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Si eres profesor, ojo con la información que tienen tus alumnos

En un escenario donde la mayoría de los niños utiliza el celular más de seis horas al día, cabe preguntarse cuál es nuestro rol para limitar su acceso a información negativa.

Por: María Salazar
Si eres profesor, ojo con la información que tienen tus alumnos

Según un reciente estudio de la Universidad de Los Andes, que consideró a 300 alumnos de entre 10 y 18 años, el 59% de los niños y adolescentes ocupa el celular más de seis horas al día, lo que no solo repercute en el bajo rendimiento escolar, sino que también en la cantidad de información a la que están expuestos.

Porque las pantallas no solo son medios para entretenerse a través de juegos o videos. También, son una plataforma donde las personas podemos acceder a información noticiosa como los últimos bombardeos en el Oriente Medio o la discusión pública sobre la Ley de Identidad de Género.

“Creo que hoy en día los papás se olvidan que los niños son niños -valga la redundancia- y, muchas veces, los exponen a información a la que no tienen por qué acceder. Un niño de cuatro años no tiene por qué estar viendo noticias, por ejemplo, entonces antes de preguntarse cómo tratamos los contenidos negativos con ellos, hay que cuestionarse por qué están accediendo a este tipo de información”, declara Carolina Rodríguez, psicóloga de la Universidad del Desarrollo con estudios en Psicología Positiva y Escuela para Padres.

En este sentido, resulta clave limitar el acceso de información a niños y adolescentes según sus edades y, aquí, la cantidad de información circulante no es tema, sino más bien qué hacemos para evitar que éstos vean contenido inapropiado.

Cuestionar la fuente y grado de información de los alumnos

“Hay edades para ver cada cosa, por algo los noticieros se pasan en horario para adultos. Los niños de cuatro o cinco años están mucho más centrados en sí mismos, no pudiendo diferenciar lo que es real de lo que es fantasía. Más grandes, a los nueve, ya empiezan a distinguir ciertos aspectos de la realidad, sin embargo tampoco se puede hablar abiertamente de ciertos temas con éstos”, afirma Carolina Rodríguez, quien también es experta en el tratamiento psicológico de niños con enfermedades crónicas.

Por esto, Carolina sugiere cuestionar las fuentes de información de nuestros alumnos cuando lleguen con preguntas del tipo “¿habrá guerra en el mundo?” o ¿habrá colegios especiales para niños trans?”.

“Lo clave es devolverles la pregunta. “¿De dónde sacaste esa información? o ¿quién te contó eso?, pero sobre todo ir más allá y, antes de contestarle algo, pedirle sus impresiones al respecto; saber qué emociones siente y qué tanto ha escuchado sobre el tema. Si está aproblemado o asustado; y luego con esto, ir contestandoles de a poco, no llenarlos de información, sino que ir construyendo realidad en base a cada niño”, sugiere Carolina.

Otra pregunta importante para hacerse es qué le aporta saber a un niño “desgarradamente lo que está pasando al otro lado del mundo”. Probablemente, más que educarlo lo va a angustiar. Sí se puede informar de cosas positivas, de tal forma de crear conciencia de que existe algo más grande que lo cotidiano.

“Si estamos tratando con alumnos un poco más grandes y, efectivamente, ya es hora de que éstos sepan sobre sexualidad, por ejemplo, se educa igual si somos capaces de medir los niveles de información que requieren mis oyentes, antes de explicarles todos los datos que manejo al respecto. Graduando la profundización que se requiere o no”, dice la experta.

Finalmente, y si los profesores detectan que cada vez más sus alumnos están recurriendo a ellos para resolver dudas que les emergen producto de su desinformación, sería muy recomendable hablar con sus padres y apoderados, de tal forma de controlar los límites que les están poniendo éstos a sus hijos, más que en el uso de pantallas, en los sitios a los que están accediendo.

“Lo mismo pasa con las películas que ven los padres junto a sus hijos. Por ejemplo, Star Wars. Cuando entré a verla, la sala estaba llena de niños de aproximadamente cuatro años. Más allá de que todo el mundo la comente, ¿es necesario que le mostremos esta información a ellos, cuando hay ciertos grados de violencia y su cerebro biológicamente no está preparado para percibirlos?”, sentencia Carolina.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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