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Regístrate y accede a la revistaEl uso de modelos de lenguaje como ChatGPT está transformando los hábitos de lectura y escritura de los estudiantes, cambiando la manera en que aprenden, piensan y procesan la información. Expertos advierten que, sin una mediación adecuada, podríamos estar formando una generación de “analfabetos eruditos”: jóvenes informados, pero con escasa comprensión profunda.
Así lo advierte un estudio desarrollado por profesionales del Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE) de la Universidad de Chile y la Pontificia Universidad Católica, encabezado por el académico Roberto Araya, que analiza los riesgos y desafíos que supone la incorporación de la inteligencia artificial en los procesos de comprensión lectora y pensamiento crítico. La investigación surge, explica Araya del CIAE, ante la naturaleza disruptiva y la rápida masificación de los Modelos de Lenguaje Grandes (LLM), como ChatGPT, que prometen una eficiencia sin precedentes y una interfaz conversacional capaz de competir directamente con la lectura tradicional.
“La lectura y la escritura han sido herramientas esenciales para el aprendizaje y la innovación. En nuestro equipo nos interesaba identificar las habilidades que podrían debilitarse y desarrollar estrategias pedagógicas que prevengan esa pérdida, buscando al mismo tiempo aprovechar las oportunidades que ofrece la inteligencia artificial para el aprendizaje”, señala. Desde el CIAE, los investigadores han observado una tendencia clara: la externalización del esfuerzo cognitivo. “Muchos estudiantes recurren a la IA para sintetizar textos o generar respuestas, reduciendo su exposición directa a la lectura y al ejercicio de escribir. Esto podría llevarnos a una población de ‘analfabetos eruditos’: personas que, aunque informadas por la IA, carecen de la base lectora necesaria para analizar y comprender profundamente”, advierte Araya.
(La irrupción de la IA) puede transformarse en una oportunidad si logra que los docentes y las escuelas tomen conciencia de la necesidad de dar más tiempo a la lectura y de recuperar estrategias que promuevan la lectura detenida y reflexiva. Quizás la IA nos ayude a revalorar la importancia de los textos y a repensar la manera en que educamos”, dice Guillermo Soto, profesor titular del Departamento de Lingüística de la Universidad de Chile.
Para revertir este fenómeno, el equipo ha desarrollado metodologías que promueven la reflexión y la metacognición, como Colorea Ideas, que evalúa no solo los resultados, sino también el proceso de pensamiento de los estudiantes. Esta estrategia, implementada en Chile, Perú, Indonesia y Tailandia, busca fomentar la conversación interna y la escritura a mano, integrando la lectura con la capacidad de argumentar y expresar ideas. Según Araya, escribir manualmente y dialogar con otros –o incluso con uno mismo– es una forma de sostener la comprensión profunda y el pensamiento crítico que hoy se debilita frente al uso indiscriminado de herramientas automáticas.
Asimismo, el estudio advierte que el uso pasivo de la IA –pedirle a la herramienta que resuma o responda sin mediar un proceso de lectura– elimina el esfuerzo cognitivo humano. “El estudiante se convierte en un receptor de información predigerida, no en un constructor activo de conocimiento”, explica Araya. La pérdida de práctica lectora se traduce en una lectura más superficial, con menor capacidad de inferir y contextualizar información. “Se evita la práctica repetitiva y esforzada que moldea el cerebro y produce cambios en áreas visuales y en el cuerpo calloso”, agrega, citando al neurocientífico Stanislas Dehaene. Este tipo de desplazamiento del esfuerzo cognitivo afecta la inteligencia dialógica, es decir, la capacidad de conversar con el texto y de mantener un diálogo interno con la propia voz del lector.
A pesar de los riesgos, Araya subraya que un uso activo y guiado de la inteligencia artificial puede fomentar una lectura más crítica y reflexiva. “La mayor oportunidad radica en usar la IA como un agente inteligente que impulse el cuestionamiento, el diálogo y el pensamiento abstracto”, afirma. En el CIAE se están utilizando herramientas de IA para desarrollar el razonamiento bayesiano –fundamental para equilibrar información contradictoria– y para promover la colaboración adversarial descrita por Daniel Kahneman, en la cual los estudiantes aprenden a considerar puntos de vista opuestos y a argumentar con evidencia. El objetivo, dice Araya, es que los alumnos no le pidan a la IA una respuesta, sino que interactúen con ella para plantear alternativas, elaborar conjeturas y formular nuevos problemas que los lleven a comprender más profundamente. “Un uso activo implica que la IA no reemplace el proceso de lectura, sino que lo amplifique”, resume.
