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Ago 2025 - Edición 295

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Formar academias literarias: Un espacio clave para el desarrollo personal, emocional y académico de los estudiantes

¿Qué se necesita para implementar una academia literaria escolar exitosa? ¿Cuál es el rol del profesor en este tipo de espacios? ¿Cómo motivar a los estudiantes? Estas preguntas fueron respondidas por dos expertos que han impulsado iniciativas de este tipo: el poeta, escritor y antologador chileno Armando Roa, y la profesora de Lengua y Literatura Karen Guerrero, encargada del CRA en el colegio Cardenal Caro de Buin.

Por: Marcela Paz Muñoz I.
Formar academias literarias: Un espacio clave para el desarrollo personal, emocional y académico de los estudiantes

Para Armando Roa, el punto de partida es claro: “Lo primero y más fundamental es que debe ser un apasionado de la lectura con la convicción de que la literatura puede cambiarles la vida a las personas”. Para él, formar una academia literaria es mucho más que organizar un taller escolar, se trata de crear “un espacio que haga de la lectura no un ejercicio mecánico sino una experiencia de sentido: cómo desde el libro podemos leer mejor el mundo y a nosotros mismos, abriendo horizontes que nos enriquecen espiritualmente, estimulando la sensibilidad y la fantasía, fortaleciendo el pensamiento y la creatividad”.

Karen Guerrero coincide con esa mirada, pero agrega que también es clave que el docente esté formado: “No es cualquier taller. La idea es que sea un profesor que esté a la vanguardia en escritos, que tenga conocimiento sobre libros juveniles o de toda índole, también que pruebe diferentes formatos en lo que es la producción de texto”. Junto con eso, subraya la importancia del espacio físico para el desarrollo de la academia: “Puede ser un CRA reformado, puede ser una biblioteca adecuada también para esas instancias”.

Nosotros tratamos de que las lecturas tengan un enfoque valórico. Uno debe rescatar todo lo que esté vinculado con la formación del estudiante”, dice Karen Guerrero, encargada del CRA en el colegio Cardenal Caro de Buin.

Motivar a partir de lo que a los estudiantes les gusta

En cuanto a cómo se define el foco o el objetivo de una academia literaria, Roa sostiene que lo esencial es “reencantar con la lectura, hacer de esta, como decía Borges, ‘una forma de la felicidad’. No tratar el libro como un objeto muerto, sino como una presencia viva que nos interpela y nos busca”. Además, señala que el profesor debe ser capaz de leer los intereses de los estudiantes: “El abanico de la literatura es muy amplio; se la puede asociar con la música o con el cine, también con el deporte. Las grandes experiencias humanas que nos tocan a todos –el amor, los sueños, las esperanzas y temores– deberían encontrar en las academias un eco poderoso que invite y acoja”.

Karen Guerrero refuerza esta idea desde su experiencia práctica: “Cuando tú lo impones como una asignatura, es bien difícil la forma en la que van respondiendo. Cuando se trata de estudiantes que lo hacen por voluntad propia, es mucho más fácil”. Además, comparte una experiencia concreta que realizaron en su colegio: un programa de fomento lector con estudiantes de octavo básico y segundo medio, donde invitaron a funcionarios y apoderados a hablar de los libros que marcaron su vida: “Fue muy bonito. Lo logramos en todos los octavos y en todos los segundos medios. Y ahora, cuando volvamos de vacaciones de invierno, vamos a hacerlo en los primeros medios. Incluso niños decidieron leer los libros que les proponían los funcionarios o los apoderados”.

Lo esencial es reencantar con la lectura, hacer de esta, como decía Borges, ‘una forma de la felicidad’. No tratar el libro como un objeto muerto, sino como una presencia viva que nos interpela y nos busca”, señala Armando Roa, poeta, escritor y antologador chileno.

El rol del profesor

Tanto Roa como Guerrero coinciden en que el rol del docente debe ir más allá de impartir contenidos. Para Roa, es un inspirador: “Es fundamental que cada profesor asuma el desafío con fervor y perseverancia, buscando además tender puentes con otros profesores y que tenga un respaldo claro, inequívoco, de la dirección. Cuando el factor motivacional falla, las academias suelen no llegar a buen puerto”.

Karen Guerrero prefiere hablar de mediador: “Yo lo veo como un mediador más que como un facilitador. Es quien tiene que conectar a los estudiantes con la lectura, tiene que hacerlo desde su propia experiencia, sin duda, pero tomando en cuenta los gustos de los chicos. Los errores más comunes son imponer el gusto de uno como adulto al gusto de los niños”.

La profesora también reconoce el desafío de compatibilizar los intereses de los estudiantes con los lineamientos del proyecto educativo: “Nosotros tratamos de que las lecturas tengan un enfoque valórico, pero hay muchas obras donde se pueden encontrar elementos valóricos. Uno debe rescatar todo lo que esté vinculado con la formación del estudiante”.

Lectura y literatura como herramientas transversales

Además, Karen Guerrero destaca el impacto que tienen las academias en otras asignaturas: “Como están enfocadas a textos literarios, sin duda colaboran mucho con otras materias. El plus aquí tiene que ver con las habilidades que se van desarrollando, como las de investigación, vocabulario, redacción y comunicación, que después se implementan en cualquier asignatura. Porque además nosotros no debemos olvidar que lengua y literatura son actividades transversales”.

En ese sentido, añade que los beneficios de este tipo de espacios no se limitan solo al área de Lenguaje: “Es inherente al ser humano. Todo lo que las personas puedan expresar, aprender, crear o construir”.

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