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Mar 2024 - Edición 280

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Los efectos que generó la virtualidad en la pandemia

La excesiva conectividad que trajo la pandemia y la falta de contención y regulación de las emociones, por parte de las familias, pero también de las comunidades escolares y de los pares, podrían ser algunas de las razones del incremento en un 148% de las denuncias de ciberacoso entre estudiantes, en comparación con el promedio del mismo periodo, de los años 2018-2019. Mejorar la comunicación y la colaboración parecen ser las acciones más recomendadas para abordar la problemática.

Por: Marcela Paz Muñoz I.
Los efectos que generó la virtualidad en la pandemia

Los casos de bullying y ciberbullying en el colegio de Elisa (quien prefiere guardar el anonimato) han aumentado muchísimo. Por ello, el comité de convivencia escolar organizó una campaña para atajar lo antes posible esta pandemia de violencia verbal y psicológica entre las compañeras de ese colegio, de la comuna de Las Condes (Región Metropolitana).

“Hemos visto agresiones verbales y físicas muy fuertes entre nuestras compañeras y alumnas de otros cursos, como nunca antes. Al parecer, los años de pandemia en que no vinimos al colegio nos afectaron y se nos olvidó compartir y estar juntas”, cuenta la alumna de cuarto año de Enseñanza Media.

Por ello, en ese establecimiento las mismas estudiantes idearon un plan de acción y mandaron a hacer chapas redondas con la frase: “No hables del cuerpo de otr@s” para cada una de las alumnas del colegio. “Buscamos la manera de financiar este tipo de acciones y así montamos una campaña que busca concientizar, en este caso que no podemos hablar ni referirnos al cuerpo de otro, porque no nos corresponde. Así evitamos que se generen acciones de bullying referidas a la apariencia física de nuestras propias compañeras”. 

Casos como este se han experimentado en la mayoría de los establecimientos del país. De hecho, según cifras de la Superintendencia de Educación, hasta fines de marzo del 2021, las denuncias de ciberacoso entre estudiantes aumentaron en 148% en comparación con el promedio del periodo 2018-2019.

Señala el psicólogo de la UDD, director del Centro de Estudios en Bienestar y Convivencia Social (CEBCS), Jorge Varela, que ciertamente, luego de la pandemia, algunos alumnos dejaron de ser contenidos: “Sí vimos un efecto directo de la pandemia, que fue la reclusión de los alumnos en un espacio familiar, donde no necesariamente se pudieron modelar y regular sus emociones. Algunos estudiantes sí lograron contar con el apoyo de sus familias, pero otros no. Y en ese caso en particular las familias se estresaron, por lo que esa situación sí afectó la regulación de las emociones en un adolescente”.

A juicio del psicólogo, ese hecho podría explicar algunas situaciones de violencia: “Si bien no es el único predictor, sí es un factor a nivel individual que es importante mirar y yo creo que sí se relaciona con lo que vimos después en la sala de clases en marzo, cuando volvimos a la presencialidad. Efectivamente no se ensayó el aprender a convivir con otros, el manejar las emociones, la rabia, la tolerancia a la frustración y otras competencias que uno puede mirar, que sí se tensionaron en este retorno a clases. Creo que aquellos que tuvieron más problemas emocionales y no recibieron apoyo tuvieron un efecto más directo”. 

Jorge Varela. Psicólogo de la UDD, director del Centro de Estudios en Bienestar y Convivencia Social (CEBCS).

“Con la pandemia, efectivamente, vimos problemas en algunas emociones y altos niveles de ciberacoso. Sin embargo, no es solamente algo que ocurre en lo individual. Es interesante observar la ausencia del colectivo, de los pares y la institución escolar, que parecieran haber contribuido mucho a manejar y regular esas emociones de los jóvenes y alumnos”.

Cuenta el psicólogo que en diciembre de 2020 se hicieron estudios sobre “Ciberacoso y Salud Mental” a cerca de 4,5 millones de jóvenes, de entre 15 y 29 años, a través de la UDD y la Fundación Katy Summer, entidad que justamente nació en memoria de Katy, una joven que se suicidó en mayo de 2018 tras sufrir episodios de ciberacoso. 

En la investigación se reveló que, “con la pandemia, efectivamente, vimos problemas en algunas emociones y altos niveles de ciberacoso. Sin embargo, no es solamente algo que ocurre en lo individual. Es interesante observar la ausencia del grupo colectivo, de los pares y la institución escolar, que parecieran haber contribuido mucho a manejar y regular esas emociones de los jóvenes y alumnos, antes de la pandemia”. 

