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Abr 2024 - Edición 281

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La historia del profesor Mario

Además de las brechas de aprendizaje que, ya sabemos, nos dejó la pandemia, también reveló la importancia y la vinculación de la escuela con su entorno. De ello conversamos con el destacado profesor chileno Mario Santibáñez, que ejerce ahora en Valdivia y que en 2016 se transformó en uno de los cinco finalistas del Global Teacher Prize Chile.

Por: Marcela Paz Muñoz I.
La historia del profesor Mario

Mario Santibáñez es un destacado docente, reconocido a nivel internacional, ya que hace algunos años quedó seleccionado entre los 50 mejores profesores del mundo, en el certamen Global Teacher Prize. Ahora, desde el año 2020, es profesor de Ciencias Naturales y Biología en el Centro Educacional San Nicolás de Valdivia, que atiende a niños de contextos de alta vulnerabilidad, además de un gran número de estudiantes con dificultades de aprendizaje, lo cual es abordado sistemáticamente por la comunidad escolar, que cuenta con diversos especialistas y la voluntad del profesorado de mejorar sus prácticas pedagógicas.

Su historia es de vocación pura, de esfuerzo y amor por la enseñanza. De hecho, nos cuenta, desde que decidió estudiar Pedagogía como su segunda carrera, “me ha motivado el hecho de que la escuela sea el motor de desarrollo de las comunidades. En mi caso particular, finalicé mis estudios como biólogo en una zona rural costera de la Región de Los Ríos. Trabajando en esa localidad, observé cómo la escuela abandonada era recordada por su importancia en la comunidad. Fue esa una de las razones por las cuales quise estudiar Pedagogía, con el objetivo de recuperar esta escuela y otras que se encuentren en estados similares. Lamentablemente, por distintas razones, me fui a Santiago y no pude completar ese sueño”.

“Me gustaría señalar que el cambio comienza por uno. En mi caso, yo decidí gamificar mis clases, esto quiere decir: incorporar elementos de los juegos en mis clases de ciencias y, por lo mismo, no es extraño que me personifique de algún viajero del tiempo, o alquimista, para invitar a nuestros estudiantes a nuevas experiencias de aprendizaje. Ese tipo de iniciativas siempre son conocidas por los padres, y son valoradas muchísimo”.

Tal como nos asegura, ha experimentado en carne propia la importancia del vínculo que cada escuela, en la localidad donde se ubique, puede generar en su entorno. “A través de mi trayectoria como docente he observado cómo las escuelas tienen un impacto tremendamente significativo en sus comunidades, y esto, independiente del contexto socioeconómico en el que se encuentren; ya sea en zonas de alta vulnerabilidad económica, donde la escuela es un centro comunitario, que se establece como una zona segura para los estudiantes y por lo cual las familias confían en las comunidades escolares; o bien, en un entorno acomodado, donde los estudiantes socializan y son estimulados con deportes o actividades extraprogramáticas. Del mismo modo, en cualquier contexto las comunidades escolares se constituyen como un lugar de crecimiento, no solo en lo académico, sino también en diversas áreas, tanto deportivas, como culturales e incluso económicas, ya sea con actividades de venta de alimentos, productos de diverso tipo, emprendimientos familiares o trueque de productos. La escuela es mucho más que solo los conocimientos”.

Por ello, a juicio de Mario, las escuelas cumplen un rol social, no solo académico, y ese rol, por lo menos hasta ahora, “no es reconocido por el ministerio, el Estado, ni por nuestra sociedad. Estas actividades, que todos dan por hecho que se deben realizar, no se encuentran definidas en ningún cronograma, ni planes o programas, ni en los tiempos destinados al trabajo con nuestros estudiantes, y cuando no estuvimos en la escuela debido a la pandemia, estos espacios desaparecieron completamente y parece que nadie se dio cuenta de ello”.

-Por ello, ahora más que nunca parece importante recuperar y generar ese vínculo…

-Por eso es que el retorno a clases es fundamental, no solo por los aprendizajes académicos que se perdieron, o no necesariamente porque solo se adquieran aprendizajes académicos. La escuela, al ser un centro en las comunidades, recibe la tarea no solo de entregar conocimientos a los estudiantes, sino también de crear instancias de apertura a la comunidad, ya sea con campeonatos deportivos, muestras folclóricas, ferias de ciencias o de otras disciplinas, kermeses, ferias de emprendimientos, u otras actividades que se puedan desarrollar. Esos espacios se constituyen como una muestra de los quehaceres y saberes propios de cada escuela, donde la comunidad se hace parte de esas actividades, lo que también repercute en nuestros estudiantes, quienes ven su escuela con otros ojos, con más cercanía y mucho más revalorizadas. También significa que estos espacios son percibidos por la comunidad con otros ojos, como un lugar de encuentro, de esparcimiento, y que debe ser cuidado y protegido.

