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Ago 2025 - Edición 295

IA en la educación

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Humanidades, ética y educación: repensar lo humano en tiempos algorítmicos

“En tiempos de cambio, quienes estén abiertos al aprendizaje heredarán la tierra, mientras que los que creen saberlo todo estarán equipados para un mundo que ya no existe”, afirma Eric Hoffer de manera casi profética. La irrupción de la inteligencia artificial (IA) en el ámbito educativo plantea desafíos de enorme complejidad y profundidad que requieren aprendizajes constantes para no perder el dominio humano por sobre lo tecnológico.

Por: Luis Tesolat, Director del colegio Familia de Dios, de la ciudad de Rosario, Santa Fe, en Argentina, y coach ontológico.
Humanidades, ética y educación: repensar lo humano en tiempos algorítmicos

No se trata simplemente de la incorporación de nuevas herramientas, sino de una transformación radical en las formas de conocer, aprender, comunicarse y habitar en nuestro mundo. En este contexto, las escuelas y las familias enfrentan el riesgo de formar seres humanos “equipados para un mundo que ya no existe” si no logran repensar lo que se enseña y su para qué. La ausencia de humanidad será presencia de artificialidad. 

Luis Tesolat, Director del colegio Familia de Dios, de la ciudad de Rosario, Santa Fe, en Argentina, y coach ontológico.

Es clave reflexionar acerca del lugar de las humanidades y de la ética en los procesos educativos actuales, especialmente en relación con la expansión de la IA en aulas y hogares. En la era algorítmica, las humanidades no son un lujo, sino una necesidad pedagógica. Formar en capacidades técnicas sin cultivar el juicio ético, la sensibilidad humana y la interioridad personal producirá generaciones más o menos competentes, pero desarraigadas de su humanidad.

El valor educativo de las humanidades en tiempos digitales

Decía el Dalai Lama que “la técnica por sí sola no basta. También hay que tener corazón”. Muchos autores han advertido sobre el peligro de una educación puramente instrumental sin humanidad. Martha Nussbaum plantea que las humanidades son esenciales para la democracia porque cultivan el pensamiento crítico, la empatía y la capacidad de imaginar al otro. Paulo Freire afirmaba que educar es un acto profundamente ético y liberador, no una simple transmisión de contenidos. Byung-Chul Han sostiene que la sociedad actual ha sustituido el “nosotros” por un sujeto solitario y sobreexigido, lo que requiere una pedagogía del encuentro, no del rendimiento y la entrega.

Desde el campo de la tecnología y la educación, estudios de la UNESCO (2023) y del MIT (2022) alertan sobre los riesgos de una incorporación acrítica de la IA, depreciando el pensamiento propio, la despersonalización del vínculo educativo y el debilitamiento de habilidades socioemocionales. Por esto, las humanidades nos interpelan con preguntas sobre nuestro ser y hacer: ¿quién soy?, ¿para qué aprendo?, ¿qué es vivir bien con uno mismo y con otros?, ¿qué sentido tiene lo que hago? La historia, la literatura, el arte, la filosofía, la música y la espiritualidad siguen siendo nuestras maestras.

Una experiencia escolar en discernimiento

En un colegio se detectó que muchos estudiantes de enseñanza media utilizaban ChatGPT para realizar trabajos escritos. Las producciones eran correctas en contenido y forma, pero carentes de profundidad, reflexión y estilo personal. Frente a esta situación, el equipo docente en coordinación con el equipo directivo decidió no aplicar sanciones, sino generar un proceso de discernimiento integral. Así, se organizaron talleres de ética digital para estudiantes, espacios de reflexión docente sobre el sentido de las evaluaciones y encuentros con apoderados para dialogar sobre los usos y límites de la IA en el ámbito educativo. Al poco tiempo, se evidenciaron mejoras en el compromiso de los estudiantes, mayor conciencia crítica sobre el uso de la tecnología y una revalorización del encuentro personal en el aula. 

