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Borja Niso: El ingeniero que dejó su carrera por la música

De ingeniero a músico. A los 36 años decidió cambiar su vida. Hoy da conciertos en España y espera llegar a Latinoamérica pronto. Fue una revelación, en un concierto de Ludovico Einaudi, compositor italiano, lo que lo llevó a cambiar de vida y dedicarse a la música y, sobre todo, a incentivar a otros a seguir sus sueños. En un diálogo desde España, la historia de Borja Niso aquí.

Por: Paula Elizalde
Borja Niso: El ingeniero que dejó su carrera por la música

A los 36 años descubrió su verdadera vocación: la música, e hizo un vuelco en su vida. Dejó su carrera como empresario e ingeniero en tecnología, vendió su casa, su auto, entre otras cosas, para poder costear su carrera musical. 

Esto ocurrió el año 2016 y ya el año 2018, con dos años tocando piano, comenzó a dar sus primeros conciertos. Hoy ha dado más de 300, está terminando su tercer disco, y su cuarto a dúo. Una historia, más que de música, de seguir lo que es el propio ser, como explica Borja, y eso es lo que muchas veces les cuenta a estudiantes y profesores en sus charlas vocacionales: “Lo mejor que puedo decir a los profesores es que logren que sus alumnos sean, no que hagan, el hacer viene después”. Esta es su historia.

—¿Cómo fue tu infancia?

—Mi infancia la recuerdo como una infancia normal, era un niño gordito, con gafas, ya te puedes imaginar, los niños que son más “raros”, pues a veces no tienen sus mejores momentos en el cole. Es cierto que no lo pasé mal, tampoco fue especialmente agradable, mi etapa primaria hasta los 14 años. Era bastante solitario, independiente, era buen estudiante, no sacaba las mejores notas de clases, pero yo creo que porque no estudiaba, pero sacaba muy buenas notas con muy poco esfuerzo. Me costaba poco.

Recuerdo tener muy pocos amigos, los que tenía eran muy buenos, pero muy pocos, apenas dos, tres, cuatro, que yo recuerde. Era bastante introvertido. Es curioso porque era muy diferente a como soy ahora. 

—¿Recuerdas a algún profesor en particular?

—Sí, pues a varios, tengo un montón de recuerdos. De primaria, del colegio, me acuerdo de mi tutor, el señor don Bienvenido, en esa época llamábamos a nuestros profesores por el apellido, no me acuerdo ni del nombre. Le quería mucho, y me ha pasado muchas veces que cuando le vemos por la calle, nos da un sentimiento de amor. Me acuerdo de él, don Bienvenido, de doña Bora, que también fue tutora mía y profesora de Lengua. Y tengo recuerdos, a lo mejor no tan buenos, de don Félix, que era más cascarrabias, más severo. Pero guardo muy buenos recuerdos, siempre de mucho amor. Siempre que pienso en ellos, sonrío, me gusta verles, y hace mucho tiempo que no les veo. 

—¿Cuándo comenzó el gusto por la música?

—En la infancia no mucho. A partir de los 15 o16 años la cosa cambió un pelín, a nivel de música popular, porque me puse a trabajar con mi hermano en un pub de noche, y terminé siendo DJ, de pop rock de la música de los 60-70. Curiosamente, ahí se despertó mi gusto por lo que escuchaba mi padre cuando yo era pequeño y eso ponía en el pub, y ahí nació esa pasión por la música. Y aparte de trabajar poniendo copas, era el que ponía música, y ahí se me despertó esa forma de ser que tengo ahora, muy cercano a la gente, muy abierto, ya no era vergonzoso, ahora era totalmente extrovertido, desde los 15-16 hasta los 20-21 años que estuve trabajando en eso. Aun así, no iba a conciertos.

—¿Y cuándo y por qué decides hacer de la música tu vida?

