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Abr 2024 - Edición 281

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Educación integral que genera vínculos

Esto se logra, en primer lugar, valorizando a las familias que son parte de la institución educativa, ya que es en ellas y a partir de ellas donde se forjan y fortalecen todos aquellos valores que se desean conseguir en sus estudiantes. En segundo lugar, si les damos valor a las familias reducimos los conflictos en el aula, en las calles, en el ámbito público y privado.

Por: Luis Tesolat
Educación integral  que genera vínculos

Las crisis producidas por los cambios son necesarias para que las personas aprendan a ser mejores: no debemos tener miedo a cambiar. Los cambios nos fortalecen y nos permiten madurar, pero quienes no lo hacen se debilitan y permanecen inmaduros. Cuidar a las familias es el ámbito sagrado, primero e imprescindible, donde el ser humano aprende a serlo y, a partir de esto, a vincularse con los demás. La educación que los hijos reciben de sus padres o cuidadores, jamás puede ser sustituida, sí reforzada y complementada por maestros y profesores.   

Es curioso que hablemos de la integralidad de nuestros estudiantes y no tengamos en cuenta a sus padres y cuidadores, cuando son estos quienes primero –y siempre– educan las mentes y los corazones de sus hijos. ¿Y si trabajamos en equipo con ellos? Educación integral y vínculos van de la mano, es más, se requieren y complementan. ¿Y si concebimos lo integral como un estar vinculados? 

La integralidad de la persona debe ser pensada y abordada no solo en relación con el tipo de educación que se le brinda a ella, sino, además, con su entorno y circunstancias, teniendo presente aquella afirmación del gran educador Víctor García Hoz que decía “yo soy yo y mis circunstancias”.

La clave: el trabajo en la sala de clases

1. Para educar alumnos integrales se necesita de una sana convivencia escolar que se inicia, vivifica y fortalece con los vínculos entre la escuela y la familia, pasa por cada docente, para luego llegar a las salas de clases. De esta manera, se genera en cada otro la esperanza de una existencia que valga la pena ser vivida, de alcanzar lo aún no alcanzado, de superar las crisis trascendiendo los miedos. Es significativo y reflexivo pensar que en el ideograma chino, la palabra crisis está vinculada con dos dibujos: uno para cambio y otro para la esperanza. Así, todo docente con vocación, liderazgo y encanto, es decir, con maestría, debe lograr que sus estudiantes quieran vincular la necesidad de cambiar con la esperanza de ser mejores. Aquí radica el para qué integral que da sentido a la vocación de enseñar. Un educador debe ser un auténtico líder que establece vínculos con sus alumnos, sus padres y sus pares.

2. Un colegio con educación integral debe formar y entrenar a sus docentes para que aprendan a generar vínculos con sus alumnos y los padres de estos. ¿Podemos pensar en una educación sin vínculos y sin profesores líderes? ¿Puede un docente con maestría educar a sus estudiantes olvidando a los padres de estos? Claro que sí, pero no sirve. Los padres no pueden ser considerados “personas peligrosas o no gratas” a las que hay que mantener alejadas de los muros exteriores de la institución: un colegio “bien educado” es aquel en el que todas sus partes están vinculadas entre sí porque se necesitan para que haya eficacia. Por eso, considero que hay colegios “bien educados” y colegios “mal educados”.

3. En esta etapa de la historia a la que hemos llamado “modernidad”, muchos estudiantes se sienten tristes y excluidos, lo que se manifiesta en las aulas. Se ve que, al menos en materia educativa, no estamos dando en el blanco. Si moderno es el progreso, teniendo en cuenta la realidad escolar, ¿en qué hemos progresado? Más que nunca necesitamos docentes con maestría que eduquen de manera integral las mentes y los corazones de sus estudiantes: no podemos pensar que los vacíos existenciales se llenan con más contenidos. 

Para muchos estudiantes adolescentes y jóvenes, sus docentes son la única esperanza, el único vínculo con el mundo real, que debe ser redescubierto y amado. La educación de las emociones es clave en toda educación que se precie de ser integral. La “modernidad” aún no ha entendido que las personas son seres emocionales que razonan. 

Decía Confucio que “la educación genera confianza. La confianza genera esperanza. La esperanza genera paz”. Pero ¿cómo puede un buen educador lograr en sus educandos la confianza, la esperanza y la paz? La clave está en crear vínculos y establecer redes humanas y emocionales entre cada una de sus partes. 

La educación integral crea lazos

Me viene a la memoria aquello que le decía el zorro al Principito cuando este le preguntaba ¿qué es domesticar?: “Es una cosa ya olvidada…, significa ‘crear lazos…’. Si me domesticas… Tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo. Mi vida se llenará de luz. Reconoceré el sonido de tus pasos que serán distintos de todos los demás. ¿Ves allá los trigales? Yo no como pan. Los trigales no significan nada para mí y eso es triste. Pero tú tienes los cabellos color de oro. Entonces, si me domesticas, será maravilloso, porque el trigo, que es dorado, me hará recordarte. Y amaré el sonido del viento en el trigo”.

Me gusta considerar a los profesores como mentores de alumnos, padres y cuidadores: de los primeros, porque con sus enseñanzas llenan de luz sus existencias, sus vidas presentes y futuras, anhelos y deseos, les enseñan a pensar, y de los últimos, porque les brindan herramientas adecuadas para que sepan hacer de sus hijos personas virtuosas y felices. Todo esto es educación integral pura. 

Aquí las tres virtudes que son fuerzas de empuje formidables de todo profesor con maestría: coherencia, compromiso y responsabilidad. De hecho, una educación integral siempre va por más. La educación que brindan los docentes no debe perder de vista al hombre, y por eso se hace necesario volver al diálogo, al reencuentro, para reencantar y revincular a los estudiantes y a sus apoderados con un presente esperanzador antes de que mueran de aburrimiento, apatía y falta de amor. 

Un profesor con maestría debe preparar muy bien sus clases, para generar el clima adecuado de todo aprendizaje, ya que educar no es improvisar o azar. Generar cambios y transformaciones, superar desafíos, despertar interrogantes, adentrarse a lo incierto como fuente de fecundidad: rito no es rutina, es el movimiento del amor que busca la superación, así entiendo el clima adecuado para un aprendizaje idóneo. Cada clase debe lograr que los días de los estudiantes sean distintos unos de otros. Ah, eso sí, y que se sientan queridos porque esto despierta una fe increíble. El rito del cariño, el rito de la fe, el rito de aprender: necesitamos crear días distintos y creer que en ellos se puede encontrar sentido a la vida.

Un colegio que educa integralmente, a través de sus docentes con maestría, es aquel que genera vínculos con sus estudiantes y sus familias.

Sobre el autor:

Luis Tesolat. Coach educativo y ontológico, director del colegio Familia de Dios, en Rosario (Santa Fe, Argentina). Especialista en coaching para educadores, posee también un Posgrado en Filosofía y es licenciado en Historia. 

 

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