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Regístrate y accede a la revistaDesde hace 13 años que Fernando Saavedra es el director de la reconocida orquesta del Colegio Nocedal, en La Pintana, establecimiento que pertenece a la Red Educativa de los colegios de la Fundación Irarrázaval.
A Fernando Saavedra la pasión por la música y la orquesta se le nota. Cuando le preguntamos por el poder de las artes y la transformación que ocurre en los alumnos, dijo: “Las artes en general, particularmente la música, a través de la práctica orquestal, tienen una fuerza transformadora asombrosa. El niño que toca un instrumento también aprende a tocar su alma. Comienza a reconocer lo bello y comprende que él también es generador de esa belleza”.
Esa belleza que, explica, se traduce en el poder “escucharse, escuchar a los otros, que una comunidad se reconozca a sí misma, como parte de un todo, son aspectos que añoramos en el devenir de nuestra sociedad y que están presentes en la práctica orquestal. Entonces, los niños y las niñas que estudian un instrumento, asimilan desde el ejercicio artístico no solo la armonía de lo musical, sino también la armonía de lo interior. El ritmo con su orden y estructura también es estructura y orden hacia otros ámbitos de la vida. Por tanto, el desarrollo de las artes –en este caso, la música como una disciplina artística– otorga ventajas relevantes a la formación de los alumnos, en comparación con quienes no tienen la oportunidad de hacerlo”.
Para Fernando, la música es parte de la humanidad, “está arraigada en nuestra evolución como parte de la cultura y medio de expresión de la misma; qué duda nos cabe, entonces, de que es muy relevante para los alumnos tener espacios para que la experimenten de manera activa”.
—En tiempos como los actuales hemos podido observar cómo la música sigue transformando la vida de miles de alumnos, ¿crees que debe priorizarse más todavía en la formación y en el currículo actual?
—Así es. Ejemplos de esa transformación hay muchísimos, pero de la mano del movimiento de orquestas y coros, que son actividades extracurriculares. La música como parte del currículum ha sido reducida en la última década. Al mismo tiempo, la creación masiva de programas de orquestas juveniles e infantiles ha logrado ocupar ese espacio como actividad extraescolar, espacio que la asignatura Educación Musical, por diversos factores, nunca logró desarrollar. Uno de ellos es que los equipos directivos de los establecimientos muchas veces no tienen la afinidad o tienen otras prioridades; entonces, las artes quedan relegadas a algo tributario, algo que hay que cumplir por currículum, pero que no es esencial en lo global, ni prioridad en lo formativo o, peor aún, lo reducen al ámbito de lo recreativo.
Lo segundo; profesores de Música que no dominan bien un instrumento o con poca o nula preparación artística. Existe un problema histórico de formación por parte de las universidades. Los últimos años algunos planteles han ido subsanando esta realidad, con ideas innovadoras como, por ejemplo, el incorporar la enseñanza de un instrumento principal a la malla curricular, durante toda la carrera, y la preparación básica en dirección orquestal y coral. La Universidad Alberto Hurtado y la Universidad de Talca son pioneras en estos cambios. Nuevamente hay que destacar que este fenómeno de reestructurar las mallas y mejorar la formación de los futuros profesionales, va de la mano con el movimiento de orquestas juveniles, cuyas generaciones de exalumnos, con una formación instrumental muy buena, contribuyen a elevar el nivel y perfil de nuevos estudiantes de la carrera Pedagogía en Educación Musical, lo cual tendrá un impacto significativo en la revaloración de la música dentro del currículum a futuro.
Fernando Saavedra nos cuenta cómo impacta la música la vida de los alumnos. Ejemplos concretos hay muchos: “Hay un violinista que está en el conservatorio Tchaikovsky de Moscú haciendo un máster. Antes de irse, hace tres años, ya integraba como primer violín la Orquesta Filarmónica de Santiago. Otro de los alumnos es un violoncelista que está radicado en Estados Unidos, también trabajando como músico y haciendo un postgrado”.
—¿Por qué la música es clave dentro del aprendizaje?
—Desde las neurociencias, principalmente, se ha estudiado este fenómeno ampliamente. Hay que distinguir que lo que desarrolla las habilidades de los estudiantes es el aspecto práctico de la música; es decir, el “hacer música”. No me volveré más inteligente solo por escuchar o por asistir a un concierto.
