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¿Estamos educando para el pasado?

Algunas visiones respecto de la inteligencia artificial hablan de que hoy, colegios y universidades, están formando personas para vivir en el pasado. Veamos qué tan cierta es esa aseveración.

Por: María Salazar
¿Estamos educando para el pasado?

Una cosa es saber las definiciones en torno a la inteligencia artificial y otra muy distinta entender qué cambios implica la posibilidad que robots, impresiones en 3D y procesos basados en Machine Learning, reemplacen a los productos y servicios tradicionales.

Para concientizar respecto de esta transformación de la que todos somos parte -querámoslo o no-, es que el think thank de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Tren Digital, acaba de entregar los datos arrojados por el primer estudio en Chile que analiza este fenómeno y explica cómo reaccionarían los chilenos frente a los nuevos escenarios, considerando que un 14,7% de los encuestados declaró pertenecer al ámbito de la educación.

Por ejemplo, ante la afirmación de si “está bien permitir que agentes dotados de inteligencia artificial tomen el trabajo de las personas, pero no debería utilizarse en colegios para enseñarles a los niños”; sorpresivamente, la mayoría (24,4%) se manifestó en contra de la afirmación, no obstante un 21,9% y un 20% se mostró de acuerdo y muy de acuerdo con la misma.

De manera similar pasó con la declaración “está bien permitir que agentes dotados de inteligencia artificial le enseñen a niños en el colegio, pero no deberían estar a cargo de ellos”, con la mayoría de los entrevistados (46%) que se mostraron de acuerdo y muy de acuerdo.

Según Daniel Halpern, académico de la UC e investigador de Tren Digital, si bien existe una corriente impulsada por la Singularity University que cree que todos los procesos, incluido el educativo, van a automatizarse, es necesario entender que esto tendría una salida útil sólo en el sentido de captar diferencias en el aprendizaje de los alumnos.

“Imaginemos que tenemos un agente programado para detectar dificultades en el aprendizaje de los alumnos y que, a través de un programa, éste sea capaz de personalizar la enseñanza en función de las necesidades que se vayan levantando. Esto es importante, porque un profesor de 30-35 niños, muchas veces es incapaz de ocuparse personalmente de las necesidades individuales de los estudiantes”, explica Daniel.

Cuidado en el uso de tecnologías en el aula

Una de las principales motivaciones del estudio es detectar de qué manera hay que capacitarse o enseñar a las nuevas generaciones para enfrentar el constante cambio en el que vivimos. En este sentido, Daniel Halpern se declara más bien enemigo del uso deliberado de la tecnología en la sala de clases.

“La tecnología debe servir a la educación y no la educación a la tecnología. Si queremos utilizar alguna innovación, hay que saber antes qué nos puede aportar ésta en la metodología del aprendizaje, pero lo que se ve mucho hoy es justamente lo contrario. Nos atrae lo nuevo y lo probamos, creyendo que la tecnología nos va a solucionar el problema y descuidando las consecuencias que se puedan generar en el proceso”, dice Daniel.

A lo que el experto más le teme -confiesa- es al hecho que en la actualidad, muchos procesos internos y de pensamiento crítico en niños y adolescentes, están siendo suplidos por la tecnología. Por ejemplo, pasa con Google, que la gente lo utiliza como la mejor guía para saber qué es -o no- lo relevante.

“Con los niños tan conectados a la tecnología y, por ende, sobre estimulados, es muy improbable que éstos pongan la atención adecuada a una clase de tipo formal y al profesor, por eso algunos docentes están probando dinámicas de grupo para poder hacerle frente. El error está en aquellos profesores que, ante este escenario, deciden usar la tecnología para sobre estimularlos y ‘enseñar’”, declara Daniel.

Por esto, recomienda a los profesores no usar la tecnología como fin último del aprendizaje (la enseñanza es primero, luego la innovación tecnológica), así como también no sobre utilizar elementos como videos o películas para armar sus clases; y evitar que Google guíe el conocimiento, sino más bien promover el pensamiento crítico en el aula. Todo, con el desafío de captar la atención de sus alumnos en poco tiempo. ¿Y la automatización? Sólo para utilizar durante los procesos educativos externos.

 

 

 

 

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