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¿Vale la pena exigirse tanto?

Compartimos esta columna de Catalina Vicente, directora del jardín infantil Pintacuentos. Una opinión sobre la educación de primera infancia en tiempos de pandemia.

Por: Catalina Vicente, Directora Jardín Infantil Pintacuentos
¿Vale la pena exigirse tanto?

He podido percibir, por medio de encuestas y llamados telefónicos a familias que pertenecen al jardín infantil del cual soy directora, que lamentablemente unos de los más perjudicados durante este período de pandemia son los niños de primera infancia, esto debido a varios factores.

En primer lugar, los niños preescolares no son autónomos por lo que varias de las actividades que se envían deben ser mediadas por los padres. En segundo lugar, al no ser un nivel educacional obligatorio, los padres o cuidadores priorizan la educación de los niños que están en el colegio, en cuanto al uso de herramientas digitales, internet, y tiempo dedicado.

Los padres, sobre exigidos en el trabajo, en las labores del hogar y en la infinita cantidad de tareas, guías y clases online de los hijos escolares, no tienen suficiente tiempo para dedicarle a los más chicos, quienes deambulan por la casa o simplemente ven televisión.   

Es interesante pensar que quizás estamos priorizando mal y el tiempo perdido más irreversible es el que no le estamos dando a  los más chicos. Sabemos y está comprobado científicamente que un buen desarrollo de las habilidades socioemocionales y cognitivas, así como la adquisición de destrezas y aprendizajes en los primeros años de vida, puede asegurar en los niños un desarrollo presente y futuro de calidad.  

Papás estresados, angustiados por cumplir con la actividad de cada hijo, se acuestan cada día con la duda si lo están haciendo bien. ¿Vale la pena exigirse tanto? ¿con qué fin? Aprovechemos este tiempo de cuarentena para detenernos a reflexionar, para estar con nuestros hijos, escucharlos, acompañarlos y contenerlos. La primera prioridad en este extraño tiempo es ver a nuestros niños felices. Tenemos que ser una figura de amor, no de exigencia.

Pero si recordamos las palabras del pedagogo italiano, Francesco Tonucci, “todos los aprendizajes más importantes de la vida se hacen jugando”, podemos concluir que la casa y sus rutinas pueden ser un laboratorio de experiencias significativas. Invito a las familias a buscar espacios específicos (la hora de almuerzo, una pausa entre el trabajo, las labores de la casa) para incorporar activamente a los niños más chicos de la casa. Debemos aprovechar estos momentos para que los niños los acompañen y aprendan a realizar estas importantes y significativas labores cotidianas.

Este espacio de aprendizaje y juego no sólo será muy significativo para ellos, sino que además permitirá fortalecer vínculos que permanecerán para toda la vida.

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