Es un proceso muy complejo tocar una nota. No es solo la nota, debes descifrar: ¿qué nota es?, ¿en qué rítmica ordenarla?, ¿en qué intensidad (volumen) emitirla?, ¿qué énfasis darle?, considerando la articulación (qué tan corto o largo es el sonido). Al practicar un instrumento trabajan ambos hemisferios del cerebro, generando más conexiones entre sí. Se desarrolla la psicomotricidad; es decir, mi cerebro recibe información de la partitura (lenguaje musical), la decodifica y pasa la información a las manos y dedos para interpretarla. También se incorpora el aparato respiratorio. A edad más temprana tiene mayor impacto en la cognición, ya que el cerebro posee mayor plasticidad.
Para conseguir lo anteriormente dicho el alumno debe establecer una estructura de trabajo regular, para poder avanzar, lo cual inconscientemente termina extrapolado hacia los otros ámbitos del aprendizaje. Es decir, disciplina para la vida. Logras mayor valoración del trabajo individual y colectivo para lograr objetivos, haciendo consciente que los resultados se obtienen por un proceso en el cual hay un trabajo de por medio. Lograr esta perspectiva es un aspecto que denota madurez emocional, la cual naturalmente te llevará a tomar mejores decisiones en la vida.
—¿De qué manera la música puede transformar la vida de los estudiantes?
—Los programas de orquesta infantil y juvenil tienen el potencial de impactar y transformar la vida de los alumnos de sectores más vulnerables. Alumnos quienes, la mayoría de las veces, provienen de hogares con un bajo nivel cultural y con precarias condiciones materiales. En ese contexto, he podido apreciar esta transformación tan inspiradora y llena de esperanza.
No quisiera personalizar estos testimonios, por no estigmatizar o herir alguna susceptibilidad, pero varios de ellos vivían en la población El Castillo, en La Pintana, en unos departamentos muy pequeños, frente al colegio, en condiciones de mucha precariedad, pero con mucho apoyo de sus familias, algo clave a mi juicio. El colegio les dio la oportunidad de aprender un instrumento y vivir la experiencia de la orquesta. Ellos abrazaron la música y construyeron un sueño, y ahora están viviendo ese sueño. Un exalumno ganó la plaza de fagot solista de la Orquesta Clásica de la Universidad de Santiago y al menos una decena de exalumnos actualmente estudia música en la Universidad Católica, Universidad de Chile y Universidad Mayor. Algunos de ellos han vuelto al colegio como profesores de instrumento para trabajar en el proyecto que los vio nacer. Asimismo, la mayor parte estudia carreras tradicionales, hay ingenieros ya titulados y muchos futuros ingenieros en la Universidad de los Andes que pasaron por la orquesta y continúan cultivando la música como parte de sus vidas.
—En tu caso particular, ¿por qué ser director de orquesta?
“En el colegio los alumnos reciben una clase semanal individual de 45 minutos, por parte de especialistas. Contamos con 13 profesores músicos, quienes enseñan violín, viola, cello, contrabajo, flauta traversa, oboe, clarinete, fagot, trompeta, trombón y percusión; es decir, todos los instrumentos de una orquesta sinfónica”.
—Era el año 2007. Había egresado de la Facultad de Artes de la U. de Chile y cumplía labores como director asistente de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil de la FOJI y director asistente de la Orquesta de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. Resultó que, en Nocedal, el director anterior dejaba el cargo, quedando vacante la dirección musical del proyecto. En ese marco me contactaron del colegio para una entrevista y así fue como llegué al Colegio Nocedal. Me tocó asumir en un momento de la primera generación, por lo cual fue casi como empezar nuevamente con la orquesta.
Desde ahí logramos aumentar la cantidad de niños beneficiarios del programa, incorporamos la sección de percusión y, gracias a varios fondos de cultura adjudicados, logramos tener excelentes instrumentos para los niños. Creo que cada generación de la orquesta en el colegio ha ido superando las expectativas.
Además, los alumnos, cuando tienen cierta preparación, integran el grupo semillero de la orquesta, y cuando ya han alcanzado cierto nivel técnico pasan a la orquesta Nocedal, elenco que realiza las presentaciones. Las orquestas tienen un ensayo semanal de una duración de 2 a 3 horas. Por su parte, los alumnos adquieren el compromiso de practicar en sus hogares un mínimo de 30 minutos al día.
Actualmente estamos trabajando con los niños a través de videollamadas. Las clases de instrumento se han mantenido, aprovechando las múltiples plataformas que existen. Ha sido importantísimo mantener la conexión con los alumnos y que esta actividad también se transforme en un alivio, una ventana que los revitalice. en estos momentos cuando la ansiedad y la rutina han sido una amenaza constante a la estabilidad emocional y mental de los alumnos. Los apoderados lo agradecen.
Paolo Latorre (24 años) estudió Ingeniería civil industrial en la Uandes. Actualmente está terminando su tesis de magíster, tocó en la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil y todavía continúa tocando a un nivel muy alto el clarinete. Esta es la historia de su vida y de cómo la música lo transformó como persona.