Asimismo, los años en que los estudiantes y la población en general estuvieron mucho más conectados, se abrieron mayores espacios para conductas agresivas y violentas, a través del uso de las redes sociales. “Pese a ello, aunque la Superintendencia de Educación muestre un aumento de las denuncias de agresiones virtuales, es imprecisa un poco esa comparación, porque antes de la pandemia no estábamos tanto tiempo conectados, entonces efectivamente hay que tener cautela cuando se hace esa comparación”.

En todo caso, señala Varela que ciertamente se produce una dinámica virtual que puede facilitar ciertas condiciones para que ocurra la agresión entre los alumnos. Por ejemplo, lo fácil que se diseminan ciertas imágenes, lo rápido que la comunicación viaja entre los adolescentes y el no poder controlar la información son elementos que pueden generar un mayor factor de riesgo para las agresiones entre pares. 

La comunicación y la colaboración

Explica Teresita Marchant, psicóloga de la PUC, que, para abordar los conflictos, “debemos recordar siempre que somos seres sociales. La relación de los alumnos con los adultos más cercanos, sus padres y profesores es muy importante. Y también la relación con sus pares”. 

Señala la académica que, a su juicio, una de las maneras más efectivas es trabajar en dos grandes temas: la comunicación y la colaboración. “La comunicación está relacionada con adaptar los comportamientos a los estados emocionales de los otros, y desde allí, interactuar. Es ‘escuchar y decir’. En este interjuego, se despliega la capacidad de establecer vínculos nutritivos o tóxicos (Aron y Milicic, 2017)”. 

Teresita Marchant. Psicóloga de la PUC.

“¿Estamos escuchando a los alumnos y estableciendo un adecuado vínculo con ellos? ¿Conocemos las motivaciones que los llevaron a esas conductas extremas? ¿Estamos siendo empáticos? Si no hay escucha activa, si no se establece un vínculo, no habrá comunicación, no habrá escucha. Una buena comunicación profesor-alumno exige al docente escuchar”.

Explica que cuando se aprende a escuchar lo que el otro tiene que decir se produce una sintonía. Esta hace más armoniosa la comunicación. “Sentirse escuchado es el pilar sobre el que se basa todo vínculo. Sentir la acogida es un poderoso estímulo para abrir los canales de comunicación: hacia el mundo interno y a recibir con apertura los mensajes del exterior. La comunicación se basa en la capacidad de las personas de mentalizar, de atribuir estados emocionales a sí mismas y a los demás. Es una competencia socioemocional compleja y necesaria para desenvolverse en el plano académico y social, y como toda competencia, es posible de desarrollar y hacerla más efectiva”. 

Por otra parte, aconseja Teresita que aprender a colaborar ha estado en el centro del progreso de la humanidad. “Colaborar es la base del trabajo en equipo. ¡Las realidades cotidianas se construyen entre todos! (Bisquerra y López-Cassa, 2020; Gazmuri y Milicic, 2016). Y la escuela juega un rol significativo en este aprendizaje. Lo hace al:

  • Fomentar la participación y el respeto por el trabajo de los demás, y la elaboración de proyectos comunes. 
  • Fomentar la convivencia armónica.
  • Preparar a los alumnos para ser ciudadanos con conciencia de que el mundo y las realidades cotidianas se construyen entre todos. 
  • Fomentar las formas de convivencia más libre como el juego y las actividades extraprogramáticas.

En esta vuelta a clases presenciales potenciemos los vínculos, la empatía, la comunicación y la colaboración. Cuando los alumnos aprenden a comunicarse mejor, a colaborar, a trabajar en grupo, hay un efecto muy potente en la convivencia social y en la disciplina (Mena, Lissi, Alcalay y Milicic, 2015).

Por ello, cuando no coexisten la comunicación y la colaboración se puede llegar a medidas como la expulsión provisoria de alumnos, como sucedió en el caso de un colegio del sector poniente de Santiago, en que uno de sus estudiantes, “encontrándose condicional infringió las normas de convivencia”.

La resolución emitida públicamente por el establecimiento señala que “la sanción no fue aplicada por un hecho puntual y concreto, sino responde a la sumatoria de comportamientos del estudiante y que el establecimiento lo acompañó y brindó el apoyo de especialistas, sin embargo, persistió en su comportamiento”. 

Añade que se efectuaron reuniones con los apoderados del alumno, poniendo en conocimiento el inicio de un procedimiento, con el objeto de argumentar en favor del estudiante, para resguardar su debido proceso. 

