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Regístrate y accede a la revistaCharo Sádaba es una de las investigadoras más connotadas de España e Iberoamérica en temas de uso de nuevas tecnologías. En conversación con revista Educar, anima a los padres a salir del miedo o la parálisis y ejercer su responsabilidad en este ámbito. ¿Un error común? Convertirnos en fiscalizadores de tiempos de uso cuando, en realidad, lo más importante es saber para qué usan las pantallas y qué relación emocional tienen con ellas.
Las investigaciones muestran que el teléfono con conexión a internet o smartphone es, por lejos, el aparato rey actualmente. Los computadores se usan casi exclusivamente con fines laborales y de estudio; las consolas de videojuegos son solo para jugar; y las tabletas se asocian a un uso de niños pequeños con mediación de sus padres.
Es decir, a nuestros preadolescentes y adolescentes el teléfono les basta y les sobra. Ahí pueden hacer todo lo que necesitan en relación con la tecnología. “¿Somos conscientes de ello cuando tomamos la decisión de regalarle un móvil a nuestro hijo? ¿Nos sentimos preparados para guiarlos en este ámbito?”, pregunta Charo Sádaba, experta en uso de tecnologías y decana de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Navarra.
Charo Sádaba es la primera en ver los enormes beneficios de las pantallas. Como comunicadora e investigadora es activa en su cuenta de Twitter y participa permanentemente de foros y seminarios online. Destaca entusiasta cómo la tecnología nos mantuvo conectados con nuestros seres queridos durante los confinamientos y nos permitió seguir estudiando y trabajando. “Las posibilidades son fascinantes. Solo hace falta que las personas y, sobre todo, padres y educadores, nos demos cuenta de que si la tecnología entra más a nuestras vidas, más capacidades necesitamos para relacionarnos con ella de forma adecuada”, observa.
—Los estudios muestran que muchos padres se sienten superados por la tecnología y, otros, atemorizados. ¿Hacia dónde se orienta una relación sana con el tema?
—Ver la tecnología como un enemigo de la familia no es bueno, porque la sacas del ámbito educativo. Se puede convertir en algo aspiracional y cobrar más protagonismo del que le corresponde. Muchas veces el estilo parental ante las pantallas refleja la propia relación con el fenómeno. Nosotros mismos estamos incómodos con nuestra relación con las pantallas y no hemos hecho una reflexión personal.
—¿Qué estilos parentales se distinguen respecto de las pantallas?
—En los últimos años se vienen estudiando lo que llamamos “estrategias de mediación parental” que versan, exclusivamente, respecto de los medios de comunicación y tecnologías. Se refieren a cómo los estilos parentales se aplican ante un elemento ajeno a la familia y que tiene una capacidad de influir en los más pequeños. Son cuatro estrategias que combinan dos ejes: el eje de acompañamiento y el eje de control. De su cruce se dan los padres súper controladores, que establecen normas de uso y no dan motivos a los hijos acerca del sentido o el objetivo de las normas. Hay poco calor pero sí normas muy claras. Luego, están los padres que fijan normas y se esfuerzan por darles un sentido educativo. Plantean ideas del estilo “Como mamá y papá queremos que tengan tiempo para hacer otras cosas, vamos a utilizar las pantallas solamente una hora al día, ustedes eligen qué hora”, etc. Luego están los padres que no fijan normas, pero están presentes y acompañan, atentos a las dudas de los hijos. Por último, están los que ni ponen normas, ni acompañan.
—¿Cuál sería su recomendación para los padres de preadolescentes y adolescentes, dónde poner el foco?
