Abandonar, desertar, dejar de participar en las clases virtuales. Parecen todas palabras sinónimas en estos días. Es que las cifras son elocuentes, y algunas veces hasta alarman.

Son muchos los alumnos, y por diversas razones, que este año, por la pandemia y otras razones, han abandonado sus estudios, estudios que la mayoría de las veces son y fueron realizados de manera virtual. Se cree que cerca de 80 mil estudiantes se sumarán a las cifras de deserción escolar que ya existen en Chile. Cifras que, en sectores vulnerables, podrían incluso incrementarse, o en colegios técnicos, donde la mayoría de los jóvenes debió dejar las aulas virtuales e incorporarse rápidamente al mundo del trabajo, para contribuir con el sustento económico a sus familias.

Diversas razones, dicen los expertos, han contribuido a que ocurra esa situación y, por cierto, la pandemia ha sido una de ellas. La buena noticia, sin embargo, es que, pese a que estamos a inicios del mes de noviembre, es tiempo para tomar medidas.

Acompañar a los alumnos, averiguar por qué han dejado de conectarse con sus clases y prestar apoyo a las familias y a quienes lo requieren parece ser una excelente idea. Un caso ejemplificador es lo que han realizado en el colegio Puente Maipo. Allí, contó su director, Miguel Arce, en una entrevista que le realizaron en agosto pasado: “Muchos padres nos decían que no era necesario mantener el vínculo con el colegio porque cuando vuelvan se van a poner al día o que todos van a pasar de curso, por lo que no vale mucho la pena esforzarse. Entonces, debimos hacerles ver que sí era posible seguir aprendiendo a distancia y que estar un año inactivo genera un daño salvaje desde el punto de vista cognitivo”.

Ejemplos como ese es clave replicarlos. Porque, como nos decía el ministro de Educación, “todavía estamos a tiempo”.

Marcela Paz Muñoz Illanes
Directora Revista Educar