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Abr 2024 - Edición 281

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El error como forma de aprendizaje

La académica del Departamento de Psicología de la Pontificia Universidad Católica del Perú, María Angélica Pease, releva el rol de los docentes y apoderados para que los adolescentes asuman el error como una realidad inevitable y aprendan a incorporarlo en su vida como una herramienta de desarrollo.

Por: Ximena Greene
El error como forma de aprendizaje

“Hay que tratar de generar culturas escolares y estilos parentales que ayuden a ver qué se puede aprender de los errores. Ello permite poner en valor la frustración como fuente de aprendizaje”, dice María Angélica Pease Dreibelbis, antropóloga y académica peruana. Su experiencia, en la que se ha especializado –entre otras materias– en adolescencia y estrategias para impulsar los procesos de enseñanza/aprendizaje, le ha permitido analizar cómo es posible resignificar el error en la sociedad y potenciarlo como una oportunidad de crecimiento. 

Existe una tendencia en la educación latinoamericana, sostiene la profesional, que "tiende a reforzar en sus estudiantes la idea de que el error es producto de un mal aprendizaje, porque justamente entienden el aprendizaje como un producto que imita y copia lo que el docente transmite al aprendiz”, sostiene la profesional. “En ese contexto –agrega–, el error es devaluado y no visto como fuente de aprendizaje”.

Tanto en este tipo de situaciones como en otras que sean más reflexivas, es fundamental cambiar esto y que los docentes expliquen a los apoderados sobre el rol que tienen en que los estudiantes comprendan el valor de ponerse metas y las distintas implicancias que tienen los errores y equivocaciones en el camino a conseguirlas. 

“Es importante acompañarlos muy de cerca y, al mismo tiempo, dejarlos afrontar y experimentar aquello que van viviendo. Es decir, dialogar sobre cómo entienden las situaciones que van afrontando, ayudarles a anticipar aquello que puede venir y a prepararse para ello en los distintos dominios de la vida. Construir ese espacio cálido de contención y escucha es uno de los mejores colchones para poder enfrentar diversos retos, tales como el no alcanzar ciertas metas”, explica María Angélica. 

Cómo ayudar a los jóvenes

Esta cercanía de los padres y/o apoderados con los y las adolescentes es de gran ayuda para que puedan dar un primer paso: identificar el error –¿es un descuido? ¿Un problema de procedimiento? ¿Qué grado de voluntariedad implica–, procesar la experiencia y aprender de ella. “La vida dará muchas oportunidades para experimentar el error y, antes que eliminar ese sentimiento, es importante poder nombrarlo, convivir con él y entender qué aprender de ello”, dice la antropóloga.

En este contexto, los padres pueden acoger a sus hijos y ayudarlos a dimensionar y dar sentido a aquello que, producto del error, perdieron. “Es importante que aprendan que no siempre obtendremos todo lo que queremos, y eso también está bien. En ese sentido, como cuidadores hay que modelar estas conductas. Estar atentos a cómo incorporamos el error, el fracaso, el no obtener lo que queremos en nuestras vidas y que nuestros hijos e hijas pueden aprender de lo que decimos y hacemos en esas oportunidades”, sostiene esta profesional, que también es coordinadora del proyecto “Ser adolescente en el Perú” del convenio UNICEF-PUCP.

La adolescencia, destaca Pease, es justamente una edad en la que ciertas habilidades se encuentran aún en proceso de consolidación, las cuales tienen especial importancia para la consecución de logros y la tolerancia a la frustración. 

La adolescencia es una edad en la que ciertas habilidades se encuentran aún en proceso de consolidación, las cuales tienen especial importancia para la consecución de logros y la tolerancia a la frustración. 

En este sentido, señala, la última zona del cerebro en madurar, la corteza prefrontal, va asociada a todo lo que tiene que ver con la planificación. “Dicha maduración sucede porque existen ambientes de educación y crianza y comunidades ricas que ofrecen múltiples oportunidades al adolescente para poner en práctica sus habilidades de planificación, pudiendo equivocarse una y otra vez. Una característica fundamental del pensamiento adolescente es la inconsistencia de ciertas habilidades de pensamiento: eso lo define. En algunas ocasiones harán inferencias muy complejas y en otras no. En algunas lograrán anticipar claramente las consecuencias de sus actos, pero en otras pensarán solo en el presente”, explica.

En consecuencia, agrega la académica, es muy importante que los padres y madres les brinden oportunidades a sus hijos e hijas para que puedan organizar sus actividades y hacer seguimiento. “Los cuidadores pueden modelar este proceso en su planificación y organización de la casa. También conviene trabajar con ellos en organizar su tiempo y metas y, sobre todo, en que vayan pudiendo evaluar su logro”, apunta esta doctora en Psicología. 

Otro aspecto fundamental de trabajar con los adolescentes es el desarrollo de su capacidad de autocrítica. “Son mucho más capaces que en su niñez de identificar aquellas opiniones y visiones de los demás sobre su desempeño, de leer las visiones que otros tienen sobre ellos y sobre su competencia”, afirma María Angélica Pease.

Sin embargo, explica, muchas veces esto los lleva a oscilar “entre la condescendencia y el ser hipercríticos con ellos mismos”. Por lo tanto, tan importante como fortalecer el sentido de competencia y autoeficacia es el trabajar con ellos y ellas su capacidad para filtrar las opiniones de los demás, “de tal modo de que puedan acoger aquello que vale la pena incorporar, pero de manera crítica, es decir, dimensionándolas, dejando las que no se correspondan con la realidad”.

¿Quién es?

María Angélica Pease Dreibelbis es antropóloga con un Ph.D. en Psicología por la Universidad de Columbia y un Magíster en Estudios Cognitivos en la Educación con Concentración en Desarrollo Humano por la misma casa de estudios. Se desempeña como profesora principal a tiempo completo en el Departamento de Psicología de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). 

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