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Dr. Jesús Amaya Guerra: “La pandemia es una prueba enorme para una generación frágil”

Para este doctor en Educación, académico de la Universidad de Monterrey y autor de más de 27 libros, el abandono escolar es una señal más de que padres y educadores no hemos preparado a las recientes generaciones para adaptarse a los cambios, resistir las frustraciones y ser capaces de levantarse.

Por: María Ester Roblero
Dr. Jesús Amaya Guerra: “La pandemia es una prueba enorme para una generación frágil”

“Los pandemios”: así se llama el próximo libro del Dr. Jesús Amaya Guerra, investigador y académico desde hace 35 años en la Escuela de Educación y Humanidades de la Universidad de Monterrey.

Desde su hogar nos explica su motivación para escribirlo:

—Marzo de 2020 es una fecha clave: marcó el inicio de una nueva generación de muchachos y muchachas, con nuevas características. Se trata de niños y adolescentes muy frágiles, con muy pocas herramientas en su carácter y voluntad, con débil formación emocional, a quienes, sin embargo, les ha tocado vivir una situación extrema como lo es el aislamiento social, muchas veces en medio de situaciones familiares adversas. Esto tendrá, sin duda, consecuencias. Una de ellas es el aumento en el abandono escolar, pero también estamos ante más casos de insomnio, adicciones, depresiones, ideas suicidas…

“Tenemos que replantearnos qué hacer con los jóvenes que desertarán de su educación, pero también cómo evitar que esto siga sucediendo. La pandemia seguirá al menos algunos meses y por eso debemos reaccionar lo antes posible, entender que esto va a generar un cambio importante. Es una generación que no estaba preparada y no va a saber qué hacer con esta nueva forma de sociabilización. Hoy tenemos que trabajar en su adaptación, porque entre más tiempo pase, más se atrofiarán su carácter y su personalidad”, dice con mucha firmeza.

"las chicas desertan por embarazo, los chicos por apatía"

Jesús Amaya Guerra es doctor en Educación por la Universidad de Texas y posdoctorado en género, aprendizaje y cerebro. En su largo currículum se incluye ser autor y coautor de más de 30 libros. Es muy conocido fuera de las aulas por la enorme labor de difusión, en programas de televisión y radio y a través de columnas en periódicos, de temas de educación y familia.

“El problema del abandono o deserción escolar es un fenómeno mundial, que en los países latinoamericanos se acentúa mucho más”, explica. “Es multifactorial en sus causas. Pero un factor que incide fuertemente es la estructura familiar. En los últimos años ha cambiado mucho la composición de la familia. Y no es lo mismo que un niño crezca en una familia nuclear, que en un hogar donde ha habido rupturas y abandonos, con una madre sola, o donde los abuelos son los encargados, no solo de cuidar, sino también de educar. Esta problemática familiar ha tenido impacto en los chicos”.

—¿Hay causas distintas para el abandono escolar de hombres y mujeres en Latinoamérica?
—Sí, el hombre deserta por desmotivación, apatía, por malos resultados o por no ver la utilidad del estudio. Las razones de las chicas, en cambio, no se refieren directamente al desempeño escolar: el embarazo adolescente sigue siendo la principal causa de deserción en las mujeres. En este sentido, evitar que chicos y chicas abandonen los estudios pasa por distintos abordajes: en las niñas es muy importante enseñarles a cambiar creencias, porque las creencias y pensamientos negativos en torno a su ser femenino las afectan mucho.

“Todos los padres desean la felicidad para sus hijos. Pero la clave para lograrlo está en entregarles las herramientas para que el hijo o hija sea quien construya su propia felicidad. El amor y la frustración son inseparables. Amar a un hijo pasa por permitir que se frustre a veces, que le cueste lograr algo, pero todo para que desarrolle habilidades”.

—¿Y qué ocurre con los niños y jóvenes?
—A nivel mundial, si se comparan los resultados en hombres y mujeres, se ve que las mujeres están teniendo mucho más éxito en sus estudios. En Finlandia, que es considerado uno de los países con mejores indicadores del mundo, de cada diez estudiantes universitarios, siete son mujeres y solo tres hombres. Estoy a punto de publicar un libro que se llama “El fin de superman”: es un libro en que abordo la extinción del hombre, porque durante los últimos años hemos vivido una educación muy femenina. Y eso está bien, salvo porque el niño varón se está rezagando muchísimo. Tal vez en el tercer mundo no lo notemos tanto, porque la maternidad temprana interrumpe los estudios de las mujeres. Pero sí podemos ya advertir los indicadores de apatía y desmotivación en los chicos.

 La más dura prueba, para la generación más frágil

“A raíz de la pandemia del coronavirus estamos viviendo una realidad que jamás habíamos vivido en los siglos anteriores de la humanidad. El aislamiento social está afectando muchos aspectos de la vida de niños y jóvenes, en la escuela y en la casa, convirtiéndose en un detonante más del abandono escolar”, explica el Dr. Jesús Amaya.

—¿Por qué es un detonante?
—Muchos estudios nos permiten verificar que a los chicos y chicas no les gusta esta forma de estudiar en pantalla. No entienden, no comprenden, las clases a distancia por pantallas son mucho más agotadoras para ellos que las presenciales. La escuela a distancia es poco motivante y el adolescente se aburre mucho. Además, las escuelas en su mayoría no se han adaptado a la nueva modalidad y quieren hacer en las pantallas lo mismo que hacían antes.

