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Abr 2024 - Edición 281

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Profesor y teconología: El challenge de las familias

Muchos profesores han debido apoyarse en sus hijos, parejas o demás colegas para pasar de usuarios básicos a digitales experimentados durante esta pandemia. Han debido asumir el desafío de pedir ayuda y contar con una red de apoyo.

Por: M. ester Roblero
Profesor y teconología: El challenge de las familias

Testimonios

“Mi papá hasta el día de hoy me pide que me quede estudiando cerca por si algo falla”, cuenta Rosana, 19 años, hija de un profesor de matemáticas.

“Mi señora a veces termina a las nueve de la noche de trabajar preparando videos, afiches, gifts y una serie de palabras que se han tomado la hora de comida. Yo la ayudo en lo que puedo, especialmente con excel”, señala el marido de una profesora de ciencias de cuarto medio.

Como estos casos, muchos otros testimonios confirman que la pandemia, entre muchas consecuencias, ha convertido a los profesores en alumnos de sus propios hijos o colegas más avezados en temas computacionales.

Cecilia Sánchez Kaplán, profesora: Cuando los hijos son los ayudantes

“La primera clase on line que hice fue terrible, me la traspiré entera”, cuenta esta pofesora básica del Colegio Antonio Hermida Fabres, en Lo Hermida. “Nosotros trabajamos con Google Meet y Clasroom, porque es el sistema que proporcionó la municipalidad. Y en la mitad de ese primer día se me fue el audio y tampoco podía ver a los niños…, pero seguí hablando y hablando. De repente me empezaron a llamar los apoderados: ‘Tía, no la escuchamos nada’.
Tuve que pedir ayuda mis hijos. Ellos me desconectaron de un computador, me llevaron a otro…, y me instalaron de nuevo.”,

Cecilia hace clases de Historia, Educación Cívica y Ciencias Naturales en 4º Básico y explica que, aunque ahora ya se siente mucho más segura, sigue necesitando mucho el apoyo de sus hijos Tomás (24 años, estudiante de Geología) y Simón (29 años, abogado). “Ocupo el escritorio de uno de ellos, para proyectar en un computador y hacer clases desde otro, con dos pantallas se me ha simplicado bastante el proceso. Mis hijos me siguen ayudando a conectarme al comienzo y a probar que todo este bien instalado; su ayuda ha sido indispensable, al igual que la de los colegas ‘milenials’, los profesores más jovenes del colegio. De hecho, hemos tenido varias sesiones hasta la 11 de la noche, donde ellos nos fueron explicando la plataforma a los mayores. Aunque tuvimos cursos de capacitación, muchos estábamos colapsados con todo este cambio y fue muy bonito ver ese espíritu colaborativo que surgió”, cuenta.

El desafío ha sido enorme, describe esta profesora. “Me tuve que comprar un computador, porque yo tenía uno viejo que era muy lento. Y además, tuvimos que mejorar el internet de la casa… Aunque nos ofrecieron ayuda desde la Municipalidad, era urgente para nosotros los profesores hacer clases desde marzo”. Pero sin duda lo más desafiante, a su juicio, ha sido llegar a todos los niños del curso. “Hay niños en extrema pobreza que no pueden acceder a internet. Eso me complica y aunque se que estamos en una emergencia, trato de jugármela para que todo el esfuerzo de uno como profesor llegue a todos los niños”.

 

Nicole Carrasco

Nicole Carrasco Astorga: Dos profesores en la casa

“En mi caso, el comienzo de toda esta locura coincidió con que nos habíamos cambiado recién de casa. La pandemia nos pilló sin internet y quizá por el exceso de demanda, fue muy lento el proceso de instalación. Y todavía los días de lluvia, se nos cae la señal. Llueve y es un desastre”, cuenta esta profesora general básica, con mención en lenguaje y comunicación por la Universidad Diego Portales. Ella además es lider instruccional en Fundación Belén Educa y tiene varios profesores a cargo.

“A todos nos ha costado implementar nuevas herramientas de forma remota, desde familiarse con las plataformas hasta conocer las mejores apps para hacer videos. Entre todos los profesores nos hemos ayudado, intercambiando aprendizajes que hemos adquirido nosotros mismos con la práctica. Uno que otro colega ha tenido el minuto de hacer cursos on line, pero la verdad es que el tiempo ha sido muy escaso. En las reuniones vamos comentado las herramientas que hemos ido descubriendo. También fuera de horario hemos debido ayudarnos entre nosotros”, explica.

