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Mar 2024 - Edición 280

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¿Evaluar o no evaluar?

En tiempos más difíciles muchos docentes y comunidades se hacen la pregunta. Para algunos es clave, porque es una de las maneras de poder mejorar, y para otros… ¿Cómo será la evaluación pospandemia? ¿Cómo fomentar la autorregulación de los alumnos? Aquí, lo que nos contó un grupo de expertos.

Por: Marcela Paz Muñoz I.
¿Evaluar o no evaluar?

Carlos sabe que debe evaluar a sus alumnos, pero ellos todavía están asistiendo desde sus casas. En su comuna la cuarentena aún no se ha levantado y los casos de coronavirus se disparan día a día. “¿Qué hacer? ¿Cómo los puedo evaluar si ellos están desde sus casas?”, es la pregunta que se hace cada vez que está planificando su clase de Ciencias. 

Como Carlos, son muchos los docentes que sienten que es necesario reflexionar sobre la importancia de evaluar, especialmente en tiempos como los que estamos atravesando. Justo cuando el Mineduc anunció hace algunas semanas que el Plan de Evaluaciones planteado para el 2021-2026 consideró en su elaboración la emergencia sanitaria debido a la COVID-19 y por esta razón se redujo la cantidad de niveles evaluados. Por ello, allí se plantea la aplicación de solo cuatro evaluaciones Simce el año 2021.

Según señala Isabel Baeza, coordinadora de la Unidad de Currículum y Evaluación del Mineduc, “de acuerdo a lo que establece la ley N° 20.529, las pruebas censales deben ser incorporadas en la ordenación de establecimientos; sin embargo, se considera apropiado no utilizar los resultados obtenidos en las pruebas aplicadas el 2021 para la ordenación de establecimientos, dado lo irregular que ha sido la experiencia educativa durante los años 2020 y 2021 por efecto de la pandemia por COVID-19”.

Se trata en todo caso de un tema complejo. Explica Pelusa Orellana, directora de Investigación de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes, que “la incerteza que hay debido a la pandemia es grande. Obviamente, sin presencialidad no es posible evaluar. Pero, por otro lado, no tener información o un diagnóstico certero nos impide planificar mejor las acciones de apoyo a los alumnos para cuando acabe la pandemia. Y eso es muy necesario”. 

Señala que “ya estamos viendo retrasos enormes en lectura y lenguaje en los primeros años de básica. Eso acarrea un retraso en el aprendizaje que golpea todas las áreas disciplinarias. Y en nuestro continente ya arrastrábamos un retraso lector importante si pensamos que un tercio de los estudiantes solo comprende a nivel literal”.

En esa línea, Jocelyn Catalán, asesora educativa y diseñadora instruccional, apunta a que en estos tiempos, “más que traspasar de manera improvisada, las calificaciones deben estar definidas en la planificación desde un inicio y ser informadas a los estudiantes y sus familias, en concordancia con las directrices de la normativa vigente de evaluación (decreto 67/2018). En este sentido, evaluar formativamente implica que el docente genera instancias para recolectar evidencia durante el proceso de aprendizaje, estima cuánto y cómo cada estudiante avanza en su camino para lograr los objetivos planteados y los retroalimenta, al tiempo que reflexiona y ajusta sus prácticas pedagógicas, en función del progreso del aprendizaje de los estudiantes”.

Lo anterior, porque, asegura Jocelyn, la calificación permite certificar y determinar el grado de logro de los aprendizajes. “Por lo tanto, la evaluación formativa y la calificación tienen propósitos distintos; sin embargo, no son excluyentes, sino complementarios. En este punto debo hacer dos aclaraciones básicas, pero importantes: a una calificación también puede dársele un uso formativo y no toda evaluación es calificada”.