“Este es un fenómeno crítico que los muchachos están viviendo, y esto se agrava porque el aislamiento social también genera grandes problemas emocionales en la familia, ya sea por pérdida de trabajo, problemas económicos o porque la violencia doméstica se ha incrementado mucho”, agrega el Dr. Amaya. “Hay más irritabilidad en todos. Solo un dato: estamos observando un grave problema de insomnio en los muchachos y en los papás también. Hay más apatía, agotamiento, falta de motivación, depresión, ansiedad, falta de sentido de vida y pensamientos suicidas. En los dos últimos meses en México se han incrementado en un 400 por ciento los suicidios entre niños de 10 a 14 años. Es una cifra enorme, es un problema grave. Si la escuela no está colaborando en llevar a casa una buena educación y se suman los problemas familiares, detona la deserción”, concluye.

Todo esto viene de antes, pero con la pandemia se ha acentuado

“La pandemia ha puesto en evidencia que los muchachos no tienen las herramientas ni las fortalezas para enfrentar este desafío. Los chicos y chicas son hoy mucho más frágiles, ¡mucho más!, que los de generaciones anteriores. Tienen baja tolerancia a frustraciones, baja autoestima y un alto índice de adicciones”. El académico lo describe así:

—Es una generación que está viviendo una época muy crítica, sin haber recibido una buena educación del carácter, de la voluntad, de hábitos; se les han evitado los sacrificios, el esfuerzo duro; no se les ha enseñado a postergar las gratificaciones y a persistir a pesar de las dificultades. Entonces, si la escuela no ayuda, la familia tiene problemas, y el joven es frágil…, se detonan todos estos problemas que estamos teniendo.

—¿Cómo ayudar a los niños y jóvenes, en este escenario, cuando los padres están ausentes?
—Los abuelos necesitamos entrar. El abuelo hoy cumple una doble paternidad y doble maternidad. El abuelo ya no es solo el abuelo que cuida o entretiene. Es también el que educa. Si el abuelo está dispuesto a orientar, a educar, a corregir a sus nietos, tenemos que formar también a los abuelos para que puedan cumplir un rol en el proceso. Porque si los padres no lo hacen y los abuelos tampoco, entonces, ¿quién lo va a hacer?

Es decir, hoy la escuela tiene el doble o triple de alumnos: niños, padres y abuelos. Ese es el punto central. Una directora de acá de Monterrey dice: “Yo debiera cobrar el doble de colegiatura, porque educo a los niños, a los papás y a los abuelos”. Hoy los adultos responsables, sean padres o abuelos, necesitan ser cuidadores amorosos, que escuchen, orienten, den estructuras, orden y límites. Hoy se ve mucho desorden en la vida de niños y adolescentes. Se van a dormir con todas las pantallas encendidas y no duermen. Uno ve hasta en la universidad que el déficit de sueño es un problemón en los alumnos, un problemón. Una persona con déficit de sueño, no solamente tiene problemas cognitivos, poca atención y poca concentración, poca capacidad de solucionar problemas, sino también se afecta a nivel emocional: sufre ansiedad, irritabilidad, depresión, adicciones. El sueño es algo fundamental y el chico de hoy duerme poco.

En busca de soluciones

Este académico entrega cuatro claves para abordar el problema:

1. Enseñar a niños y adolescentes a adaptarse a los cambios:
Carlos Darwin, biólogo inglés del siglo XVIII dice: quien sobrevive no es la persona más inteligente, ni la más rápida, sino la que aprende a adaptarse a los cambios. Entonces, tenemos que enseñar a esta generación a adaptarse, porque jamás se ha adaptado.

2. Enseñar estrategias para poder adaptarse y salir adelante:
Existen habilidades que los niños deben aprender desde pequeños. Pero esta generación no las tiene y es lo que estamos viendo con la pandemia: chicos sin herramientas para adaptarse y que, en consecuencia, sufren un aumento de ansiedad, más adicciones, depresión y pensamiento suicida.

3. Enseñar la importancia del sentido de vida y un proyecto de vida:
El proyecto y el sentido de vida es lo que da fuerzas para luchar. Tenemos que ayudar mucho a los muchachos en esto, para darle a este momento que estamos viviendo un sentido de vida, que sea verdadero y real.

4. Enseñar a tomar buenas decisiones:
Padres y educadores no estamos ayudando a desarrollar el lóbulo frontal, que se educa, se forma. Por eso, muchos niños y jóvenes hoy son zombis, con clara inmadurez del lóbulo frontal: impulsivos y en búsqueda de gratificaciones inmediatas, sin jerarquía en su toma de decisiones. No inician la tarea, postergan todo, sufren procrastinación constante.

Dr. Jesús Amaya Guerra

Es profesor titular del Departamento de Educación y Psicopedagogía de la Universidad de Monterrey. Doctor en Educación por la Universidad del Norte de Texas. Autor y coautor de más de 27 libros en español e inglés, entre ellos “Padres duros para tiempos duros”, “Inteligencia de la frustración”, “Vicios y virtudes del éxito y fracaso académico”, “Educando la generación zombi”. Conferencista internacional, conductor del programa de televisión “Tiempos de familia” y columnista en dos periódicos.

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