En este tipo de situaciones, explica Teresita, que una de las medidas que puede funcionar es la reparatoria. “Es decir, ya que tú quieres ser parte de esta comunidad escolar, estás dispuesto a convivir con estas normas de nuestra comunidad. Entonces, de ser así, te identificas con este nuevo contrato. Lo anterior porque la sanción no modifica a veces la conducta, en cambio, reparar el daño creo que lo hace mucho más efectivo, a mi juicio”. 

En esa línea, la sic’ologa de la PUC advierte que en ese tipo de situaciones hay que recordar, en primer lugar, “la importancia de escuchar activamente para favorecer la comunicación. ¿Estamos escuchando a los alumnos y estableciendo un adecuado vínculo con ellos? ¿Conocemos las motivaciones que los llevaron a esas conductas extremas? ¿Estamos siendo empáticos? Si no hay escucha activa, si no se establece un vínculo, no habrá comunicación, no habrá escucha. Una buena comunicación profesor-alumno exige al docente escuchar”.

 

Campaña en colegio

No se habla del cuerpo de otr@s

María José Figueroa, médica nutrióloga y especialista en Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA), lanzó una campaña para combatir el juicio corporal y promover la aceptación del propio cuerpo. “Nunca pensé que una simple frase iba a impactar tanto”, dice la profesional, mientras narra cómo comenzó a liderar “No hables del cuerpo de otr@s” , campaña que busca sensibilizar sobre la relevancia de no opinar sobre el aspecto de los demás y mostrar la diversidad de cuerpos. Ella, con mucho entusiasmo, cuenta que todo comenzó repartiendo un par de chapitas con la frase de la campaña y que, luego, fue tan buena la recepción del mensaje que se transformó en entrevistas, charlas a colegios y la idea de crear una fundación en torno al desafío.

En el colegio Villa María Academy, de la Región Metropolitana, llevaron a cabo esta iniciativa. Amalia Matetic, encargada de convivencia escolar en el colegio, nos cuenta acerca de esta campaña. 

-¿Por qué no podemos hablar del cuerpo de otros?

-Esta campaña busca recalcar que nosotros, como individuos, no tenemos el derecho y no deberíamos hablar del cuerpo de otros. Entonces, yo puedo decirle un día a alguien “oye, que te ves regia hoy día”, pero yo no sé si esa persona tiene trastornos alimentarios por detrás y al final mi comentario puede terminar afectando su autoestima.  

-¿Qué mensaje quieren comunicar con la campaña?

-Es un mensaje corto y preciso, fácil de entender para todos. Lo estamos haciendo en el colegio porque especialmente las mujeres tenemos una tendencia muy grande a compararnos con los estereotipos que nos muestran los medios y la televisión, que vemos en las películas respecto del cuerpo ideal, de la mujer ideal. Nos hacen creer que existe solo un cierto estándar de belleza, el cual se nos muestra constantemente. 

Es muy fácil estar en el colegio, ver las redes y comparar las fotos de unas y de otras. 

-En su opinión, ¿se ha incrementado el bullying en los colegios?

-Yo creo que sí se ha incrementado harto, no sé si el ciberbullying directo, sino que hay una cierta violencia con la que se habla y hay como una doble vida en las redes sociales. Ahora que estamos en el colegio, muchas generaciones siguen un poco atascadas o viviendo su vida social a través de las redes sociales.

 

Estudio “Bienestar docente durante el confinamiento por COVID-19”  Realizado en Chile, Perú y Ecuador.

Paulina Guzmán. Estudiante Doctorado en Ciencias del Desarrollo y Psicopatología, Facultad de Psicología, Universidad del Desarrollo.

El objetivo de este estudio fue conocer los niveles de bienestar de los docentes y examinar las distintas variables que intervienen en el bienestar de manera directa y en interacción. 

*Se encontró una relación inversa entre desgaste laboral y bienestar docente, la que era mediada tanto por los afectos positivos como negativos. Además, se encontró que la relación entre desgaste laboral y bienestar docente, mediada por los afectos positivos, a su vez presentaba una moderación, en donde los docentes que percibían mayores niveles de apoyo social mantenían un nivel mayor de emociones positivas, y no se veían afectados por el nivel de desgaste laboral. 

*Esto no ocurría para los docentes que percibían niveles bajos de apoyo social. Por último, se encontró que la edad cumplía un rol importante en el nivel de desgaste laboral y bienestar docente, donde los docentes de mayor edad eran quienes presentaban mayor bienestar, menor desgaste y mayor apoyo social percibido. 

Se concluye que el apoyo social percibido surge como un factor protector importante para moderar la relación entre desgaste y bienestar mediada por los afectos positivos y negativos.

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