Además, asegura el profesor Santibáñez, no se debe olvidar que en las escuelas también se llevan a cabo muchos programas de salud: “Solo por destacar uno: el programa de vacunación obligatoria. En otro ámbito, y aún más fundamental, las escuelas y las comunidades escolares somos los primeros fuera de casa en detectar señales de que nuestros niños están pasando por dificultades, y también en la mayoría de los casos, somos capaces de manejar esas situaciones o derivar a los especialistas pertinentes. Por estos motivos, estoy completamente a favor de la apertura de las escuelas en las comunidades”.

-¿Crees que así es posible mejorar el involucramiento y el aprendizaje de los estudiantes?

-Absolutamente de acuerdo. En muchas investigaciones ha quedado demostrado cómo el involucramiento de las familias y comunidades impacta significativamente en los aprendizajes de los estudiantes; esto, desde múltiples perspectivas. Y, ojo, no significa que les enviemos tarea para la casa y las familias deban ayudar a los niños, sino que esto representa una oportunidad para hacer partícipes a las familias y comunidades en los aprendizajes transversales de nuestros estudiantes, incluso a través de redes sociales, publicando las actividades que realizan. Esto lo hemos aplicado en nuestro establecimiento, publicando los trabajos de nuestros estudiantes, ya sea cuando trabajaron en casa por las cuarentenas, o presencial cuando regresamos a clases, siempre mostramos de qué son capaces nuestros niños y niñas. De forma positiva y segura se puede hacer, siempre manteniendo los canales de comunicación abiertos con los padres y apoderados, es posible.

“En muchas investigaciones ha quedado demostrado cómo el involucramiento de las familias y comunidades impacta significativamente en los aprendizajes de los estudiantes; esto, desde múltiples perspectivas”.

Otra de sus estrategias, cuenta el docente, fue publicar en YouTube los videos con sus clases online, lo cual generó excelentes resultados. “También debo señalar que el uso de una plataforma web donde podamos hacer un seguimiento de los estudiantes, enviarles actividades o tomarles cuestionarios online, ha sido una tremenda herramienta; en nuestro caso utilizamos Lirmi, pero sé que existen diversas plataformas”.

-Una estrategia que mis colegas profesoras jefe han implementado exitosamente es tener grupos de WhatsApp con los padres y los estudiantes, con la salvedad de que implementan la versión empresas, de ese modo se generan horarios de atención, mensajes automatizados o la posibilidad de solo permitir leer la información y no responder. Todo, por supuesto, depende de cada contexto. Todas estas acciones han sido comentadas y reflexionadas por el cuerpo docente de nuestro establecimiento y siempre llegamos a los consensos para implementarlas escuchando las experiencias de todos nosotros.

-¿Existen otras acciones que permitan incrementar esa importante relación?

-La pandemia nos ha mostrado que la tecnología es una herramienta que nos puede facilitar la vida si la utilizamos correctamente. De todas maneras, recomiendo mejorar la comunicación de la escuela con sus comunidades, ya sea con un canal de YouTube, un grupo de Facebook, una cuenta de Twitter, un perfil de Instagram o una cuenta de TikTok, pero debe ser una vía oficial y actualizada. Esto acerca más a las comunidades con los procesos propios del establecimiento.

En segundo lugar, utilizar herramientas donde se pueda hacer un seguimiento personalizado de los procesos de cada estudiante, ya sea a través de plataformas especializadas o más individualizado por correo electrónico; pero, para mí, la clave es la comunicación y la transparencia.

-¿Algún otro consejo para seguir desarrollando ese vínculo?

-En un tiempo de información instantánea, de hiperconectividad, es raro que una instancia tan importante como lo es la escuela, no sea más asequible para sus miembros. Por lo tanto, generar instancias de difusión de las actividades futuras y pasadas es lo mínimo que podemos establecer. Ofrecer un sistema que muestre el seguimiento de nuestros estudiantes por parte de las familias es para mí el segundo paso, sobre todo por el contexto de pandemia que vivimos y porque los tiempos tecnológicos lo exigen.

Ofrecer a nuestros estudiantes la clase invertida (flipped classroom en inglés) es otra estrategia que podemos implementar y que no solo permitirá a nuestros estudiantes conocer el contenido a tratar antes de la clase, sino que también sirve para que los padres y apoderados conozcan la forma en que trabajamos con sus hijos. Esa transparencia es muy sana para el contexto de la escuela.

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