—Los padres tienen la responsabilidad de acompañar y guiar a sus hijos en el ámbito de la tecnología, así como lo hacen en las demás esferas. Y no hace falta que sepan demasiado de tecnología, sino que sepan bastante acerca de cómo es su hijo y cómo está su bienestar general. Para eso es necesario cultivar desde la niñez una relación de confianza y momentos de diálogo familiar. También los padres pueden hacerse preguntas como ¿duerme el tiempo suficiente?, ¿avanza en el colegio, lo pasa bien allá?, ¿se relaciona con sus pares y familiares?, ¿tiene aficiones que le aporten bienestar?, ¿cómo queda de ánimo luego de usar pantallas? Si de ese análisis quedamos con una idea positiva, es que probablemente el uso de las pantallas del hijo sea equilibrado.
—¿Y puede darnos un consejo acerca del uso del teléfono, en particular?
—La entrega del primer móvil al hijo es un momento importante y es esencial entender que no existe una edad estándar para esto. Depende de cada hijo, de cada caso. Y las reglas de uso dependerán también de qué creemos que necesita ese joven en particular. Hasta los 16 años se recomienda que los padres expliquen al hijo que ellos necesitan tener acceso al móvil y contraseñas. No para curiosear todo, sino para poder chequear sus redes en caso de ver que el hijo está pasando por un mal momento, pues eso puede tener relación con algo que sucede en el ámbito digital.
Charo Sádaba y un grupo de investigadores del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra dieron a conocer en junio de 2021 este estudio para el cual se analizaron encuestas a 1.200 jóvenes españoles de entre 18 y 22 años representativos del conjunto de España.
Se trata de una población muy joven, pero no ya en la etapa de adolescencia temprana donde, por la búsqueda de identidad, se ve un uso más intenso de las pantallas en general. Los 18 a 22 años son un período donde comienza a aparecer un estilo de autorregulación más adulto.
Los datos obtenidos muestran que, junto con el tiempo de uso del móvil (¿cuánto?), el bienestar personal de los jóvenes depende, en gran medida, de los motivos por los cuales recurren a esta tecnología (¿para qué?).
A partir de ello se perfilaron seis tipos de usuarios:
¿Sesgo hombres y mujeres?
El mayor sesgo de género se encuentra en los perfiles asociados con la evasión de problemas: entre los escapistas, que usan el móvil en busca de afecto, entretenimiento y evasión, el 62% son mujeres; y entre los impetuosos, que recurren a la tecnología para consumir pornografía o hacer apuestas, el 81% son hombres.
Sensación de falta de control
Algo más de un tercio (35%) de los jóvenes españoles manifiestan signos de falta de control en el uso del móvil: dejar de hacer planes por culpa del móvil, tener problemas de concentración en clase o en el trabajo, pasarlo mal si no tienen consigo su móvil, comprobar constantemente el móvil para no perderse conversaciones, o que otros les digan que usan demasiado el móvil. Los moderados son el grupo que más dice controlar este uso, y los hiperconectados están en el extremo contrario, más de la mitad muestran síntomas de un uso problemático de la tecnología.
Ansiedad y depresión: Más comunes en escapistas e hiperconectados
En el estudio se observa una clara relación entre la intensidad con que se utiliza el teléfono y el malestar psicológico de los usuarios. Aquí es esencial destacar que, en general, no es la pantalla la que lleva al malestar, sino que una persona que tiene problemas puede “refugiarse” o buscar alivio en las pantallas. Por lo tanto, si vemos a un joven que tiene una relación intensa con su móvil y, además, lo vemos tristón, falto de energía, sin amigos, etc., es motivo urgente para ofrecerle ayuda.
+ Sobre el estudio “De moderados a hiperconectados: seis perfiles de uso del móvil y su impacto en el bienestar personal” aquí
Charo Sádaba, es decana en la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Navarra. Es profesora, investigadora en temas de medios digitales, redes sociales, relación de las pantallas y la infancia y familia, entre otros. En 2018 fue incluida en el Top 100 de Mujeres Líderes de la Plataforma Mujeres&Cia.
En su cuenta de Twitter @csadaba publica su visión acerca de estudios y tendencias en estas temáticas.
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