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Abr 2024 - Edición 281

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Colegio de oportunidades e innovación de talla mundial

Sus alumnos aprenden desde pequeños a programar, construir robots, imprimir en 3D y practicar meditación, y tanto docentes como estudiantes pueden desarrollar proyectos e ideas propios. El Colegio Alberto Blest Gana, comuna de San Ramón, lleva siete años en un proceso de transformación hacia la tecnología y el bienestar emocional a nivel integral. Elegido entre los 100 mejores establecimientos del mundo, es, sin duda, un modelo digno de imitar.

Por: Verónica Tagle
Colegio de oportunidades e innovación de talla mundial

Pocos establecimientos recibieron el pasado 2020 tan bien parados como el Colegio Alberto Blest Gana, de la comuna de San Ramón en la Región Metropolitana, que tiene un índice de vulnerabilidad del 87%. Como si supieran lo que pasaría, llevan siete años preparándose en educación emocional y tecnología; por ello, cuando llegó la pandemia, en una semana ya estaban haciendo clases por Zoom. “También hicimos clases más breves e interactivas, preocupándonos de cuidar y dar contención, más que intentar completar el currículum”, cuenta el director del Colegio, Ricardo Román.

Ricardo Román, director del Colegio Alberto Blest Gana.

  El Blest Gana fue fundado en 1972 por el matrimonio de profesores Fernando Román (fallecido en 2019) y María Angélica Toro. Ambos instauraron un sello familiar y cercano que se ha mantenido por 48 años, a pesar de contar actualmente con 1.600 alumnos y 54 profesores. Cuando su hijo, Ricardo Román, asumió la dirección, llegó con ideas nuevas: fomentar la innovación, tecnología, emprendimiento y nuevas metodologías de aprendizaje. Hoy son líderes en la materia y fue elegido entre los 100 mejores colegios del mundo para la Semana Mundial de la Educación, conferencia llevada a cabo en octubre de 2020.

El laboratorio cuenta con impresoras 3D, robots para aprender a programar, cortadora láser y aulas móviles. La clave, explica Román, son las alianzas con diversas instituciones, como Inacap, Universidad de Chile, Universidad San Sebastián, LEGO, entre otras, que han podido acercar tecnología de punta a estudiantes de todas las edades. Por otro lado, las clases de yoga y meditación han permitido fomentar el bienestar emocional de toda la comunidad.

De taller de danza a profesora de programación

Yennyfer Pizarro, Docente y Coordinadora de Creatividad Digital.

Yennyfer Pizarro entró al colegio a hacer un taller de danza, para luego convertirse en profesora de Educación Física. “A los docentes siempre nos forman en pensamiento creativo y computacional, por lo cual quizás ahí vieron mis ganas de aprender cuando me ofrecieron hacerme cargo del programa de creatividad digital. Aquí te estás formando todo el rato, si quieres estudiar un diplomado, puedes hacerlo, y si tienes alguna idea, por muy loca que sea, siempre te van a apoyar”, explica la docente que hizo un diplomado en Liderazgo en Innovación del MIT y hoy está a cargo de clases de tecnología, tiene jefaturas e integra el equipo de gestión.
Si Yennyfer pudiera definir el Blest Gana, sería como un lugar que “abre el mundo a docentes y alumnos, conoces gente de otros lugares, te formas, hay salidas pedagógicas, ferias y concursos. Aquí buscamos potenciar la curiosidad y creatividad de nuestros estudiantes”.

Miguel Cornejo

Miguel Cornejo cursa cuarto medio y ya decidió que la programación es lo suyo. Gracias al colegio ha participado en ferias científicas, y en 2019 obtuvo el tercer lugar en un concurso nacional de robótica. Durante la pandemia desarrolló una mascarilla con luces led que hacen dibujos y animaciones en el frente de ella. “Cuando se me ocurrió, hablé con los profesores del laboratorio (llamado FabLab) y me están orientando en cómo hacerlo y conseguir los materiales”, explica. Añade que llegó en primero medio y le impresionó la cantidad de talleres que había y cómo los profesores los apoyaban si es que a alguno le iba mal.

Para Josefa Martínez, la pandemia no ha sido tan mala. La alumna de séptimo básico descubrió su interés por la astronomía y el año pasado se convirtió en experta. Ya cuenta con tres telescopios (y explica con conceptos muy técnicos la diferencia entre ellos), e hizo un canal de YouTube y un sitio web llamado Astrojotografía Oficial. “La tía Yenny (Pizarro) y el colegio me ayudaron con la página web y a difundir cuando subo videos, me mandan información interesante sobre el tema”, explica. Ha participado en conversaciones de ciencia y tecnología y expuso sobre astronomía frente a docentes y alumnos. También está trabajando junto a Yennifer en una App de astronomía para todos.

Links Josefa Martínez:
https://sites.google.com/view/astrojotografiaoficial


La pandemia

Dado que la mayoría de sus alumnos cuentan con poco espacio para estudiar o no tienen computador o conexión, se evitó sobrecargarlos de tareas. “Las clases tenían muchos juegos, eran grabadas y subidas a redes sociales. Mandábamos pocas tareas, y simples, para no recargar tampoco a los padres, que muchas veces son quienes se encargan de hacerlas”, explica Román.

Todas las clases comenzaban con 10 o 15 minutos de acogida, donde se hablaba sobre el estado de ánimo de los estudiantes o se realizaba una dinámica entretenida como karaoke o ver memes. “A futuro, los profesores deben estar atentos a cada niño. Si al entrar a clases hay un niño durmiendo, antes de decir ‘despierta y escribe’, hay que preguntar por qué está cansado”, cuenta Yennyfer.

Un call center interdisciplinario se encargó de la contención, donde cualquiera podía llamar para pedir ayuda, apoyo u orientación. “Hicimos un seguimiento importante de cada alumno, uno por uno. Además, al trabajar en la nube, todos podíamos ver si un inspector o psicopedagoga había contactado al niño y qué había pasado, así era más fácil estar al tanto”, asegura Pizarro.

Por otra parte, se buscó que ningún docente tuviera más de cuatro horas online a la semana y se les dieron reconocimientos como desayunos sorpresa, celebración de Fiestas Patrias online e, incluso, se les ofreció participar en una obra de teatro virtual que fue presentada a toda la comunidad. “Hemos ido cultivando un ambiente de colaboración que venía de antes de la pandemia. El año pasado nos juntábamos con grupos de diez profesores de manera presencial (con los resguardos sanitarios) y nos contaban sobre el aprendizaje, el apoyo del equipo de gestión. Había una actitud de agradecimiento y alegría de colaborar entre ellos. Es bien notorio ahora”, comenta Ricardo Román.

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