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Abr 2024 - Edición 281

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Shakespeare ¿Por qué leer los clásicos de la literatura ayer, hoy y siempre?

¿Por qué Romeo y Julieta tienen importancia hoy? ¿O Dostoyevski? ¿Es necesario leerlos? ¿Cómo leerlos y cuáles serían imprescindibles? Carolina Dell’Oro, desde el mundo de la filosofía, y Javiera Necochea, desde la literatura, nos responden esas preguntas.

Por: Paula Elizalde
Shakespeare ¿Por qué leer los clásicos de la literatura ayer, hoy y siempre?

“Un clásico no es clásico porque es antiguo, sino que es clásico porque son los libros que tocan, de modo muy profundo y vital, los temas centrales de la persona humana”. Carolina Dell’Oro.

“Un clásico no es clásico porque es antiguo, sino que es clásico porque son los libros que tocan, de modo muy profundo y vital, los temas centrales de la persona humana”. Así empieza Carolina Dell’Oro, filósofa de la Pontificia Universidad Católica, la conversación sobre la importancia de leer hoy los libros clásicos, y agrega: “Dostoyevski es un clásico porque es un escritor que descubre, levanta, devela, aspectos de la humanidad como pocos; para mí, los clásicos tienen que ver con este tipo de literatura”.

“Dar a leer los clásicos no puede ser una tarea que hagamos ‘para la casa’, como se hace continuamente en el mundo escolar”. Javiera Necochea.

Para Javiera Necochea, directora del área académica de Aptus, magíster en Lenguaje y profesora de Castellano, definitivamente es importante leer los clásicos, y señala: “La buena literatura es un gran repositorio de descripciones del ser humano, una fuente de conexión con gente diversa y descrita con sutileza y profundidad, como solo los clásicos lo pueden hacer. Si nos limitamos a que los estudiantes lean solo novelas que les muestran realidades parecidas a las de ellos, entonces estamos limitando su mundo y su conocimiento del ser humano. Estamos limitando el desarrollo de su empatía, de su generosidad y de la comprensión que tienen de las culturas de todas las épocas”.

Cómo leer un clásico

“El problema es cómo lo lees. Generalmente, le pasan al niño «Edipo Rey». «Edipo Rey» es un libro rarísimo para un niño, pero si el profesor es capaz de explicarle el drama de la libertad humana que hay ahí, es fascinante porque él está viviendo ese tema. Lo mismo que la «Apología de Sócrates»”, afirma Carolina. Para ella es clave la preparación y capacitación de los profesores y profesoras a la hora de enseñar sobre los clásicos. Añade que también es muy importante la pasión con que el profesor les cuenta a sus alumnos sobre estos libros: “Tienen que ser leídos con pasión, con fuerza, con lectura crítica, con análisis. El profesor tiene la suficiente experiencia humana para poder interpelar al joven: ¿qué te dice la libertad?, ¿estamos determinados o no? Son cosas muy potentes en la vida de una persona”.

Para Javiera, la lectura acompañada es fundamental: “Dar a leer los clásicos no puede ser una tarea que hagamos ‘para la casa’, como se hace continuamente en el mundo escolar. Sin una lectura profunda en el aula y guiada por el docente, como describen, por ejemplo, Doug Lemov, Collen Driggs y Erica Woolway en su libro «Comprensión lectora repensada», solo lograremos generar distancia y aversión hacia los clásicos. Queremos que los estudiantes puedan reflexionar después de cada párrafo o capítulo, que compartan sus impresiones, que se fijen en el lenguaje usado para describir a los personajes, que entiendan a cabalidad lo que les está pasando. Solo así generamos eso que describe Wolf: ‘Las historias son uno de los vehículos más poderosos que tiene la humanidad para conectarnos con gente a la cual jamás conoceremos’. Sentir lo que experimenta Charlotte con la difícil situación en la que se encuentra Wilbur en «La telaraña de Carlota»; identificarnos con Martin Luther King Jr., en «Las grandes palabras de Martin: vida de Martin Luther King Jr.», o con Ruby Bridges en «A través de mis ojos», prepara a niños y niñas a empatizar tanto con sus vecinos como con las vidas de personas que viven en otras partes del mundo y en otros tiempos”.

Carolina agrega: “Para mí, los clásicos generan la virtud de la magnanimidad, de saberse capaz de grandes cosas, versus la pusilanimidad, que es el opuesto, el sentirme capaz de nada. Un niño inundado de clásicos, profundos, de muy buena literatura, siente que hay algo en su alma que lo hace anhelar a más. La gente tiende a citar a los clásicos, porque son frases que marcan la vida, ‘ser o no ser’, eso es parte de una pregunta vital”. 

Qué clásicos leer

Javiera es magíster en Lingüística, exdirectora del Colegio San Joaquín de Renca, fue coordinadora de Lenguaje y Comunicación en el Mineduc y encargada de la prueba escrita en la Agencia de la Calidad. Aquí se aventura en recomendar clásicos según la edad:

Niños en edad escolar: «La doña Piñones», de María de la Luz Uribe y Fernando Krahn. Presenta en verso y con un lenguaje rico los miedos de doña Piñones y la posibilidad de que la sensatez de un niño pequeño los despeje. Nos muestra cómo se siente la doña Piñones en todo momento y cómo, al racionalizar esos miedos, es posible domarlos.

Preadolescentes: «Las crónicas de Narnia», contienen una rica descripción de las contradicciones del ser humano, de la lucha interior entre el amor, la lealtad y los intereses personales, y la necesidad de sobresalir. También son una excelente introducción a una lectura simbólica, ya que podemos hacer múltiples lecturas de cada novela de esta serie si las miramos desde la óptica de los símbolos judeocristianos que presentan y que luego vemos en múltiples otras novelas de la literatura latinoamericana y universal. Leer “como detectives” para descubrir los símbolos e intertextualidades es algo que ayuda a los estudiantes a hacer una lectura profunda y que los prepara para enfrentar clásicos más complejos.

Adolescentes: no puede faltar «Romeo y Julieta» de William Shakespeare. En esta obra de teatro vemos la perfecta descripción del arrojo de la adolescencia, de las consecuencias de sus actos y de la influencia de los padres en el devenir de estos jóvenes enamorados. Al descifrar el lenguaje en el cual está escrita, los jóvenes lectores acceden a una suerte de espejo de la edad en que están. «Fuenteovejuna», aunque no lo crean, también puede ser un hito en la vida de los adolescentes, que conocen el mundo medieval del señor feudal y su gente a través de las experiencias de Pascuala y Laurencia, dos de las mujeres más potentes que conozco en la literatura. Mueven a todo un pueblo para dejar atrás costumbres que las menoscaban y abusan. Otro favorito mío en la sala de clases es O. Henry («La última hoja» y «El regalo de los reyes magos») quien es un maestro de la descripción de personajes y sus sentimientos en sus cuentos. 

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