Nicole Carrasco señala que su gran ayuda ha sido su marido, que también es profesor: “Él es muy tecnológico y sabe mucho de computación y aplicaciones. Trabajamos en el mismo colegio y tuvimos que ambientar una pieza como sala con pizarra, para poder hacer clases y explicar a nuestros alumnos. Pedimos que no nos coincidieran los horarios para poder encerrarnos tranquilos, mientras el otro se encarga de nuestra hija”.

Ese es otro factor que se ha sumdo a la lista de desafíos: “Nuestra pequeña tiene cuatro años y va a PreKinder. Ella estaba recién partiendo su escolarización, familiarizándose con el colegio, con la nueva responsabilidad. Ha sido muy frustrante para ella y para nosotros este cambio, pero creo ya al menos hemos podido ir saliendo adelante”, reflexiona.

El arte de saber pedir ayuda

El hijo de un profesor cuenta: “Mi papá es un ‘seco’ en literatura, sabe de García Márquez y Vargas Llosa como nadie. Pero negado para el computador. Pasó todo marzo estresado y se negaba a aceptar ayuda. Pero empezó a sufrir insomnio, andaba malgenio y mi mamá un día lo mandó a la punta del cerro. Ahí reconoció que necesitaba que los ayudáramos. Ahora se maneja más, pero igual de repente se le desaparece su curso de la pantalla y nos manda un whtasapp con un SOS”.

“Pedir ayuda es muy difícil para algunas personas. Sentimos incomodidad y vergüenza. Mi padre prefería nadar entre cocodrilos antes de bajar la ventanilla del auto para preguntar una dirección y reconocer que estaba perdido”, cuenta la psicóloga Heidi Grant en una charla Ted titulada “¿Cómo pedir ayuda y que nos digan que sí?”.

Heidi Grant

Esta experta recomienda conocer e implementar cuatro aspectos claves al pedir ayuda:

  1. Aclarar de manera explicita qué necesitamos y por qué. Los pedidos imprecisos e indirectos confuden. “Investigaciones han demostrado que el 90% de la ayuda que los colegas se brindan entre ellos responde a pedidos explícitos de ayuda. Si no pides ayuda, es imposible que los demás detecten que la necesitas”, señala.

  2. Evitar excusas, disculpas y sobornos al pedir ayuda. Frases como “no sabes cuánto lamento pedirte ayuda”, “si pudiera no molestarte, no lo haría”…, solo hacen sentir muy incómoda a la otra persona. Ayudar, en los equipos de trabajo es parte del trabajo colaborativo. Y con respecto a los “sorbornos”, está bien regalar un chocolate a quien nos ha ayudado, “pero no todo es transacción en la vida, hay gratuidad en las relaciones y es importante vivirlo”.

  3. No pedir ayuda a través de mensajes de texto o correo electrónico. “Son formas de comunicación impersonales y aunque a veces facilitan el reconocer que necesitamos algún tipo de socorro, también hacen más fácil al otro excusarse y decirnos que no”.

  4. Seguir en contacto con quien nos ha ayudado. “Lo gratificante de ayudar a otro es saber que esa ayuda sirvió, que tuvo impacto, que se logró algo. Por eso, si recibimos algún tipo de ayuda valiosa de alguien, una froma maravillosa de agradecerle es contarle luego cómo van nuestros avances”.

La imprescindible red de apoyo

“Todos necesitamos ayuda. ¿Cómo formar parte del sistema de apoyo de los demás?. Debemos adoptar esa forma de mirar al prójimo, de ponernos en sus zapatos y perspectiva”, recomienda esta líder social que, debido a su enfermedad congénita, ha debido pasar su vida pidiendo ayuda a los demás. “Todos tenemos un rol en nuestro propio éxito y desempeño. Pero pensemos también en el rol que tenemos en el éxito y desempeño de los demás. Es sumamente importante que nos ayudemos mutuamente. La sociedad tiende a aislarnos en silos, por nuestras diferencias de todo tipo, pero si hay algo en común entre todos es la necesidad de ser ayudados. Pedir ayuda es una fortaleza, no una debilidad”, concluye.

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