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Abr 2024 - Edición 281

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La importancia de las “Crece nuestra cultura, se ensancha nuestra vida”

Desde España, el catedrático de Filosofía Jaime Nubiola, estudioso del lenguaje, nos recuerda que nuestra forma de hablar va unida a nuestra forma de vivir y de mirar el mundo. Buscar la palabra precisa, leer para ampliar nuestro vocabulario y analizar las consecuencias de nuestros dichos son algunas de las enseñanzas que nos deja esta conversación. Lo mismo el gran testimonio de la escritora de naturaleza Mónica Fernández-Aceytuno.

Por: Luz Edwards
La importancia de las “Crece nuestra cultura, se ensancha nuestra vida”

“Querría invitar a todos a cuidar las formas de expresión, persuadido de que si afinamos nuestra manera de hablar, si aprendemos a expresarnos con claridad amable y con respeto a los demás, podemos transformar la sociedad, comenzando por nosotros mismos”, se lee en un texto del académico de la Universidad de Navarra, Jaime Nubiola. 

En conversación con Educar, nos entrega algunas ideas esenciales para iniciar este camino de hacernos conscientes de la importancia que tienen las palabras. 

1. “Nombrar algo es siempre reconocerlo, destacarlo, darle importancia. Vienen a mi memoria dos ejemplos ilustrativos. Por una parte, todos tenemos bien comprobado cuánto nos reconforta oír pronunciar nuestro nombre en boca de las personas que nos quieren. Por otra, según el relato del Génesis, la primera tarea que asume Adán es la de poner nombre a los animales. Y nosotros seguimos haciendo lo mismo cuando ponemos nombres a los bebés, a las mascotas y a los lugares”.

2. “Nuestras expresiones son parte de ‘una forma de vida’, dijo el filósofo alemán Ludwig Wittgenstein. Es decir, nuestras palabras y nuestras acciones están entretejidas. Como suelo repetir a mis estudiantes, las palabras significan lo que significan porque las usamos como las usamos. En este sentido, las palabras separadas de la vida pierden su sentido. 

Cuántas veces una misma palabra cambia totalmente de significado por el tono con el que la pronunciamos o los gestos que la acompañan. Si decimos algo y a la vez guiñamos el ojo puede cambiar por completo el significado de nuestra expresión. Wittgenstein invitaba a estudiar las canciones infantiles, que están del todo entrelazadas con sus juegos, para entender qué hacemos con las palabras, cómo vivimos en el lenguaje.

3. “El lenguaje es esencialmente un arte social, una habilidad aprendida en comunidad. Mi maestro estadounidense Hilary Putnam decía que el lenguaje era un instrumento, pero no había que pensar en un instrumento de uso individual como puede ser un martillo o unas tijeras, sino en un instrumento como un inmenso portaviones que requiere de muchas personas para su efectivo funcionamiento”.

4. “Las palabras no determinan nuestra manera de pensar, pero al incrementar nuestro vocabulario o el número de lenguas que somos capaces de hablar crece nuestra cultura y se ensancha nuestra vida, pues lo que hemos aprendido nos ayuda a pensar más y mejor. Mi consejo es, sobre todo, una invitación a leer y a escribir con atención. Esta es la cuestión decisiva: quienes intentan cultivar su vida intelectual ensanchan su sensibilidad, dilatan su corazón; no solo hablan mejor, sino que llegan a dotar a su vida de un horizonte de sentido”. 

Mónica Fernández-Aceytuno: Las palabras de la naturaleza

Nació en África, se crio en España, de adulta le tocó vivir en Alaska, hoy vive en el campo. Desde niña le gustaba escribir, aunque dice que en esos años no sentía la vocación de escritora, que ya estaba ahí.

Se licenció en Ciencias Biológicas y trabajó en ese ámbito hasta el momento en que decidió cuajar ese saber con el interés por escribir, convirtiéndose en una de las principales divulgadoras de temas de naturaleza de España. 

Es famosa por sus “diccionarios Aceytuno” o diccionarios de naturaleza, donde recoge palabras que nombran plantas, animales, lugares, luces, brillos, vientos, momentos y demases propios de la naturaleza. Son palabras que recoge de la cultura rural de España y de la literatura. 

“No es un estudio que explica la etimología ni entra en aspectos lingüísticos. Busco que se lea con gusto, que se conozca la palabra. Cada una está ilustrada con escritos donde vemos cómo se emplea en un texto. La mayoría son míos, pero hay citas, como una de El Lazarillo de Tormes, donde se escribe ratonar, en lugar de roer”, ha contado la autora.

¿Estas palabras son tesoros en peligro? Le preguntan. Y Mónica responde: “Muchos, casi todos, sí. Antes todo el mundo conocía cómo se llamaba el canto de la golondrina. Ahora, pocos lo saben. Es trisar”.

“Queremos más lo que sabemos nombrar. Si sabemos nombrar el canto de la golondrina lo vamos a apreciar mejor. Ya tiene nombre, como una canción con su título. Las palabras ayudan a entender lo que observas y sientes. Contienen unos derechos de autor, de los que se fijaron por primera vez en esa acción, color o forma, que llevamos en nuestra conciencia sin saberlo, porque, al escucharlas, nos gustan”.

Vale la pena seguir a Mónica Fernández-Aceytuno en Instagram y Twitter, donde comparte palabras y su dulce visión acerca de la naturaleza. Es @aceytunos en ambas redes sociales.

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