Evaluar es necesario

Para la coordinadora del Mineduc, “las evaluaciones siempre sirven, ya que son parte del mismo aprendizaje y le permiten al estudiante saber qué tan lejos o cerca está de lograr los objetivos, saber si está aprendiendo, monitorizar su propio aprendizaje y reintentar si se da cuenta de que no lo ha logrado. El docente debe intentar no solo pedirle al estudiante hacer actividades rutinarias o que solo impliquen la memoria, muy por el contrario, debe permitirle demostrar que puede hacer múltiples operaciones sobre lo que sabe, pensar críticamente, resolver problemas, usar su imaginación, crear algo nuevo, por ejemplo”.

De acuerdo a la experiencia de Jocelyn, los docentes en general están muy conscientes de la importancia de evaluar. “Como asesora, veo en general a los docentes bastante conscientes y motivados con ser agentes de cambio en el paradigma evaluativo; sin embargo, declaran que les faltan estrategias o herramientas para implementarlo. También hay otro grupo de docentes más reducido que muestra resistencia, ya sea porque no lo ven necesario o no lo comprenden, y creo que, frente a estas diversas situaciones, el primer paso que debería dar cada institución educativa es construir o fortalecer una comunidad de aprendizaje profesional, como espacios internos de colaboración, reflexión y aprendizaje contextualizados a su realidad y en coherencia con su identidad”, advierte Jocelyn. 

Sin embargo, en tiempos de pandemia, ciertamente las evaluaciones han sido más difíciles de implementar. Según Pelusa Orellana, no es claro si lo más conveniente en un tiempo tan difícil como ha sido la pandemia, sea transformar la evaluación formativa en calificación. “Esto, principalmente porque la evaluación formativa tiene justamente otro propósito, que es exactamente el opuesto a calificar. Puede usarse para diagnosticar más que para calificar”. 

Precisamente, en tiempos como los actuales, aconseja Isabel Baeza, la importancia de diversificar y dar muchas oportunidades de evaluación que respondan a las diferentes necesidades de los estudiantes y que permitan poner en práctica los aprendizajes desarrollados.  “Utilizar para lograrlo variados instrumentos de evaluación formativa, tales como rúbricas, tickets de entrada y de salida, portafolios, preguntas en clases interactivas o escritas, o sumativos como controles cortos con autoevaluación o coevaluación, pruebas con retroalimentación que permitan a todos los estudiantes el logro del aprendizaje”.

Asimismo, otra estrategia sería la de “diseñar para las asignaturas experiencias de evaluación que motiven a los estudiantes y que les permitan aprender, que ayuden a los estudiantes a poner en práctica lo aprendido en situaciones que muestren la relevancia o utilidad del aprendizaje para el contexto actual o futuro. También, promover una participación de todos los estudiantes en los procesos de evaluación para comprometerlos con el aprendizaje; dándoles a elegir un tema sobre el cual les interese realizar una actividad de evaluación, sugerir la forma de presentar a otros un producto o trabajo, dándoles diferentes opciones para demostrar lo aprendido, utilizando diferentes medios”.

Desde su experiencia, explica Pelusa Orellana, “evaluando habilidades de lectura por medio de nuestra plataforma Dialect, hemos visto que las evaluaciones están, lamentablemente, afectadas porque no están todos los niños en la misma condición. No todos están sin distractores como música o televisión en su entorno, no todos los niños están trabajando en forma independiente, porque hemos visto que a veces los padres se ponen ansiosos por querer que les vaya bien y los están supervisando; por lo tanto, la evaluación en ese contexto no es cien por ciento confiable”. 

Explica la investigadora de la Uandes que, gracias al aporte de Hubtec de Corfo, “nos ganamos un fondo para adaptar nuestro Dialect a un modelo DialectHome, que modificó nuestras evaluaciones incluyendo un protocolo que explique a los padres o apoderados qué condiciones crear para que el niño pueda responder tranquilo la evaluación. También disminuimos considerablemente el tiempo de prueba, ya que vimos que este también es un factor que dificulta, al menos en pandemia, la capacidad de concentración de los niños. Incluimos un tutorial para que el niño trabaje en forma autónoma, y así disminuya la tensión o nerviosismo que toda evaluación conlleva”.

