Ana Zúñiga Lacruz es académica e investigadora de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra. Su tesis doctoral trata sobre “El poder femenino en el siglo de Oro español”. Un tema complejo –explica– pues entonces existían dos grandes posturas enfrentadas: “Por un lado, había quienes consideraban que la mujer no podía gobernar de manera recta por los defectos asociados al mero hecho de ser mujer” y, por otro, “estaban aquellos que se posicionaban a favor, prestando especial atención a las capacidades y aptitudes de ella como persona”. Hoy, después de más de 500 años, siguen existiendo extensas regiones del planeta donde las mujeres no logran acceder a trabajos o cargos públicos en igualdad de condiciones y, peor aún, muchas niñas no terminan su educación.

—Se dice que “cuando se educa a una mujer, se educa a una nación”. ¿Está de acuerdo?

—Creo que es una expresión que recoge de forma muy pertinente la idea de la imperiosa necesidad de que la educación llegue a todos, pues si se deja de educar a parte de una población, se genera, inevitablemente, una gran pérdida en todos los ámbitos (social, cultural, económico, etc.).

—¿Cómo motivar a una adolescente a no abandonar sus estudios?

—La formación académica e intelectual no solo encamina hacia un futuro más favorable desde la perspectiva económica gracias a la adquisición de unos determinados conocimientos o habilidades técnicas, sino que también –y diría que es lo más importante– permite a la persona desarrollarse como tal: la educación dota de herramientas para opinar, discernir, analizar, valorar… En definitiva, la educación genera libertad.

—¿Cómo ayudarla a descubrir sus talentos?

—Lo ideal sería poder contar con una educación personalizada: los profesores deben estar pendientes, en la medida de lo posible, de cuáles son las principales capacidades y aptitudes de sus alumnas, así como también de sus intereses e ilusiones. De esta forma, podrán orientarlas respecto a aquellos estudios e itinerarios académicos o profesionales que les permitirán desarrollar esos talentos que, posteriormente, pondrán al servicio de la sociedad.

—¿Cuál es el costo de no perseverar en los estudios?

—Por una parte, pierde la joven que renuncia a los estudios, pues no se desarrolla intelectualmente y se limita, por ende, su crecimiento personal, lo que redunda, asimismo, en una menor capacidad de ejercicio de su libertad; además, pierde la sociedad, que no recibe los beneficios (en el sentido amplio de la palabra) que la mujer talentosa podría aportar en ámbitos tan diversos como el cultural, científico, político o deportivo, entre muchos otros.

—Como investigadora y académica, ¿qué estrategias –que puedan implementar las familias como las escuelas– recomendaría?

—Ojalá pudiera desarrollarse este acompañamiento y asesoramiento desde edades tempranas para llegar a conocer bien a cada alumna (sus talentos, fortalezas, debilidades, ilusiones, miedos…), y transmitirles confianza respecto a su inviolable dignidad, su valía y sus posibilidades para desarrollarse personal, intelectual y profesionalmente.

Aña Zúñiga Lacruz, es licenciada en Filología hispánica y Periodismo y doctora en Filología. Trabaja en la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra, donde ejerce como académica e investigadora.