—Todo ocurrió a finales de noviembre de 2015, yo estaba con mi hijo en casa, viendo la televisión, cuando de repente ponen un anuncio, el anuncio de la Lotería de Navidad, de Justino y la fábrica de maniquíes. Cuando vi el anuncio me impactó mucho su música, y recuerdo que me puse a buscar información sobre el anuncio y la música y que era de un compositor italiano, que tocaba el piano, que era Ludovico Einaudi.

Estuve toda la noche escuchándola y al día siguiente, al llegar al trabajo, nada más encender el ordenador, me apareció una publicidad de que Ludovico venía a España, al Teatro Real. El concierto era al siguiente año, seis meses después. Compré las entradas, las guardé, y a los seis meses fui al concierto. 

Empieza el concierto, a las 8 de la tarde, la primera hora fue algo maravilloso, la mejor experiencia de mi vida, sin lugar a dudas, no se ha vuelto a repetir algo tan maravilloso, he vuelto a oír a Ludovico muchas veces y siento muchas cosas, pero lo que ese día sentí, no. Ese fue mi despertar. 

Recuerdo que a las 9 de la noche se apagan todas las luces del Teatro Real, y se queda Ludovico solo, y empieza a tocar la canción de la Lotería de Navidad, los primeros acordes y en ese momento comienza mi historia, comienza el motivo de todo lo que ha sucedido en los siguientes cinco años. Recuerdo sentir un escalofrío tremendo, empezar a temblar, empezar a llorar, recuerdo cerrar los ojos, empezar a ver imágenes muy rápidas, recuerdo ver un punto al fondo, alguien tocando el piano, y de repente ese punto se acerca, y me di cuenta de que era yo el que estaba tocando el piano, y soy yo el que está emocionando a la gente a través de mis manos, a través del piano. De repente, abro los ojos y estoy repitiéndome “eso tengo que hacerlo yo, eso tengo que hacerlo yo”. 

Borja Niso, a los 36 años descubrió su verdadera vocación: la música, e hizo un vuelco en su vida. Dejó su carrera como empresario e ingeniero en tecnología, vendió su casa, su auto, entre otras cosas, para poder costear su carrera musical. 

De pronto, en este maremágnum de sensaciones, empiezo a escuchar una voz, totalmente clara en mi cabeza, que me transmitió un mensaje, que cambió mi vida por completo, la forma de verla, de vivirla, de disfrutarla, el mensaje que me transmitieron dijo lo siguiente: “Muy buenas noches, Borja, te estábamos esperando”, y yo me puse a llorar, sentí una felicidad, y dijo “por fin, después de 35 años, hoy has descubierto tu propósito de vida, que es tocar el piano y emocionar a la gente”. Ese mensaje cambió mi vida por completo. A partir de ese día, decidí que emprendería el camino hacia mis sueños, que era aprender a tocar el piano, y hacerlo desde cero. 

Dejé mi trabajo, dejé todo, vendí mi casa, vendí mi coche, todo para poder tener ahorros, para poder vivir y poder emprender ese camino. Y así fue el comienzo de esta valiosa historia, algo maravilloso, mágico e increíble. 

—Por último, esta revista es para profesores, ¿cómo motivarlos a ellos a que a su vez animen a sus alumnos?

—En España siempre he dicho que hay un problema de base, y es que enseñamos a los niños a hacer, no a ser. Les enseñamos a que hagan cosas, no a que sean cosas. No se nos educa en emociones, no se nos educa para ser mejores personas, eso parece que se da por hecho, y no es así.

No se educa para emprender, para fracasar, no se nos educa a no tener miedo al riesgo, no se nos educa a liderar nuestra propia vida. Se nos enseña a ser buenos ingenieros, buenos arquitectos, buenos diseñadores, albañiles, fontaneros, pero no a ser. Lo mejor que puedo decir a los profesores es que logren que sus alumnos sean, no que hagan, el hacer viene después. 

 

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