Hechos como el que describe Pelusa son un claro ejemplo de la importancia de la retroalimentación. “Es clave ese aspecto, ya que es necesario retroalimentar, de tal manera de asegurar que cada estudiante pueda tener información relevante sobre su propio proceso de aprendizaje, de manera oportuna, para que sepan dónde se encuentran sus aprendizajes y puedan así acortar sus propias brechas de aprendizaje. Esta es la herramienta más poderosa de la evaluación formativa porque permite acelerar los aprendizajes”.

Sobre ese punto, Pelusa aclara que la clave está en el docente. “Lo primero va a depender del profesor y de cómo este retroalimente. Muchas plataformas que se usan actualmente para crear evaluaciones (por ejemplo, Canvas, Blackboard) permiten corregir un trabajo escrito, un video, o una prueba de alternativas, dejando retroalimentación por escrito. Eso es muy fácil de hacer y muy recomendable para el aprendizaje. Ahora, si la prueba es de lápiz y papel también se puede hacer si el niño manda una foto de su trabajo y el docente revisa esa prueba y luego retroalimenta también por escrito. Pero, desde luego, depende de que el profesor tenga la costumbre de retroalimentar”.

En ese sentido, coinciden en la importancia de fomentar la autorregulación, “que es una función ejecutiva que supone la capacidad de focalizarse en una tarea y realizar acciones tendientes a completarla. Implica ser capaz de perseverar, de rechazar una distracción y de ser eficiente en el uso del tiempo y los recursos. Esto debe enseñarse desde muy pequeños con rutinas tanto en la casa como en la escuela”, señala Pelusa.

Por ello, continúa la académica de la Uandes, el peor favor que le podemos hacer a un niño es no permitirle desarrollarla. “Los niños poco autorregulados se frustran con cualquier cosa, son impulsivos y por ende muchas veces no consolidan aprendizajes. La impulsividad, por ejemplo, puede hacer que respondamos erróneamente una pregunta, o dejemos incompleto un escrito. Hay que enseñar a inhibir distracciones, focalizar la atención, etc.”.

Por ello, dice Jocelyn Catalán, trabajar la autorregulación es primordial y “se puede potenciar en la medida que el foco del proceso educativo esté puesto en el aprendizaje, más que en el resultado y las notas. No es necesario tener que calificar tanto, el número de notas hoy es determinado por criterios pedagógicos, es mucho más relevante implementar evaluaciones de calidad e instancias formativas sistemáticamente”.

También apuntar a situaciones evaluativas motivantes y desafiantes para el estudiante, incluir sus intereses y contextualizarlas a su realidad. “Una excelente alternativa que muchos colegios están incorporando es el desarrollo de la metodología ABP (aprendizaje basado en proyectos), a través de propuestas interdisciplinares el estudiante se involucra activamente en su proceso de construcción de aprendizajes y en el proceso evaluativo. También el uso de rúbricas promueve la autorregulación en la medida en que incentiva y guía el trabajo independiente del estudiante orientado por los estándares descritos. Y, por último, promover la democratización de la evaluación incorporando la autoevaluación, es un ingrediente clave si se quiere dar responsabilidad y protagonismo al estudiante”, señala Catalán. 

En todo caso, habría que señalar que las evaluaciones formativas pueden tener o no tener calificación, lo que debe procurarse es garantizar que las evaluaciones sean justas, de calidad y sistemáticas. “Es importante brindar múltiples oportunidades y ofrecer diversas formas e instrumentos para que los estudiantes puedan demostrar sus aprendizajes, y calificar cuando la evidencia sea robusta y confiable. La única exigencia del decreto 67 de evaluación es poner una nota al final del año escolar por cada asignatura, esto les da la flexibilidad a los establecimientos de calificar de acuerdo a sus criterios pedagógicos”, explica Isabel Baeza.

