aprendizaje y la memoria, el registro de lo que pensamos y de nuestras emociones y observar qué nos sucede mientras transitamos cualquier experiencia, e incluso descubrir todo aquello que puede cambiar. Si no entrenamos la habilidad de prestar atención plena, vamos perdiendo la capacidad de comprender cuestiones más complejas de este mundo”, explica Marina Lisenberg, psicóloga argentina experta en Atención Plena.

Pero ¿qué es la atención plena y cómo se entrena? De acuerdo con Marina, todos los seres humanos tenemos la capacidad de prestar atención: “Tenemos una suerte de linterna con la que apuntamos a aquello en lo que nos queremos detener y observar”, explica. Sin embargo, con los años, la tecnología, la vida acelerada y, cómo no, la pandemia, esa capacidad se ha ido perdiendo, ya que existen miles de cosas alrededor que seducen nuestra atención. “Lo mismo les pasa a los niños, sin embargo, como ellos aún están desarrollando ese recurso necesitan mucha ayuda de sus padres y profesores para poder recalcular a qué y cómo le prestan atención”, señala.

Marina Lisenberg, psicóloga de la Universidad de Buenos Aires, fundadora y directora de Attentia Mindfulness.

Para esta experta es importante que nos demos cuenta del impacto que ha tenido la virtualidad, especialmente para los niños y adolescentes. “Fuimos adquiriendo o permitiendo que la tecnología invadiera un montón de hábitos, rutinas y dominios, que afectaron y capturaron su atención. Esto generó que, por ejemplo, comer con el celular en la mesa o estudiar y hacer tareas con el televisor o la música prendida fuera un práctica normal, lo que causó que cada día cuenten con menos disponibilidad para poder concentrarse en una sola cosa, para poder contemplar y autoobservarse, de estar presentes, equilibrados y regulados”, cuenta.

 

Trabajando juntos

¿Qué pueden hacer los padres o docentes? Si bien Marina señala que no existe la receta perfecta para comenzar a entrenar la atención plena, sí hay algunos consejos y prácticas que se pueden aplicar desde la casa o el colegio.

 

  1. En primer lugar, reconocer que cada familia y cada sistema humano es único e irrepetible, y en esa singularidad hay que descubrir cuál es la mejor forma de volver a la dimensión humana de conexión analógica, es decir, poder prestar atención a un momento familiar o de amistad sin la mediatización de la satisfacción inmediata que entrega la tecnología.

 

  1. “Tenemos que ayudarlos a ordenarse”, señala Marina. Los niños y jóvenes de hoy necesitan más ayuda que nunca porque se hicieron el hábito de estudiar, de comunicarse e incluso de divertirse a través de una pantalla, y eso se logra con paciencia, tiempo y compañía. “Necesitan de nosotros, no lo van a hacer de manera automática”, agrega.

 

  1. Enseñarles y encaminarlos hacia una decisión consciente, no adoctrinarlos, ni obligarlos. Debemos enseñarles a los niños y jóvenes a autoobservarse y autorregularse, tecnología incluida. “Lo importante es escoltarlos en un proceso donde ellos aprendan a ser los jinetes de sus propios impulsos, ya que la llave de las nuevas generaciones estará en su capacidad de poder elegir de manera consciente lo que quieren o no consumir”, advierte.

 

  1. Volver a redes más humanas. “No hay mayor verdad en la cita ‘Para criar a un niño se necesita una tribu’”, explica Marina y hace una invitación a recuperarlas. Según la experta, los niños y jóvenes aprenden sobre la base de experiencias vividas en repetición, y la red social puede ser una diferencia. “Fortalezcamos la red. Volvamos a pedir ayuda. Recurramos al vecino, al tío, al primo, al profesor. La red humana es el sostén que nos permitirá activar nuestros propios recursos para guiar a nuestros hijos”.

 

El valor de lo cotidiano 

El libro Atención Plena, Prácticas en crianza, salud y educación (2018), de Marina LisenbergLo mejor de todo esto es que los padres o los profesores no necesitan ningún entrenamiento, ni disciplina en especial, sugiere Marina. “No hace falta comprarse libros especializados, ni tomar cursos extensos, basta con saber que yo, alguien de mi familia, o los alumnos de mi clase necesitan desconectarse para poder reconectar. Visualizar y reconocer que necesitamos hacer una pausa y en ella entrenar la facultad de prestar atención de manera intencional”, agrega. 

Una forma de hacerlo es a través de prácticas cortas en donde los padres y los docentes puedan guiar a sus hijos y alumnos a prestar atención y darse cuenta del aquí y ahora. “No hay que sacar a los chicos de su mundo, sino crear prácticas dentro de su cotidianidad”, explica. Ese entrenamiento se puede practicar con música, con movimiento, con arte, bailando una canción, saliendo a caminar, regaloneando a una mascota o poniendo la mesa. “Si a un niño le gusta mucho la música hay que hacer prácticas asociadas a ese universo y así darles la oportunidad de redescubrirlo, porque en la era de la distracción hay muchas cosas que hemos dejado de ver”, concluye Marina.

 

Quién es: 

Marina Lisenberg es psicóloga de la Universidad de Buenos Aires y fundadora y directora de Attentia Mindfulness, Atención Plena para la comunidad. Es autora de El secreto de Emilia. Mindfulness para niños y niñas (2017), que ya va en su tercera edición, y Atención Plena, Prácticas en crianza, salud y educación (2018). Actualmente se dedica al asesoramiento personal, la docencia, la capacitación, la supervisión y el entrenamiento en atención plena en los ámbitos asistencial, educativo y corporativo.

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