Muchos estudiantes recurren a la IA para sintetizar textos o generar respuestas, reduciendo su exposición directa a la lectura y al ejercicio de escribir. Esto podría llevarnos a una población de ‘analfabetos eruditos’: personas que, aunque informadas por la IA, carecen de la base lectora necesaria para analizar y comprender profundamente”, señala Roberto Araya, investigador del Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE) de la Universidad de Chile.
El equilibrio entre alfabetización tradicional y digital, advierte el académico del CIAE, solo será posible si se desarrolla la metacognición, entendida como la capacidad de pensar sobre el propio pensamiento. “La lectura es la base del pensamiento abstracto y de nuestra capacidad de cooperación impersonal. El uso indiscriminado y pasivo de la IA puede afectar esa base, generando sabios aparentes, con respuestas inmediatas para todo, pero sin análisis profundo”, alerta Araya. Por eso, insiste, la escuela debe enseñar no solo a usar la inteligencia artificial, sino a entender sus mecanismos internos, a cuestionar sus respuestas y a mantener una voz propia más robusta y reflexiva.
En esa misma línea, Guillermo Soto, profesor titular del Departamento de Lingüística de la Universidad de Chile, advierte sobre el riesgo de sustituir la lectura profunda por resúmenes automáticos. “La comprensión profunda de un texto supone cierta detención en él, una lectura cuidadosa que permita integrar la información con nuestro conocimiento previo. El resumen ajeno no equivale al propio, porque este último refleja un proceso personal de reflexión”, explica. Para Soto, la irrupción de la IA puede transformarse en una oportunidad si logra que los docentes y las escuelas tomen conciencia de la necesidad de dar más tiempo a la lectura y de recuperar estrategias que promuevan la lectura detenida y reflexiva. “Quizás la IA nos ayude a revalorar la importancia de los textos y a repensar la manera en que educamos”, plantea.
El lingüista también alerta sobre la tendencia de la IA a uniformar el lenguaje y limitar su riqueza expresiva. “Estas herramientas tienden a modos de expresión planos y reiterativos. Si nos dejamos llevar por ellas, podríamos terminar uniformando nuestra manera de comprender y escribir, empobreciendo la diversidad lingüística y cultural del lenguaje”, advierte. A su juicio, la enseñanza deberá enfocarse también en la interacción entre el estudiante y la máquina, en aprender a escribir prompts claros y bien estructurados, que exijan comprensión y dominio del tema tratado.
Por su parte, Pelusa Orellana, directora del Centro de Investigación e Innovación en Lectura (CIIL) de la Universidad de los Andes, observa transformaciones similares en los hábitos de lectura y escritura de los jóvenes. “Están acostumbrados a textos más cortos, generalmente discontinuos, como bullet points. Les cuesta más comprender textos continuos o extensos y tienden a frustrarse frente a ellos”, explica. A esto se suma una pérdida del hábito de escribir a mano, lo que, a su juicio, reduce la fluidez del pensamiento y la elaboración de ideas complejas. “Las frases incompletas son ideas incompletas. No tienes la visión completa de lo que se está diciendo, y eso tiene un impacto negativo en la comprensión y en la expresión oral y escrita”, afirma.
La académica de la Universidad de los Andes sostiene que el problema no comenzó con ChatGPT, sino con la lectura digital fragmentada que ha predominado en los últimos años. Sin embargo, destaca que todo depende del uso que se les dé a estas herramientas. “Si se utilizan para analizar, contrastar o mejorar la expresión, pueden ser útiles. Pero si reemplazan la lectura o el esfuerzo cognitivo, generan un aprendizaje superficial”, afirma.
(La alfabetización tradicional) sigue siendo la base del pensamiento y del conocimiento. No puede perderse nunca, porque es el fundamento de la lectura, de la escritura y del pensamiento en general. La lectura nos permite comprender el mundo que nos rodea y desarrollar vocabulario y conocimiento”, dice Pelusa Orellana, directora del Centro de Investigación e Innovación en Lectura (CIIL) de la Universidad de los Andes.
Pelusa Orellana también insiste en que la alfabetización tradicional sigue siendo la base del pensamiento y del conocimiento. “No puede perderse nunca, porque es la base de la lectura, de la escritura y del pensamiento en general. La lectura nos permite comprender el mundo que nos rodea y desarrollar vocabulario y conocimiento”.