–¿Qué ha significado para ti la música?
–La música y la ejecución musical, además de ser una bellísima rama del arte, es una disciplina de alto rendimiento, tanto como un deporte olímpico, la cual exige día a día una constante dedicación. Personalmente, ha significado disfrutar gran parte de mi vida de los beneficios que trae consigo aprender un instrumento, ya que ello me ha permitido ver la vida desde un ángulo más complejo, con más matices y colores, donde se aprenden y potencian habilidades que son muy importantes para enfrentar la vida, como lo es el trabajo en equipo, la responsabilidad y el saber escuchar.
–¿Cómo transformó tu vida y lo sigue haciendo hasta el día de hoy?
–La música ha sido en su totalidad una experiencia de vida muy reveladora y transformadora. Desde el comienzo ha sido un gran desafío personal, el cual me ha permitido desarrollar la percepción de sonidos y emociones que antes de la música estaban escondidas, aprendiendo una nueva forma de expresión y formando en mí una disciplina, no solo en el estudio del instrumento, sino que en todos los ámbitos de la vida. Una de las cosas más importantes que me ha dado la música es la oportunidad de conocer y formar lazos con excelentes personas, dentro de las cuales están mis mejores amigos y compañeros de vida.
Por otro lado, me ha ayudado a encontrar y encauzar de buena manera el amor por el estudio y aprendizaje, ya que con el tiempo uno comprende que la ejecución musical nos permitirá disfrutar para toda la vida con el estudio de la técnica del instrumento y ejecución de obras musicales de diferentes compositores, épocas y estilos, exigiendo que estemos en constante preparación, además de estar inmersos en la búsqueda de un sonido con carácter y matices propios.
–¿Cómo nació ese vínculo?
–La música llegó a mí cuando tenía 10 años. Antes me había llamado la atención el sonido del violín. Por cosas de la vida se abrió una vacante para estudiar clarinete y decidí postular, quedando seleccionado luego de un par de etapas. La música siempre ha estado presente en mi vida ya que mi padre es músico autodidacta, y mi hermana menor participaba en el coro del colegio Almendral, llegando a mi vida en el momento oportuno.
Como comenté anteriormente, la música será para toda la vida mi fiel compañera, la que me ha motivado siempre a aprender, desarrollar y potenciar muchas áreas de mi vida, dentro de las cuales está el estudio de mi carrera profesional actual. Soy egresado del programa de continuidad de magíster en Ciencias de la Ingeniería de la Universidad de los Andes, institución que me ha becado tanto en pregrado como en postgrado, significando un gran desafío de vida, ya que, por un lado, va en contra de la lógica de estudiar música, pero, por otro lado, existe la motivación constante de potenciar el desarrollo personal.
–¿Cuánto influyeron en tus decisiones profesores como Fernando Saavedra?
–Dentro de los principales motivadores en mi vida ha estado la presencia de mentores como el profesor Fernando Saavedra, ya que fue mi principal formador en el estudio del clarinete, entregándome las herramientas necesarias para crecer de manera constante en la interpretación del mismo, pudiendo postular a orquestas de mayor nivel como lo fue en su momento mi paso por las orquestas de la FOJI (Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles de Chile), siendo seleccionado por cuatro años consecutivos en la OSEM (Orquesta Sinfónica Estudiantil Metropolitana). Por otro lado, él mismo fue una de las personas que me motivaron a abrir mi frontera educacional, potenciando mi inquietud de estudiar una carrera en paralelo a la música, como lo es Ingeniería civil industrial.
Finalmente, debo destacar a mi actual profesora de instrumento, la docente Astrid Bustos, quien me ha guiado de manera excepcional a lo largo de los últimos tres años, con quien he logrado grandes avances en el aprendizaje de nuevas formas de estudio y alcanzar un nivel mucho mayor al imaginado, logrando incluso ser parte de la OSNJ (Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil) en el año 2018, con quien además he logrado hacer parte de mi vida el complemento de la música y el desarrollo de la ingeniería.
–¿Cómo te proyectas en unos años más en tu vida?
–Actualmente estoy terminando mi tesis de magíster, a la vez de estar preparándome para certificar el idioma inglés. Tengo las ganas de poder estudiar la carrera de música en el extranjero de manera profesional y vivir unos años en algún país como Canadá, Alemania o Suiza. A largo plazo, me gustaría poder ejercer como ingeniero, pero con un enfoque más social, intentando devolver lo que he recibido como educación, que ha sido sin duda alguna de un nivel y una calidad excepcionales, sin dejar de lado y ojalá poder complementar la música como motor en mi vida.
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