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Abr 2024 - Edición 281

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Samy Benmayor, pintor y escultor nacional: “Cuando la vocación es fuerte, fuerte, hay que seguirla. Uno no tiene que tener miedo”

Fue una docente, quien le hizo pintar lo que sentía mientras escuchaba música, la responsable de conectar a Benmayor por primera vez con la creatividad. El reconocido escultor habla de su camino para convertirse en artista, de sus “estados de regocijo” a los que ya se ha ido acostumbrando y menciona claramente cuál fue la mejor decisión que ha tomado en su vida.

Por: Verónica Tagle
Samy Benmayor, pintor y escultor nacional: “Cuando la vocación es fuerte, fuerte, hay que seguirla. Uno no tiene que tener miedo”

La vocación artística de Samy Benmayor no fue instantánea. Era latente durante el colegio, ya que era lo que más disfrutaba, pero tenía 20 años cuando quiso entrar a la Universidad de Chile a estudiar arte. El pintor y escultor pertenece a la generación de los 80 y destaca por generar cuadros de gran fuerza expresiva, con toques de humor pícaro y figuras caricaturescas. Se inspira con todo lo que le rodea y asegura que la clave está en tener la libertad de un niño y no pensar en nada, más que en crear. 

-¿Qué recuerdos tienes del colegio? ¿Eras de los que disfrutaba más el recreo o las clases?

-Depende de lo que estuviéramos aprendiendo. Si eran clases de arte, me gustaba estar en la clase; si eran clases de matemáticas, prefería el recreo. 

-¿Algún profesor que te haya marcado?

-Tuve varios profesores que me marcaron muchísimo, pero hubo dos principalmente. Mi profesora de música, Minerva Trujillo. Me marcó porque nos hizo dibujar lo que sentíamos mientras escuchábamos música. Para mí eso fue muy importante porque recuerdo que fue la primera vez que me conecté con lo que era la creatividad. Eso fue como a los ocho años. La más importante de todas fue mi profesora de arte, Aura Riquelme, fue absolutamente maravillosa. Desde séptimo básico y toda la enseñanza media. 

-A esa edad, ¿ya sabías que querías dedicarte al arte?

-No, ¡para nada! No tenía la menor idea de lo que quería hacer. No me importaba. No pensaba en el futuro. Decidí que quería estudiar arte cuando era grande, dos años después de salir del colegio. Lo único que me gustaba era el arte.  

-¿Cuándo fue entonces el momento que lo descubriste?

-A los 20 años, mientras trabajaba como junior en una oficina de exportaciones en el centro de Santiago, tomé clases de arte en la Biblioteca Nacional con Romolo Trebbi, donde estudié el Renacimiento. Ahí me di cuenta de que quería estudiar arte. Mi mamá ya quería que hiciera cualquier cosa. 

“Cuando entré a la universidad era la persona más feliz del mundo. Descubrir que había gente que tenía los mismos intereses que yo fue lo más espectacular que te puedas imaginar. (...) Conocí a grandes profesores, grandes maestros que me mostraron el mundo del arte. Eso fue una felicidad muy grande. Recuerdo unos “estados de regocijo”, que sucedían en cualquier momento, donde sentía una felicidad inmensa porque estaba haciendo lo que me gustaba”.

-¿Cómo fue tu paso por la universidad? ¿Fue clave para convertirte en pintor?

-Pero ¡por supuesto! Cuando entré a la Universidad de Chile era la persona más feliz del mundo. Descubrir que había gente que tenía los mismos intereses que yo fue lo más espectacular que te puedas imaginar. Yo no sabía que existía eso. Fue demasiado buena onda. Conocí a grandes profesores, grandes maestros que me mostraron el mundo del arte. Eso fue una felicidad muy grande. Recuerdo unos estados que yo llamaba “estados de regocijo”, que sucedían en cualquier momento, estando en la clase de dibujo, de pintura, en el taller, o lo que sea, sentía una felicidad inmensa porque estaba haciendo lo que me gustaba. 

-¿Sigues teniendo esos estados de regocijo?

-Sí, pero ya me acostumbré. No me doy cuenta. De repente, cuando estoy medio entregado. Siempre me doy cuenta de que amo lo que hago.

-¿Cuánto tiempo pasó entre que decidiste estudiar arte hasta que convertiste la pintura en tu sustento de vida?

-Es sorprendente porque uno parte por algo que no sabe qué es lo que está haciendo. Es un camino de autoconocimiento, de espiritualidad. Uno jamás piensa en eso, da lo mismo. Cuando salí de la escuela, soñaba que algún día mi trabajo iba a ser reconocido, pero que me pagaran, no pensaba si iba a ocurrir o no. 

-¿Qué les recomiendas a estudiantes que tienen la inquietud de dedicarse al arte, pero que no están seguros de si podrán convertirlo en su fuente de ingresos?

-Es una cosa muy difícil, pero no hay alternativa. Cuando tienes vocación, tienes vocación. No te preguntas si vas a vivir o no vas a vivir. Cuando la vocación es fuerte, fuerte, fuerte, hay que seguirla. Uno no tiene que tener miedo.

-¿Cuál es tu fuente de inspiración?

-Mi inspiración está en todas partes, en las cosas que te suceden, en la naturaleza, en la gente que te rodea. Es cosa de estar abierto a lo que tienes alrededor. Uno viene a aprender del mundo. Aprender es la palabra. Cómo es la vida, cómo son las cosas. El proceso creativo tiene que ver con la libertad. Con que tú puedas llegar a una entrega absoluta. Ser niño de nuevo, tener la libertad de un niño. No estás pensando en nada. En crear, en hacer. 

-¿Qué haces en tu tiempo libre para desconectarte?

-Veo tele, igual que todo el mundo, ¿o no? Cuando escucho música estoy pintando. 

-¿Qué música escuchas para pintar?

-De todo. Me gusta la música buena. La música se divide en dos: música buena y música mala. La buena puede ser jazz, música clásica, rock. Rolling Stones, por ejemplo. 

-¿Alguna decisión importante que te haya marcado para convertirte en quien eres hoy?

-Sin lugar a dudas, casarme con mi linda señora. Esa fue la decisión más importante de toda mi carrera. 

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