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Abr 2024 - Edición 281

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Aprender desde las humanidades

En un mundo que avanza rápido, la formación de alumnos en las humanidades parece más que necesaria. Como señalan los expertos, “su aporte es esencial, no solo para formarlos como personas con capacidad reflexiva y conciencia crítica, sino también para cultivar la imaginación, la creatividad y la sensibilidad estética, abriéndolos a un mundo trascendente donde se juegan los verdaderos sentidos de lo que somos y hacemos”.

Por: Marcela Paz Muñoz I.
Aprender desde las humanidades

“Mi profesora de Lenguaje y Comunicación, Vigna Rojas, me marcó toda la vida. Nos hacía leer y pensar el sentido y fondo de los problemas. A mí y a todos mis compañeros nos encantaba leer, y nos hacía cuestionarnos todo: los objetivos y el centro de lo que leíamos. Nos ayudó a conocer la lectura y la literatura. La recuerdo siempre”, nos cuenta Camila Vidal, ahora diseñadora y una alumna que no olvida cómo su profesora la marcó desde esos años.

Docentes como Vigna son aquellos que dejan un sello en sus alumnos y que logran encantarlos con la lectura y las humanidades. ¿Por qué? “Porque la enseñanza de las humanidades es relevante para la formación personal e integral de los futuros profesionales en cualquiera de las disciplinas que estén estudiando”, señala Manuel Peña Muñoz, escritor, profesor de Castellano, mediador de lectura, especialista en literatura infantil y juvenil, y profesor en la Escuela de Literatura y Oralidad “Casa Contada”. 

Según el Diagnóstico Integral de Aprendizajes (DIA) de la Agencia de Calidad de la Educación (2021), la crisis sanitaria ha generado una baja en los resultados de aprendizaje en Lectura y aún más en Matemáticas, escenario que empeora todavía más desde 6° básico.

Ello debido a que –nos cuenta Manuel Peña– “el ser humano necesita educar el pensamiento crítico, la sensibilidad, las emociones y el lenguaje a través de las asignaturas humanistas, principalmente por medio de la filosofía y la literatura. El mundo actual privilegia la tecnología y descuida el desarrollo interior, que es fundamental para el mejor entendimiento y para la propia felicidad del ser humano”. 

Sucede que, tal como señala Armando Roa, poeta, ensayista, antologador, narrador y traductor, “el aporte de las humanidades es esencial no solo para educar a los alumnos como personas con capacidad reflexiva y conciencia crítica, sino también para cultivar la imaginación, la creatividad y la sensibilidad estética, abriéndolos a un mundo trascendente donde se juegan los verdaderos sentidos de lo que somos y hacemos, tanto respecto de nosotros mismos como en nuestras relaciones con los demás. Como se ha subrayado tantas veces, no basta con formar profesionales; nuestras sociedades necesitan, ante todo, de personas”.

Pelusa Orellana, profesora titular e investigadora de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes, y vicedecana de Investigación.

Las humanidades son, en sí mismas, explica Pelusa Orellana, profesora titular e investigadora de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes, y vicedecana de Investigación, “una formación integral, pues abordan las grandes preguntas que el ser humano tiene. De hecho, en un mundo invadido por la tecnología es posible que como personas olvidemos lo que somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos; en ese sentido, las humanidades nos llevan de vuelta a preguntas esenciales”.

“La tecnología justamente entrega respuestas inmediatas, resuelve problemas fácilmente, pero tiene el riesgo de hacernos olvidar que en esencia somos personas con cuerpo y alma, con personalidades, motivaciones, intereses y sueños distintos, y que convivimos con otras personas”. Pelusa Orellana

Por ello, lo que sucede es que, dice Pelusa, la “filosofía, literatura, arte, estética, nos permiten apreciar el legado que el hombre ha dejado en el mundo durante más de dos mil años, y nos recuerdan lo esencial de su existencia. La literatura, por ejemplo, es una de las disciplinas humanistas, la cual nos permite conocer y conocernos en mayor profundidad, pues las grandes obras literarias que la humanidad ha producido retratan personalidades que muchas veces coexisten en nuestra realidad y nos permiten comprenderlas mejor, entender sus motivaciones y, en última instancia, ser más empáticos”.

