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Abr 2024 - Edición 281

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La tecnología, ¿Cambió la forma de enseñar o no?

Para que se genere una real transformación educativa el foco deberá estar en la realización de estrategias activas que pongan como protagonistas a los alumnos, desarrollando en ellos nuevas habilidades, con el apoyo de la tecnología. De esa forma es posible generar un real cambio gracias a las actitudes y mentalidades de quienes intervienen en la sala de clases y en el sistema educativo.

Por: Marcela Paz Muñoz I.
La tecnología, ¿Cambió la forma de enseñar o no?

Un reciente estudio de Elige Educar señala que 9 de cada diez educadores debieron innovar en la forma de hacer sus clases. Se trata de la investigación “Situación de docentes y educadores en pandemia”, en la cual participaron cerca de 2.500 educadores, entre profesores, educadores de párvulos y directivos de establecimientos educacionales del país.

Sucede que la pandemia nos obligó a todos a acelerar los cambios y a transformar la forma de educar a los alumnos. De hecho, el editor de la revista Wired UK, inversor y experto en ciberseguridad ha definido mejor el tremendo impulso que ha recibido la Cuarta Revolución Industrial en el mundo desarrollado gracias a la pandemia: “Los cambios que predijimos para dentro de 10 años han ocurrido en seis semanas”, resume Ben Hammersley.

Se podría decir, por tanto, que la irrupción de las tecnologías en la sala de clases probablemente sea definitiva y aceleró un futuro próximo previsto. “No obstante, su presencia en el contexto de la pandemia se produjo de manera disruptiva, como una reacción ‘de emergencia’ para asegurar la continuidad educativa, ante la imposibilidad de estar juntos en el marco y sentido de un espacio que históricamente ha promovido el encuentro presencial y que es un sistema de interrelaciones organizado”, explica Rayén Condeza, Ph.D y profesora asociada del Departamento de Comunicación Aplicada, de la Facultad de Comunicaciones de la Pontificia Universidad Católica de Chile. 

Señala Rayén que, si bien los modelos de enseñanza-aprendizaje son pilares fundamentales de las sociedades, “una irrupción de las tecnologías de manera improvisada, sin que su uso se planifique previamente o se inscriba en un proyecto pedagógico mayor, con un sentido conocido y compartido por la comunidad educativa, no necesariamente cambia las formas de enseñar o constituye una acción innovadora”. 

¿Por qué? Señala la académica de la PUC que podría incluso suceder que se generaran nuevas desigualdades sociales, tecnológicas y territoriales, o problemáticas no previstas, como la desmotivación, la ansiedad de exposición del ámbito privado o la conexión-desconectada expresada, por ejemplo, en las cámaras apagadas. “De manera que las necesidades de cambio en las formas de enseñar no se restringen a lo tecnológico, sino a las actitudes y mentalidades de quienes intervienen en la sala de clases y en el sistema educativo. Se trata, entonces, de lograr que las personas que utilizan las tecnologías modifiquen su percepción hacia estas y hacia su propio rol en la escuela, de darles un sentido a su presencia y a su uso.

Nos vimos enfrentados a un cambio muy rápido, explica Trinidad Sánchez, académica de la Facultad de Educación y directora de STEM UAndes, y tuvimos que “implementar una nueva forma de interacción y, claro, cambió a la fuerza la forma de enseñar. Sin embargo, la clave en el enseñar es que al otro lado hay otro que aprende, y creo que ese debe ser el foco. Cambió la forma de enseñar porque ha sido por otro medio, con otros estímulos. Sin embargo, hay un desafío en lograr mejores aprendizajes, y para eso se requiere planificación y preparación, que con la irrupción del modo online de emergencia no necesariamente se dio”.

En concreto, señala el director del Colegio Blest Gana, Ricardo Román, “debemos reconocer que el modo tradicional de hacer clases ya no les hace sentido a los estudiantes, de todas las edades; y que intentar que los alumnos atiendan a la exposición de un profesor por una hora o más tiene muy poco de productividad para los aprendizajes”. 

Ello, explica el director, sucede porque los alumnos viven expuestos a pantallas conectadas a internet con video, audios, juegos, comunicación permanente con sus pares, su experiencia vital es dinámica y veloz, “y, por tanto, es muy difícil que asuman los modos tradicionales de aprendizaje, comunicación y autoridad tradicionales”.

Según Rayén Condeza, es probable que las tecnologías en su formato actual, siempre cambiante, hayan contribuido a una comunicación más personalizada y cercana de los docentes con los estudiantes a su cargo, en comparación con el espacio tradicional de la sala de clases. Muchos profesores se vieron motivados a crear estrategias pedagógicas activas, a generar materiales y acciones que requirieron una mayor participación y toma de decisiones por parte de los alumnos, así como a dosificar mejor los tiempos de enseñanza y la forma de promover la adquisición de los conocimientos, de manera significativa. 