La información del DIA (Diagnóstico Integral de Aprendizajes)

En esta línea, cuenta Isabel Baeza, se recomendó a todos los establecimientos que a principio del año 2021 levantaran evidencias del estado socioemocional y de los aprendizajes de sus estudiantes. “Y para esta finalidad podían utilizar el diagnóstico integral de la Agencia de Calidad u otro que hubieran elaborado ellos mismos. Luego, podrían utilizar las evidencias para fundamentar la toma de decisiones pedagógicas y los ajustes que sean necesarios para desarrollar las trayectorias formativas de todos sus estudiantes”. 

Sobre esa recomendación, cuenta Jocelyn Catalán que ha visto una alta variabilidad en su implementación. “Desde colegios que no lo realizaron, otros que hasta ahora no han tenido el tiempo de analizar los resultados, hasta instituciones que con la información recogida han tomado importantes decisiones pedagógicas para focalizar el trabajo de este año, y han levantado remediales para subsanar algunos aspectos débiles”. 

Asimismo, explica Jocelyn que también para algunos colegios, el DIA confirmó la eficacia de sus propuestas educativas a través de los excelentes resultados que obtuvieron y, por lo tanto, la han continuado con su ruta definida. “Asimismo, algunos docentes en otras instituciones han manifestado desconfianza con los datos arrojados, ya que consideran que los estudiantes no respondieron con la suficiente seriedad”.

Las mediciones externas 

A todo lo anterior se suma la pregunta sobre la importancia de las pruebas externas en el contexto evaluativo. Explica Isabel Baeza que “es importante contar con evaluaciones externas, ya que no podemos avanzar a ciegas, debemos saber qué han aprendido los estudiantes para compararlo en el tiempo como una manera de ir mejorando la calidad de la educación en el país. Las mediciones periódicas de los aprendizajes de los escolares ayudan a mejorar la equidad y la calidad, y permiten dar un apoyo focalizado a los establecimientos cuyos desempeños están por debajo de lo esperado”.  

Sin embargo, para Pelusa las evaluaciones externas son importantes, pero “depende de la prueba y depende del propósito. Yo creo que lo que no se mide, no se mejora. Lamentablemente, sin embargo, las evaluaciones externas muchas veces entregan resultados fragmentados, o desagregados, y nunca el resultado individual de cada niño, en distintas habilidades, sino como un puntaje global. Eso no le sirve a un profesor. Un profesor necesita conocer las fortalezas y debilidades de cada alumno en cada área”. 

Indica la académica que a ella no le sirve que le señalen, por ejemplo, que un alumno tiene “mala lectura”. “Necesito saber por qué su nivel es bajo: si es porque tiene un vocabulario pobre, porque sus estrategias de comprensión no están bien desarrolladas o porque su decodificación es mala. Para cada uno de esos escenarios, yo como profesor tengo que hacer algo distinto. Si la evaluación externa no me dice eso, no me sirve. Además, muchas evaluaciones externas no llegan a tiempo, y el profesor no puede hacer nada sin esos datos”.

En el caso de Jocelyn, ella asegura que las pruebas externas internacionales en general miden competencias (conocimientos y habilidades) en ciertas áreas a estudiantes de algún nivel o edad específicos, y sus informes de resultados orientan la toma de decisiones y las políticas públicas para mejorar los niveles educativos. “Este tipo de mediciones amplía la mirada más allá del contexto nacional, y se usan como medida de comparación con estándares internacionales y también para aprender sobre buenas prácticas de otros países. A través de la aplicación reiterada en períodos de tiempo definidos, estas pruebas pueden servir para visualizar la trayectoria o impacto de programas educativos internos”.

También, asegura Catalán, existen detractores de estas mediciones internacionales que critican su validez para medir la eficacia educativa del sistema escolar, ya que las competencias que evalúan son muy amplias y responden a la experiencia acumulada del estudiante durante toda su vida. También se cuestionan las implicancias en políticas educativas cortoplacistas que se implementan en algunos países para mejorar en las clasificaciones internacionales. 