Los tres expertos coinciden en que el desafío de la escuela no es prohibir la inteligencia artificial, sino enseñar a usarla sin renunciar al esfuerzo que implica leer y pensar. En un mundo donde la inmediatez y la automatización parecen dominar, la lectura profunda sigue siendo el espacio donde se ejercita la atención, la reflexión y la creatividad. La inteligencia artificial puede ser una gran aliada del aprendizaje, pero solo si se utiliza para fortalecer, y no reemplazar, la capacidad humana de comprender, argumentar y construir con sentido.
José Escamilla, director asociado del Instituto para el Futuro de la Educación del Tecnológico de Monterrey, señala que la lectura se ha vuelto más fragmentada y rápida, con una tendencia a buscar respuestas inmediatas en lugar de explorar reflexivamente los textos. Las plataformas digitales premian la rapidez y la respuesta instantánea, más que la comprensión profunda o el pensamiento complejo.
Sin embargo, también se ha ampliado el acceso a la información. Nunca antes los jóvenes habían tenido tantas oportunidades de leer, escribir y expresarse en entornos digitales. La paradoja, señala José Escamilla, es que el acceso no siempre se traduce en comprensión. Hoy los estudiantes están expuestos a una enorme cantidad de información, pero a menudo carecen de las habilidades cognitivas y críticas para procesarla adecuadamente. El desafío, entonces, no es solo leer más, sino aprender a leer mejor: distinguir entre información y conocimiento, entre datos y argumentos, entre opinión y evidencia.
Cuando se utiliza la IA generativa, como ChatGPT, como atajo cognitivo, señala Escamilla, se pierde una dimensión esencial del aprendizaje: el esfuerzo por interpretar, conectar y construir ideas propias. Esto genera productos correctos en la forma, pero con vacíos en la comprensión. Los estudiantes pueden entregar textos bien redactados sin haber ejercido su pensamiento crítico ni su capacidad de argumentar. La consecuencia es una aparente eficiencia, pero con un bajo aprendizaje significativo.
Estas herramientas, si se usan adecuadamente, en lugar de remplazar el esfuerzo cognitivo, pueden ser transformadoras. Si se utilizan de manera pasiva, sustituyen el esfuerzo, pero si se hace de forma activa y guiada, pueden amplificarlo. La clave está en pasar del uso instrumental –“que la IA piense por mí”– al uso reflexivo –“que la IA me ayude a pensar mejor”–. La diferencia radica en la intención pedagógica y en la mediación docente.
-¿Se pierde la lectura con estas nuevas tecnologías?
-La pérdida de práctica lectora se manifiesta en una comprensión literal y no inferencial. Esto no es un problema nuevo que pueda atribuirse solo a la llegada de la IA generativa. Los estudiantes captan el “qué dice el texto”, pero no el “qué implica” ni el “por qué lo dice”. Esto se traduce en dificultades para establecer conexiones, leer entre líneas o evaluar críticamente un argumento. En otras palabras, leen, pero no dialogan con el texto. La lectura profunda requiere tiempo, silencio y reflexión, tres cosas que hoy escasean. Los seres humanos buscamos ser más eficientes en lo que hacemos y usamos todos los atajos posibles. Usar IA generativa como un atajo puede empeorar una situación ya complicada.
Sin embargo, señala el académico que las oportunidades en el uso activo y guiado de la IA para fomentar una lectura más crítica y reflexiva son enormes. “ChatGPT puede ser un aliado poderoso si se convierte en un interlocutor que desafía. Por ejemplo, un docente puede pedir a los estudiantes que comparen la respuesta de la IA con su propia interpretación de un texto, o que le soliciten a la IA que adopte una postura contraria para debatir. En ese diálogo, los alumnos aprenden a contrastar, argumentar y evaluar la validez de la información, habilidades centrales de la lectura crítica”.
Algunas estrategias efectivas que un docente podría utilizar para incorporar ChatGPT de forma pedagógica son: la lectura comparada, donde los estudiantes contrastan su interpretación de un texto con el resumen que la IA genera; la retroalimentación sobre la escritura, usando la IA para revisar el estilo o la claridad de un texto propio; el debate con la IA, invitando a los alumnos a cuestionar o mejorar las respuestas; y el análisis de sesgos, examinando cómo responde la herramienta ante temas polémicos y discutiendo sus posibles sesgos.
No se trata de reemplazar una alfabetización por otra, sino de integrarlas. La lectura y la escritura siguen en el corazón del pensamiento crítico, pero hoy deben complementarse con la comprensión de algoritmos, datos y contextos digitales. La escuela debe formar lectores que entiendan textos y también los beneficios y limitaciones de las tecnologías.
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