Sin embargo, la pregunta que muchos investigadores se han formulado es por qué justamente ahora ocurrieron las transformaciones, desde el punto de vista de la tecnología. En muchas ocasiones, dice Ricardo, “las tecnologías desafiaban a los profesores a exponerse ante algo que no dominaban, que no les aseguraba que iba a resultar, por lo cual les implicaba tolerancia al riesgo y a los errores, y desarrollar habilidades que estaban fuera de su espacio tradicional de trabajo. El desafío de aprender a aprender se hace imperativo para adoptar nuevas prácticas y nuevas tecnologías que desafían los aprendizajes tradicionales”. 

¿Cómo lo lograron? “El primer propósito fue comenzar a cultivar estrategias de aprendizaje activas que pongan como protagonistas a los estudiantes, a partir de desafíos, proyectos y juegos, de las cuales hay mucha experiencia a nivel mundial. Construir un nuevo repertorio de prácticas y de relaciones entre los docentes y los alumnos, en que el profesor deja el control del aula y se transforma en un motivador y orientador de los estudiantes, que investiguen, exploren, prueben y experimenten, colaborando en equipos”, indica Ricardo Román.

Señala el director del Colegio Blest Gana que “establecimos asignaturas centradas en el desarrollo de habilidades digitales, como creatividad digital, en la cual se aprende a ejecutar proyectos creativos basados en programación, y la reorientación de la asignatura de Tecnología hacia el mundo ‘maker’ de diseño digital en el computador y la construcción de objetos materiales con impresoras 3D, cortadoras láser y fresadoras digitales. También masificamos el acceso a las tecnologías con internet, computadores, tabletas y sus propios teléfonos celulares para motivar a profundizar los aprendizajes en las asignaturas tradicionales. En paralelo hemos promovido intensos procesos activos de capacitación muy práctica para todos los docentes, como programación, diseño asistido por computador, robótica y la adopción de diversas plataformas de aprendizajes y de juegos, con el acompañamiento permanente de profesores con habilidades tecnológicas avanzadas y del equipo de gestión”.

Los aportes 

A estas alturas de la pandamia es posible señalar, dice Matías Recabarren, PhD, académico de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de la Uandes, que desde que el ser humano “habita la Tierra, hemos tenido una relación con la tecnología. Tomamos elementos de la naturaleza y los modificamos para un propósito, para solucionar una problemática, y aquello forma parte de nuestra humanidad”.

A juicio de la académica de la PUC, la escuela pospandemia ganaría si se considera como un sistema de comunicación y de interacciones en distintos sentidos. “Se habla mucho de repensarla como un ambiente digital de aprendizaje. Otros promueven una visión híbrida, mientras hay quienes se preocupan por el rol central que las tecnologías de información y comunicación ya tienen entre los niños, niñas y adolescentes como para agregar una mayor preponderancia de ellas en el proceso educativo formal”.

Entonces, ¿cómo será esa escuela? “A lo que apunto es que no solamente hace falta que los docentes tengan formación inicial en tecnologías, como la Unesco y la OCDE lo han promovido desde hace décadas con razón, o que en los establecimientos educativos se cuente con inversión en este tipo de recursos. Es decir, no basta una educación mediada por la tecnología, sino que la tecnología esté presente y sea empleada de manera inclusiva, para que los niños, adolescentes y jóvenes, a su vez, creen tecnología, desarrollen proyectos, amplíen su potencial creativo, humano y de comunicación con otros, y, sobre todo, le encuentren un sentido a la vida. Probablemente, a propósito de la pandemia, se requiere una reflexión profunda en torno al currículum actual y a los paradigmas de formación hasta ahora empleados. 

Porque lo importante, indica Matías, “no es solo dominar técnicas, manejar nuevas plataformas, o aumentar nuestras habilidades de navegación. La tecnología tiene un impacto en la toma de decisiones, juega un rol social, nos permite conectarnos e incluir a otros, también tiene un componente ético. El conocer de tecnología digital y sus diferentes dimensiones es parte de las alfabetizaciones básicas de un ciudadano actual”.

Pero, ojo, porque, advierte el director del Blest Gana, para los estudiantes conectarse a videoclases no es utilizar tecnologías, como para los adultos escribir un correo o conducir un automóvil no es tecnología, es hacer la vida normal. “Lo central de las clases online ha sido el acercamiento de los docentes al uso naturalizado de las tecnologías, a perder el miedo a equivocarse o a exponerse ante los alumnos. Ese es el efecto más relevante para la transformación educativa, el cambio de rol o identidad de los docentes, desde el personaje principal y que más sabe, a un dinamizador que incluso aprende en conjunto con los estudiantes”.

En el caso de los alumnos, cuenta el director, la diferencia la hace la realización de proyectos creativos en el aprendizaje de cada asignatura o combinación de asignaturas, a partir del uso de plataformas de colaboración y plataformas de programación, todo a distancia. “Desde crear presentaciones con síntesis de contenidos hasta desarrollar dispositivos para control de humedad de plantas, o juegos y videos de historia y geografía”. 