¿Qué consideraciones debemos hacer sobre los instrumentos en tiempos de pandemia?

Pruebas

  • Con independencia de si son sincrónicas o asincrónicas, si son con límite de tiempo o no, si son con cámara o sin cámara, lo importante es que las preguntas que componen las pruebas o controles, efectivamente, nos permitan monitorizar el aprendizaje.

  • Esto significa que: las preguntas deben solicitar tareas que sean una buena evidencia de lo que los estudiantes están aprendiendo.

  • Dado que debemos focalizarnos en los aprendizajes prioritarios: Deberemos privilegiar preguntas que pongan en juego habilidades complejas, reflexión y aplicación de contenidos.

Si calificar es tradicionalmente un asunto complejo... DESDE 2020 ha sido más difícil aún:

  • Hemos vivido un proceso pedagógico intermitente, significativamente más discontinuo que en un año normal.

  • Hemos vivenciado una enorme heterogeneidad en el contacto con nuestros estudiantes, teniendo incluso casos en que hemos perdido por completo dicho contacto.

  • Más que nunca, se hacen muy visibles las diferencias entre nuestros estudiantes en las condiciones materiales que tienen para hacer actividades y evaluaciones. Esto dificulta el poder ser ecuánimes al calificar.

  • En muchos casos, experimentamos dudas sobre la autoría de los trabajos de los estudiantes, ya que no podemos monitorizar las actividades de evaluación de manera presencial.

¿La evaluación pospandemia seguirá igual que antes? 

Jocelyn Catalán: asesora educativa y diseñadora instruccional

Es esperable que no sea así, que se aproveche este impulso forjado por la crisis sanitaria que permitió –y obligó a, en cierto sentido– replantearse y hacer las cosas distintas en este nuevo escenario. Todos los grandes y numerosos aprendizajes conquistados por los docentes desde el año pasado deben integrarse a las aulas, especialmente ese espíritu de innovación, flexibilidad y diversificación. Además, coincidentemente con la pandemia, en el 2020 se inició la implementación del decreto 67/2018, que plantea un enfoque pedagógico de la evaluación, ya no burocrática, ni punitiva, por lo cual, por normativa, los colegios y liceos están instalando o consolidando esta cultura de la evaluación centrada en el aprendizaje.

Pelusa Orellana: directora de Investigación de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes

Yo creo que va a cambiar mucho. Los profesores hemos aprendido mucho acerca de un trabajo más “uno a uno”, nos hemos gastado muchas horas aprendiendo tecnología, y no podemos echar eso por la borda. Debiéramos aprovecharlo como una herramienta que nos permita optimizar más el tiempo de aprendizaje en el aula. Por ejemplo, permitir que los niños ejerciten algunos contenidos en forma autónoma en la casa, usando tecnología, pero con ejercitación alineada con las habilidades de cada niño. Nosotros desarrollamos Leer+, que es una plataforma que justamente hace eso. Al niño (entre 3° y 6° básico) se le asignan lecturas en función de su nivel de comprensión y va avanzando respondiendo preguntas de vocabulario y comprensión como por un plano inclinado, y así gradualmente incrementando su nivel. 

Isabel Baeza: coordinadora de la Unidad de Currículum y Evaluación del Mineduc

La evaluación pospandemia debiera seguir igual como se está haciendo ahora, la pandemia fue una tremenda oportunidad para acelerar el tema digital y poner el foco en la evaluación formativa.

Los docentes y estudiantes no deben percibir la evaluación como una amenaza; muy por el contrario, deben valorarla como una oportunidad de aprendizaje.

Sabemos que la evaluación es parte del proceso de aprendizaje, y poner el foco en la evaluación formativa es la mejor manera de acompañar y monitorizar el aprendizaje de los estudiantes. Debemos mantener las diversas formas de darles la oportunidad a los estudiantes de demostrar sus aprendizajes, utilizando diversos instrumentos para lograrlo.

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