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Abr 2024 - Edición 281

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Mariana Aylwin, “La Convención Constitucional pudo haber sido la ocasión de sentarse todos en una misma mesa”

“Esto podría haber generado un sistema equilibrado que permita que subsista la educación privada, con todas sus regulaciones”, señala la exministra de Educación y se refiere, además, a sus expectativas respecto de la Convención y cómo llevar estos temas al aula.

Por: Verónica Tagle
Mariana Aylwin, “La Convención Constitucional pudo haber sido la ocasión de sentarse todos en una misma mesa”

Para Mariana Aylwin, la tensión presente en las discusiones constitucionales es histórica y estas no van a terminar con una nueva Constitución. La exministra de Educación, exdiputada, docente y directora ejecutiva de la Corporación Educacional Aprender asegura que falta diálogo, un sistema equilibrado de educación y darle continuidad al sistema. 

-¿Cómo ves este proceso de construcción de una nueva Constitución?

-Creo que, en Chile, en general, la educación ha sido un campo de batalla ideológica. Desde el siglo XIX y XX se puede ver la lucha que hubo de la educación privada o sectores de la sociedad para garantizar la libertad de enseñanza. Por otro lado, también se vio el rol que asumió el Estado para contar con educación pública laica. Es interesante, porque fue el mundo liberal el que impulsó la educación estatal y el mundo conservador, el que utilizó la educación privada, diversa, etc. 

En 1920 se logró aprobar la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria y fue un acuerdo muy celebrado por la sociedad en su conjunto. Esto se discutió por lo menos 20 años. La división era entre sectores conservadores, que luchaban por una educación privada y que tenían a la vez temor de que el Estado cooptara la educación si esta era obligatoria para todos. Durante los gobiernos de Frei Montalva y Pedro Aguirre Cerda también hubo esta tensión entre lo público y lo privado. Y por último, las reformas de fines del siglo XX. La Escuela Nacional Unificada, creada por el gobierno de Salvador Allende, fue un espacio de debate público muy fuerte, en circunstancias que la sociedad estaba muy dividida en dos bloques. Esto significó una gran intervención del Estado en la educación. 

-¿Por qué se ha dado esta tensión? 

-Principalmente porque la educación privada en Chile ha tenido mucha fuerza desde los inicios. Es interesante ver que cuando se logró la independencia y se creó la República, la mayoría de la educación era privada, porque la ejercía básicamente la Iglesia Católica, especialmente en los sectores de la educación primaria. El Estado inició su intervención en la educación secundaria, con los liceos públicos, que tuvieron un gran rol. Luego se fue expandiendo a la educación básica. Por último, las reformas de Augusto Pinochet tendieron a disminuir el rol del Estado en esos ámbitos y por cierto, eso también generó una profunda división en la sociedad. 

“Creo que, en caso de que se apruebe o se rechace (la nueva Constitución), el país va a seguir muy dividido. Esta polarización de visiones no se va a resolver ni con el apruebo ni con el rechazo. Va a ser un resultado estrecho y va a significar que la mayoría de los temas van a seguir en el debate público”. 

El CIDE (Centro de Investigación y Desarrollo de la Educación), con el padre Patricio Cariola, tuvo un gran rol. Ellos fueron los primeros en plantear que debía haber reformas, no refundación, con el regreso de la democracia. No es bueno para el país un nuevo cambio radical. Eso se hizo así hasta 2011, cuando se comenzó a pedir una transformación drástica del sistema, como el fin al lucro y recuperar la educación pública. Aparecieron en ese momento demandas más ideológicas. Creo que todos estos movimientos estuvieron bastante incentivados por sectores políticos que tenían una visión ideológica. Querían educación pública como único proveedor y limitar el acceso a la educación privada. El gobierno de Michelle Bachelet recogió muchas de esas demandas, que eran legítimas como, por ejemplo, el que los directores fueran vitalicios en la educación pública o la creación de los consejos escolares. Estos cambios se demoraron porque había mucha resistencia y eso también fue polarizando a la sociedad. 

-¿Qué expectativas tienes sobre el resultado de la Convención Constitucional?

-Nuestra Convención no ha cumplido con la expectativa de ser un espacio para construir criterios básicos de convivencia, para permitir que los gobiernos vayan resolviendo las coyunturas que son cambiantes. Pienso que, en caso de que se apruebe o se rechace, el país va a seguir muy dividido. Esta polarización de visiones no se va a resolver ni con el apruebo ni con el rechazo. Va a ser un resultado estrecho y va a significar que la mayoría de los temas van a seguir en el debate público. Dentro de lo que ha aprobado la Comisión de Derechos Fundamentales (al cierre de esta edición), hay dos cosas que son más complejas: una es que se habla de financiamiento solo para la educación pública, entonces, ¿qué pasa con la privada subvencionada? Lo otro es que se les entregan demasiadas atribuciones a distintos actores de las comunidades educativas. En educación, y en todos los ámbitos, es importante contar con una autoridad clara. 

-¿Cómo se concilia derecho a la educación con libertad de enseñanza?

-Hay una tensión ideológica que desgraciadamente no se ha solucionado. Cuando se habló de una nueva Constitución, y la mayoría de los chilenos estuvo de acuerdo, uno pensó que esta era la ocasión en la cual se podían sentar todos en una misma mesa, mirarse a los ojos y bajar las desconfianzas. Esto podría dar un sistema equilibrado que permita la educación privada, con todas sus regulaciones como es el fin al lucro, la Superintendencia de Educación y la Agencia de Calidad. Nadie puede decir hoy que los colegios privados se roban la plata y hacen lo que quieren. 

-¿Crees que los profesores y las comunidades educativas en general han sido escuchados a la hora de definir el futuro de la educación?

-Los profesores tienen harta razón al decir que no han tenido suficiente representación. A veces la academia mira desde un prisma y no dialoga bien con la realidad. Los profesores son una voz importante, pero, por otro lado, esta mirada puede ser idealizada porque lo que pasa es que, si las voces de los actores son vinculantes, puedes pasar a una escuela donde un grupo manda sobre otro. Yo soy bien partidaria de que haya más docentes en el Ministerio de Educación, y en ese sentido me gusta que el ministro actual haya sido profesor. Sin embargo, él tiene poco manejo para manifestar realmente su identidad. Yo creo que está constreñido a un marco ideológico que lo ata.

¿Cómo tratar estos temas con los alumnos?

“Para mí, hay dos conceptos que son universales. 

El primero es la necesidad de que Chile sea un país unido. Eso significa buscar aquello que une y no incentivar aquello que divide. No quiere decir tapar las diferencias, sino ponerlas y decir que son respetables, y ver cómo las conjugamos. 

Lo segundo es la democracia. Cómo hacemos una democracia más participativa, más inclusiva, pero que a la vez sea representativa. Hay que conversar hoy con los alumnos, desde los más chicos, sobre qué es la Constitución, qué es lo más importante que debe contener. Entre los más grandes se puede debatir, y que puedan concluir algo que los una. Aprender a debatir con respeto y entender que las posiciones son legítimas”.  

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