Asimismo, agrega Manuel Peña, “a menudo el sistema burocrático y pedagógico de la universidad no deja tiempo a los docentes para el cultivo de su vida interior o para la lectura reflexiva y silenciosa de textos. Suele ocurrir que la educación se transforma en traspasar contenidos para ser evaluados y se pierde la formación integral del alumno como ser individual y también la del docente, que no la cultiva por falta de tiempo y demasiadas exigencias administrativas. Por ello, pienso que el camino de la enseñanza de las humanidades debe partir por el docente. He tenido alumnos de magíster en Lenguaje y Comunicación que nunca han ido a un museo, que nunca han leído un libro, que nunca han asistido a un concierto, ni han visto una película de cine arte. Y, sin embargo, son docentes”. 

A juicio de este profesor de Lenguaje, en las últimas décadas se ha perdido el sentido de la educación humanista y se ha privilegiado una educación pragmática que se ha centrado en la medición de los aprendizajes. “Ojalá hubiera una vuelta a las asignaturas humanistas, quizás a través de cursos de filosofía, música, literatura y artes en general, para que se formaran los docentes y estudiantes universitarios. Ojalá estas asignaturas se fomentaran desde la infancia. En la vida adulta ya es muy tarde”. 

Armando Roa, poeta, ensayista, antologador, narrador y traductor.

¿Por qué? “La lectura favorece el desarrollo de la inteligencia y cultiva la capacidad de reflexión y análisis. Un estudiante que no lee es más desvalido espiritualmente que uno que se maneja en la lectura de libros de calidad. La lectura de textos literarios y filosóficos cultiva el mundo interior y enseña a los estudiantes a disfrutar de la belleza, que es un bien no considerado en una sociedad consumista y tecnócrata”, dice Peña.

Humanidades vs. tecnologías

Sobre la irrupción de las tecnologías y el cómo afectan a las humanidades, Manuel Peña relata su experiencia como docente: “Me gustaría contar mi experiencia como profesor de cursos y talleres de literatura infantil y fomento de la lectura en la Escuela de Literatura y Oralidad ‘Casa Contada’ (https://casacontada.com). Estos talleres funcionaban en forma presencial, pero después de la pandemia tuvimos que reinventarnos y ofrecerlos en formato virtual. La experiencia ha sido muy buena y enriquecedora, pues antes teníamos alumnos que vivían en comunas cercanas a Providencia, pero al realizar los cursos de forma virtual, tenemos ahora participantes de todo Chile y Latinoamérica: México, Argentina, Colombia”. 

“El aporte de las humanidades es esencial, no solo para educar a los alumnos como personas con capacidad reflexiva y conciencia crítica, sino también para cultivar la imaginación, la creatividad y la sensibilidad estética, abriéndolos a un mundo trascendente donde se juegan los verdaderos sentidos de lo que somos y hacemos”.  Armando Roa.

Cuenta Manuel que las comunidades de lectura que se han formado con integrantes de tantos países han sido una gran experiencia humana por el intercambio, la interacción, el diálogo y la rica comunicación humana que se produce. “Hemos tenido que aprender tecnología y reinventarnos también en el modo de brindar estos cursos de otro modo, integrando muchos saberes en las clases: el arte, la música, la filosofía y el cine, enriqueciendo las sesiones con las reflexiones de los alumnos desde diferentes países y con distintos puntos de vista. Las clases resultan muy interactivas”. 

Explica Manuel Peña que, para él, su motivación por la lectura le resultó mucho más efectiva desde las plataformas digitales que en forma presencial, quizás debido al tipo de alumnos que ha llegado, procedentes de distintas profesiones y con intereses muy diversos: “La pandemia ha sido una oportunidad para enriquecernos y los integrantes del Club de Lectura han respondido muy bien al desafío de la tecnología”. 

De hecho, dice Manuel que otro aspecto positivo ha sido la posibilidad de brindar cursos y talleres de literatura infantil y fomento de la lectura a universidades extranjeras y diferentes instituciones educativas desde la virtualidad. “Ha sido una experiencia que no la teníamos hace dos o tres años, lo que demuestra que es posible integrar la tecnología a los estudios humanistas, consiguiendo una excelente comunicación”. 

Manuel Peña, escritor y profesor en la Escuela de Literatura y Oralidad “Casa Contada”.