Una de las lecciones: enseñar a programar desde los primeros años

Si tuviésemos que enumerar las lecciones que nos ha dejado la pandemia, una de ellas es la importancia de enseñar a los alumnos, desde los primeros años, a programar. “Más que buscar reducir la impulsividad a partir de la programación y el pensamiento lógico, pusimos en el centro la motivación y el desarrollo de habilidades sociales y emocionales, utilizamos las tecnologías para que los estudiantes se motiven con desafíos y trabajos colaborativos, lo que los lleva a aprender a negociar, a resolver diferencias, a coordinarse, a contenerse mutuamente”. 

“La programación genera más que un proceso racional; más bien, es un espacio emocional de motivación, confianza y cuidado mutuo. En cualquier caso, se evidencia una mejora en la capacidad de aprender con autonomía y autodisciplina, lo cual ayuda en todas las asignaturas”, asegura el director del Blest Gana.

¿Por qué?

“Enseñar la tecnología en su integralidad, con todas sus dimensiones –técnica, ética, social–, permite desarrollar habilidades y aptitudes necesarias para un ciudadano actual. Eso no significa niños hiperconectados, eso es una concepción parcial de lo que es tecnología. ¡Cómo no va a ser impactante que gracias a la tecnología se logre incluir en una sala de clases a niños y niñas desde sus casas, que no pueden asistir! O compartir con niños del otro extremo de nuestro país, visitar un museo en Egipto o conocer la superficie de Marte”, señala el académico de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Aplicadas.

Sucede que, agrega el director del Blest Gana, “es muy importante insistir más que en la adopción en general de tecnologías, en el cambio en el modo de enseñar centrado en realizar estrategias activas que pongan como protagonistas del aula a los alumnos, investigando, experimentando, colaborando, jugando, emocionándose, y con eso pensar en qué tipo de habilidades es necesario desarrollar y qué tecnologías pueden ayudar a profundizar en esta nueva forma de educar”.

Asegura Ricardo que no son las tecnologías por sí mismas lo que ha cambiado, “se trata de lo que se hace con ellas en el aula, y más allá del aula. Una clase por videoconferencia no tiene nada de innovación si se centra en la exposición de una presentación power point del profesor. La innovación debe estar en lo que hacen los estudiantes para aprender, y con eso determinar las tecnologías más útiles”.

No obstante, “uno de los principales problemas que hemos notado con motivo de la pandemia –y que ya habíamos detectado en un estudio previo sobre percepciones de padres sobre el uso de múltiples pantallas por sus hijos– es que las tecnologías se emplean por los adultos como reemplazo de la interacción y de tiempo de dedicación a ellos, o bien para entretenerlos mientras se realizan actividades del hogar. Incluso para que coman. Utilizamos allí la metáfora del cuidado o parentalidad electrónica, que no es recomendable. A menudo, inclusive, se emplean las tecnologías como objeto de recompensa o de castigo, según los propios apoderados declaran. En estos ámbitos, al igual que para las respuestas anteriores, de nuevo la comunidad educativa está llamada a abordar la dimensión de la tecnología desde una perspectiva sistémica”, advierte Rayén Condeza.

Termina Matías: “Es importante entender cómo el pensamiento tecnológico es impulsor de cambio en nuestra sociedad y ha permitido enfrentar diferentes problemáticas con creatividad. Todas estas dimensiones son abordables desde el mundo escolar con reflexión y gradualidad”.

Rayén Condeza Ph.D y profesora del Departamento de Comunicación Aplicada de la Facultad de Comunicaciones PUC

 

“No basta una educación mediada por la tecnología, sino que la tecnología esté presente y sea empleada de manera inclusiva, para que los niños, adolescentes y jóvenes, a su vez, creen tecnología, desarrollen proyectos, amplíen su potencial creativo, humano y de comunicación con otros, y, sobre todo, le encuentren un sentido a la vida”.

 

Trinidad Sánchez académica de la Facultad de Educación y directora de STEM UAndes

“Cambió la forma de enseñar, porque ha sido por otro medio, con otros estímulos. Sin embargo, hay un desafío en lograr mejores aprendizajes, y para eso se requiere planificación y preparación, que con la irrupción del modo online de emergencia no necesariamente se dio”.

 

 

Ricardo Román Toro director del Colegio Alberto Blest Gana

“Lo central de las clases online ha sido el acercamiento de los docentes al uso naturalizado de las tecnologías, a perder el miedo a equivocarse o a exponerse ante los alumnos. Ese es el efecto más relevante para la transformación educativa, el cambio de rol o identidad de los docentes, desde el personaje principal y que más sabe, a un dinamizador que incluso aprende en conjunto con los estudiantes”.

 

Matías Recabarren PhD, académico de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de la Uandes.

“Es importante entender cómo el pensamiento tecnológico es impulsor de cambio en nuestra sociedad y ha permitido enfrentar diferentes problemáticas con creatividad. Todas estas dimensiones son abordables desde el mundo escolar con reflexión y gradualidad”.

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