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Abr 2024 - Edición 281

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El asombro: Una emoción, un valor y un reto intelectual

Juan Luis Fuentes, doctor con Mención Europea en Pedagogía y Premio Extraordinario de Doctorado por la Universidad Complutense de Madrid, nos explica en esta entrevista por qué cultivar la capacidad de asombro es esencial para convivir mejor, aprender en profundidad y enfrentar los efectos adversos de la pandemia.

Por: Luz Edwards S.
El asombro: Una emoción, un valor y un reto intelectual

Desde la filosofía clásica se dice que el asombro es condición para el pensamiento y para vivir de forma más humana; para no pasar nada por alto, para mirar en detalle lo que nos ocurre a nosotros mismos y a los demás. 

Juan Luis Fuentes, doctor con Mención Europea en Pedagogía, es un académico español que ha ahondado en el asombro y en cómo promoverlo. En entrevista con Revista Educar explica que “es una emoción que extiende nuestros esquemas mentales, los flexibiliza, abre nuestra mente y permite experiencias potencialmente transformadoras del ser humano”.

Una emoción paradójica

Este educador aclara que el asombro nos conecta con nuestra pequeñez y también con nuestra grandeza. En ese sentido, también nos ayuda a sentirnos responsables de algo más grande que nosotros mismos, un valor importante de enseñar a los niños y adolescentes:

“El asombro es una emoción paradójica pues nos ayuda a sentir que somos una parte pequeña, por ejemplo, de la inmensidad del universo. Al mismo tiempo, nos permite ser más conscientes de nosotros mismos y de nuestra humilde contribución al mundo. Ello no supone que sea insignificante –lo que podría derivar en una actitud irresponsable–, sino más bien al contrario. Nos sitúa, nos contextualiza, nos motiva a la reflexión sobre nosotros mismos”, señala.

—Durante la pandemia no hemos podido contactarnos con la naturaleza, como para buscar en ella el asombro. ¿Cómo inspirarnos en nuestra propia casa?

—Es cierto que la naturaleza es una de las fuentes más abundantes de estímulos de asombro, pero también lo es el arte y, de manera especial, los actos de bondad humana. La pandemia nos ha traído, obviamente, muchas consecuencias negativas, pero desde una perspectiva optimista nos ha permitido poner la atención en elementos que antes pasábamos por alto. La importancia del tiempo compartido, mostrado cruelmente por la pérdida de seres queridos, el reconocimiento de nuestra interdependencia en la búsqueda del bien común, la responsabilidad individual, la fragilidad de la vida humana, etc. En la vivencia más cotidiana de una familia es maravilloso observar las cosas que somos capaces de hacer por los demás para que sean felices. 

—¿Esta perspectiva puede enriquecer nuestra vida familiar?

—Si nos fijamos con detenimiento, descubriremos que con las personas que más queremos hacemos muchas cosas porque sí, sin esperar nada a cambio. Desgraciadamente, muchas veces no somos capaces de detenernos un momento en el devenir diario y contemplar lo bueno que pasa a nuestro alrededor. Una bonita palabra, un gracias, un abrazo, una caricia, una pregunta o el mero hecho de preparar una comida preferida marcan la diferencia y no deberían pasar inadvertidos ante nuestros ojos.

—¿Cómo cultivar el asombro en tiempos de rapidez y tecnología? ¿De qué nos privamos si no nos preocupamos de cultivarlo?

—En una vida 

en la que todo parece valer igual, donde los estímulos se suceden fugazmente, debemos poner en valor lo realmente bello y bueno y procurar acercarnos a ello, conocerlo, pues lo que no se conoce difícilmente se ama; distinguirlo de lo mediocre y lo falso. Si no cultivamos ese interés y esa observación detenida, sencillamente nos privamos de lo mejor de aquello a lo que puede acceder el ser humano. En la escuela y la universidad tenemos una responsabilidad muy importante en este sentido. Vamos muy rápido en demasiadas ocasiones y quizá haya llegado el momento de ir más lento, de llegar a menos contenidos, pero de manera más profunda y consciente de lo que hacemos. Está en nuestras manos procurar experiencias positivas que nos pongan en contacto con los ideales de belleza y bondad.

—Durante la pandemia se volvió común escuchar que todos los días son iguales. ¿La capacidad de asombro puede rescatarnos de ese hastío?

—Efectivamente. Aunque no podemos asombrarnos continuamente e, incluso, podríamos decir que aprender a aburrirse o soportar el aburrimiento es una capacidad que debe cuidarse, el asombro constituye un hito, un reto intelectual que nos emociona. Reúne dos de las dimensiones más importantes del ser humano: la cognitiva y la afectiva. Y puede decirse que deja en un segundo plano la conductual, la del hacer, que a veces se transforma en hacer por hacer, en activismo. 

“En la escuela tenemos una responsabilidad muy importante: vamos muy rápido en demasiadas ocasiones y quizá haya llegado el momento de ir más lento, de llegar a menos contenidos, pero de manera más profunda y consciente de lo que hacemos”. Dr. Juan Luis Fuentes.

 

6 maneras de incorporar el asombro a la vida cotidiana

La Universidad de Berkeley cuenta con un equipo dedicado a estudiar el asombro, dentro del  Greater Good Science Center. Sus expertos entregan seis claves para acceder a los beneficios de esta emoción:

1. Mantener la sensación de asombro una vez que la hemos sentido, para que nos acompañe y afecte positivamente nuestro estado de ánimo.

2. Bajar el ritmo, en cada proceso de nuestra vida cotidiana.

3. Estar conscientes de nuestros sentidos y de lo que a través de ellos captamos del mundo y de nuestros seres queridos. 

4. Darnos momentos sin conexión ni pantallas, para conectar con nosotros mismos, con nuestra observación y el ambiente que nos rodea. 

5. Caminatas de asombro, para dejarnos sorprender.

6. Llevar un diario donde relatamos experiencias asombrosas o que nos movilizaron. Pensarlas, buscar aristas y repercusiones.

Fuente: Six Ways to Incorporate Awe Into Your Daily Life / Greater Good Magazine https://greatergood.berkeley.edu/article/item/six_ways_to_incorporate_awe_into_your_daily_life

Quien es?

Juan Luis Fuentes, doctor con Mención Europea en Pedagogía y Premio Extraordinario de Doctorado por la Universidad Complutense de Madrid. Delegado para Relaciones Comunitarias, Participación y Cooperación de la Facultad de Educación de esa casa de estudios.

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