Hacia una pedagogía del discernimiento y la virtud

El caso citado muestra que una gestión pedagógica que integra humanismo y tecnología no solo es posible y, sobre todo, deseable. A la vez, pone de manifiesto que el problema no es la tecnología en sí misma, sino el modo en que se integra a la cultura escolar. Prohibir la IA y castigar su uso resulta tan empobrecedor como adoptarla sin límites ni condiciones. Lo verdaderamente formativo es enseñar a discernir, elegir con criterio e integrar lo digital a la vida misma. Tenía razón Albert Einstein cuando decía que “el problema del hombre no está en la bomba atómica, sino en su corazón”: hay que educar y fortalecer la inteligencia emocional para que el ser humano no solo entienda qué significa ser bueno, sino que, además, quiera serlo.

Las virtudes como cimientos 

Tal como propone David Isaacs, las virtudes humanas son hábitos estables de comportamiento que se aprenden en el trato humano, perfeccionan a la persona y son claves para sostener la libertad con responsabilidad, sobre todo en contextos de hiperconectividad. Destaco seis de ellas que son esenciales en la era digital:

1. Prudencia: para tomar decisiones justas en momentos inciertos. Ejemplo: discernir si lo que se va a publicar o compartir en redes respeta al otro y sus circunstancias.

2. Fortaleza: tiene que ver con la constancia frente a las dificultades. Ejemplo: originalidad de trabajos sin ceder a la tentación de copiar con IA.

3. Templanza: ayuda a moderar el uso de pantallas y tecnología. Ejemplo: establecer y consensuar horarios para el uso digital.

4. Justicia: implica respeto al otro y al bien común. Ejemplo: citar fuentes, no falsear trabajos ni apropiarse de ideas ajenas.

5. Empatía: comprender emocionalmente al otro y ponerse en su lugar. Ejemplo: acompañar a quien queda marginado en entornos digitales o que sufre ciberacoso.

6. Esperanza: confiar en que es posible educar jóvenes íntegros, virtuosos y libres. Ejemplo: motivar a los estudiantes a buscar sentido más allá de la aprobación de las pantallas.

Educar en ética

La educación no puede conformarse con enseñar lo “funcional” o lo “eficiente”, sino que debe ir más allá: mostrar el camino para distinguir lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto, lo verdadero de lo manipulado. 

Dice el Papa Francisco que “la tecnología debe estar siempre al servicio de la persona humana, nunca al revés”. Esto supone que educar en la ética no es opcional: es volver a las fuentes, a las preguntas esenciales, al sentido del bien y de la misma existencia. No todo lo que puede hacerse debe hacerse, no todo lo que se hace está bien hecho. Por eso, es una urgencia educativa formar la conciencia moral desde la infancia. En la era algorítmica, necesitamos de educadores éticos e íntegros.

Para que los docentes trabajen la IA:

1. Ser testimonio de humanidad: educar con presencia, paciencia y pasión.

2. Generar espacios de metarreflexión: ¿cómo aprendemos?, ¿por qué aprendemos?

3. Integrar el uso de IA con debates sobre ética y ciudadanía digital.

4. Fomentar procesos de escritura manual, lectura profunda y producción original.

5. Promover la interdisciplinariedad entre tecnología, historia, filosofía y arte.

 

Para que los apoderados trabajen la IA en el hogar:

1. Acompañar el uso digital sin control invasivo, desde la confianza y el diálogo.

2. Fomentar tiempos de calidad sin pantallas: lectura, juego, conversación.

3. Educar con el ejemplo en el uso equilibrado de tecnología.

4. Interesarse activamente por lo que sus hijos hacen y aprenden en entornos digitales.

5. Estimular la sensibilidad estética y espiritual desde lo cotidiano.

BIBLIOGRAFÍA

1. Papa Francisco, Encíclica Laudato Si’. Sobre el cuidado de la casa común. 

2. Pablo Freire, Pedagogía del oprimido.

3. Byung-Chul Han, La expulsión de lo distinto.

4. David Isaacs, La educación de las virtudes humanas y su evaluación.

5. Martha Nussbaum, Sin fines de lucro: por qué la democracia necesita de las humanidades.

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