Sin embargo, apunta Armando Roa que “no se han dejado de lado las humanidades porque el mundo esté más o menos tecnologizado. Las razones son múltiples, pero van por otro lado. Creo que, en esencia, bajo una mentalidad utilitarista y con un sesgo muy economicista que asimila todo al consumo y cuyo impacto en la educación ha sido demoledor, se las considera, como dice Nuccio Ordine, poco rentables o ‘inútiles’ al corto plazo”, quien sostiene además que las disciplinas humanistas son imprescindibles para que “la humanidad se vuelva más humana”. 

“Pienso que el camino de la enseñanza de las humanidades debe partir por el docente. He tenido alumnos de magíster en Lenguaje y Comunicación que nunca han ido a un museo, que nunca han leído un libro, que nunca han asistido a un concierto, ni han visto una película de cine arte. Y, sin embargo, son docentes”. Manuel Peña.

Porque, como enfatiza Pelusa Orellana, “la tecnología justamente entrega respuestas inmediatas, resuelve problemas fácilmente, pero tiene el riesgo de hacernos olvidar que en esencia somos personas con cuerpo y alma, con personalidades, motivaciones, intereses y sueños distintos, y que convivimos con otras personas”.

¿Y en el currículo?

Además, explica la investigadora de la Uandes, hemos dejado menos tiempo a la lectura profunda de los clásicos, “hay menos espacio para dialogar en torno a grandes ideas humanistas, por un afán de cobertura. Se leen muchas obras en historia, literatura y filosofía tal vez, pero es poco el tiempo que el profesor tiene para profundizar en ellas”. 

Por ejemplo, “programas como los Seminarios Socráticos, que dedican un 30 por ciento del tiempo a la discusión de estas grandes ideas en forma colaborativa y a partir de textos de calidad, permiten generar ese diálogo, y ha sido demostrado que en esas instancias se mejora considerablemente la comprensión, la expresión oral y la escritura; por lo tanto, el tema de su desvalorización va más por el tiempo y profundidad que se les dedica. En muchos colegios se lee La Odisea, por ejemplo, pero se analiza con menos profundidad, no se conversa sobre cómo algunos grandes temas que aparecen en esa obra son pertinentes en la actualidad. Si además se hicieran lecturas y conversaciones interdisciplinarias (filosofía-historia-literatura), podría profundizarse mucho más, y eso sería una ganancia para los estudiantes”.

Armando Roa dice que, en Chile, desgraciadamente, las humanidades no tienen un peso curricular relevante, ni a nivel escolar ni a nivel universitario. “Hay, por cierto, algunos esfuerzos aislados cuyo valor no se puede desconocer, pero son la excepción. Hay que dar un salto copernicano, pero ese salto pasa también por restaurar el valor de las humanidades en el conjunto de la sociedad, creando un ecosistema que favorezca su desarrollo”.

¿Cómo motivar la lectura? Súper claro, dice Armando Roa: “Enseñándoles con la vida, no hay nada más inspirador que el ejemplo. Si la lectura y la filosofía no nos tocan en lo más hondo, difícilmente podremos entusiasmar a los alumnos. De allí la importancia de profesores bien formados y enamorados de su oficio, que vean la enseñanza como lo hizo Gabriela Mistral: como una obra de arte, porque la lectura y la filosofía nos interpelan, no como simples asignaturas de una estructura curricular determinada: leemos, como diría George Steiner, para darles una patria a los grandes sentidos que enriquecen nuestra existencia como seres humanos”.

Claves para motivar, según Pelusa Orellana

La lectura es esencial para el ser humano, es como el aire que se respira. Lo enriquece y, por lo mismo, debiera ser un hábito de vida. Sin embargo, no es posible adquirirlo si no existe interés por ella. ¿Cuáles son los factores que más motivan?

  •  Los modelos lectores (personas que leen en el entorno de los estudiantes), y esos modelos son siempre padres y profesores. 

  • El acceso a libros. Por lo tanto, si los estudiantes, desde muy chicos ven a padres y profesores leyendo, comentando y disfrutando un libro, asociarán la lectura a algo positivo, y si los libros son asequibles, también se interesarán por ellos. 

  • Desgraciadamente, en Chile estos dos factores están un poco al debe porque en promedio hay menos de diez libros por hogar, y más de la mitad de la población se declara no lectora.

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