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Regístrate y accede a la revistaElisa Guerra, magíster en Educación del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey y autora de “La Enseñanza en la Cuarta Revolución Industrial”, revela qué se debiese enseñar a los jóvenes: “Arte, música, movimiento físico, ciudadanía global, trabajo en equipo, idiomas, programación, competencias digitales, ¡incluso meditación!”.
Elisa Guerra –que, además de haber recibido innumerables distinciones, actualmente es integrante de la Comisión Internacional de Unesco para elaborar el reporte global “Futuros de la Educación”– nos reveló que “la educación necesita elevar a nuestros niños para formarlos altamente capaces y profundamente humanos”.
De hecho, agrega, en una época tan revolucionaria –como la que ha vivido nuestro país– hay muchas cosas importantes que trabajar con los alumnos. “La formación ciudadana es una de ellas, aunque yo la llamaría ‘ciudadanía global’, que me parece un término más amplio. Abarca, por supuesto, la responsabilidad hacia la propia comunidad, pero incorporando también conocimientos y acciones en torno a temas de alcance internacional, como el cambio climático, la equidad de género, el respeto a los derechos humanos, entre otros muchos. Al mismo
tiempo, sigue siendo importante que los estudiantes adquieran conocimientos sólidos. Hay quienes sostienen que, en tiempos de Google, esto ya no es necesario. No estoy de acuerdo. Necesitamos una base cultural extensa para no caer en la desinformación que pueden generar los medios. Las llamadas habilidades blandas han ido ganando terreno, lentamente, en la educación actual”.
—¿Cómo calificarías la enseñanza actual?
—Estamos viviendo un cambio de paradigma educativo, una transición de los modelos pasivos de “transmisión del conocimiento”, a roles más activos donde el aprendiente es (o debiera ser) dueño de su propio proceso de aprendizaje. Al mismo tiempo, no podemos pensar en el proceso educativo como una etapa de la vida con fecha de caducidad, que termina cuando nos entregan un título o un certificado. Para poder hacer frente a los retos de la Cuarta Revolución Industrial, necesitamos ser aprendientes vitalicios.
Si robamos a los alumnos de toda autonomía, y los acostumbramos, como en el pasado, a recibir las lecciones y reproducirlas fielmente en los exámenes, sin llegar más allá, les será más difícil tomar las riendas de su aprendizaje cuando hayan dejado la escuela, e incluso antes. Por supuesto, es necesaria una estructura para guiar y orientar el proceso educativo, pero al mismo tiempo necesitamos dar cabida a la flexibilidad, dentro de nuestras posibilidades. En mi país, México, existe un solo currículo para todas las escuelas de educación básica, públicas o privadas. Nosotros, como docentes, no tenemos la autoridad para cambiar estos currículos… pero nada nos detiene para ampliarlos, para explorar metodologías, para favorecer una diversidad de productos que puedan presentar los chicos. La diversidad de estrategias y actividades no tradicionales favorece también la creatividad y el pensamiento crítico.
—Los maestros muchas veces se asustan frente a los cambios que se avecinan, ¿cuál es tu opinión al respecto?
—Todos nos asustamos, no solo los maestros. Por todas partes escuchamos todo tipo de predicciones que anuncian, por poco, el fin de la civilización. Somos altamente vulnerables y nos dejamos impresionar. Pero no es la primera vez en la historia del mundo que hemos enfrentado disrupción, y tampoco creo que sea la última. Me gusta más la idea de adoptar una visión optimista en lugar de una fatalista. Educar desde el entusiasmo, no desde el miedo. Lo que no implica, por supuesto, tomar una posición cómoda y seguir haciendo lo mismo de siempre. Vivamos en la época en que vivamos, la innovación es necesaria para el progreso, y en ello la educación no es un área exenta. De cierta forma, romper paradigmas pudiera ser más fácil en época de crisis, porque el statu quo de todas formas ya está siendo cuestionado. Y los problemas pueden ayudarnos a despertar la creatividad.
“Me gusta mucho lo que dice Michael Trucano, experto en educación y tecnología del Banco Mundial: él afirma que la tecnología no sustituirá a los maestros, pero que los maestros que no utilicen la tecnología serán reemplazados por los que sí lo hagan”. Elisa Guerra, magíster en Educación del Instituto del Instituto Tecnológico de Monterrey.
—En tus charlas cuentas de la importancia de desarrollar en los alumnos habilidades socioemocionales, ¿por qué?
—Las emociones juegan un papel determinante en la vida –y, por supuesto, en el aprendizaje– de todos los seres humanos. Cuando nuestras emociones no están
equilibradas, es más difícil no sólo aprender, sino funcionar al nivel de nuestro potencial. Vivimos en un mundo cada vez más complejo, pero las relaciones humanas siguen siendo fundamentales para nuestra supervivencia individual y colectiva.
Explica Elisa que “habíamos caído en dos supuestos peligrosos: por un lado, suponíamos que las habilidades socioemocionales se desarrollan en casa, y que no competen al maestro, a quien le corresponde enseñar su materia y punto. Por otro lado, asumíamos que las habilidades emocionales se desarrollan “sobre la marcha”, o “naturalmente”, sin necesidad de una acción educativa dirigida. Me parece que ambos supuestos son falsos. Si bien es cierto que el desarrollo socioemocional comienza desde el nacimiento, en el entorno creado por los padres, la familia y la comunidad inmediata, la escuela no puede estar ajena a ello. Es ahí donde necesitamos consolidar (y muchas veces rectificar) lo que se trae de casa. Muchas veces, un entorno consistentemente seguro, cálido y amable promueve y facilita un desarrollo socioemocional sano. Pero la vida no es perfecta: los padres pierden el trabajo, las familias se separan, seres queridos enferman o mueren, los países caen en crisis económicas o sociales, el crimen y la violencia golpean a nuestras comunidades… La escuela no puede distanciarse del mandato de velar por el crecimiento integral de sus pupilos, considerando lo cognitivo y también lo emocional”.
—Desde el punto de vista de los maestros, un buen lugar para empezar sería nuestra propia salud emocional. Esto es algo a lo que no se le ha prestado mucha atención en nuestros sistemas escolares. Si el maestro logra alinear sus propias emociones, será un mejor docente, porque podrá crear un espacio seguro para sus alumnos, y porque estará mejor preparado para lidiar con los chicos que manifiesten problemas. Por supuesto, lo mismo puede decirse de los padres. Los niños son sumamente sensibles y responderán a las emociones de los adultos.
—Dentro de los cambios también mencionaste el rol de la tecnología…
—La marcha de la tecnología es imparable; nos guste o no, llegó para quedarse. Aún así, dudo mucho que la tecnología llegue a suplantar a los maestros, porque la buena educación depende de la buena pedagogía, con tecnología o sin ella. Primero debe haber un buen maestro. Si, además, se tiene acceso a la tecnología, maravilloso, porque ésta puede ser la plataforma que eleve el trabajo docente. Pero una pedagogía ineficiente, multiplicada por la tecnología, no es realmente innovación. Como ejemplo podríamos mencionar algunas compañías de tecnología educativa que han creado “libros de texto”
digitales. Pero si el uso que se les da es simplemente
rellenar los espacios, como hojas de trabajo repetitivo, pues quizá sea una labor un poco más atractiva querellenar los libros a lápiz, pero sigue siendo, en el fondo, tediosa.a
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