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Abr 2024 - Edición 281

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¿Cómo educar hijos con integridad académica?

Es un concepto que apareció en los años noventa, junto con la masificación de internet y de nuevas tecnologías de comunicación como Whatsapp, que han aumentado las posibilidades de que los alumnos copien, plagien o hagan trampa en exámenes y tareas. Dos académicos explican en qué consiste esta “integridad académica” y cómo se pone en práctica.

Por: María Ester Roblero
¿Cómo educar hijos con integridad académica?

Copias en los exámenes, plagio de tareas, venta de respuestas en tiempo real por Whatsapp y pagos a terceros por hacerles los trabajos…, son algunas de las “trampas” de los alumnos que denuncian los profesores en colegios e instituciones de educación superior.

La pandemia y las clases a distancia parecen haber incrementado estas actitudes deshonestas al extremo que muchos educadores, en cartas a medios extranjeros y nacionales, se quejan de tener que asumir el papel de “detectives” ante sus alumnos, mientras que estos alegan que la desconfianza ha motivado un tipo de exámenes contra el tiempo y con mucha presión.

El espiral de la desconfianza

 Gonzalo Pizarro, director académico de Docencia de la Universidad Católica y miembro del directorio del Centro internacional para la Integridad Académica (ICAI), señala que, si bien no es la mayoría, “en la educación superior recibimos algunos alumnos que vienen desde el colegio con muy malas prácticas. Y el problema es que consideran que es normal comportarse así”. El académico afirma que es urgente y clave abordar este tema en los colegios y familias. “Yo creo que la mayoría de los alumnos son honestos, pero la gente honesta a veces no alza la voz y se escucha más la de quienes dicen que eres un tonto si no copias”, señala.

En las conversaciones con hijos y alumnos adolescentes, cuatro principios debieran permitir explicar el valor de ser honestos e íntegros, señala Gonzalo Pizarro:

  • Primero, que el objetivo de la educación, tanto escolar como profesional o universitaria, es el aprendizaje. Cualquier acto que haga creer que tú has aprendido algo, cuando no lo has aprendido, ya es algo deshonesto. Copiar es obviamente hacer trampa: no estás demostrando tu propio aprendizaje y por ello la evaluación no va a ser la que te corresponde. Con el plagio ocurre que tampoco demuestras tu conocimiento y usas información de otra persona sin reconocerle su autoría.

  • Segundo, que el aprendizaje te permite cumplir roles y realizar acciones después, no son solo para ti, sino para la sociedad. Un buen ejemplo puede ser: si tú eres médico en esta pandemia, pero pasaste toda tu vida universitaria copiando, ¿cómo te presentas ante un enfermo grave en estas condiciones? Eres un peligro para la sociedad. ¿Eso es lo que quieres ser?

  • Tercero, está demostrado que la gente que hace trampa en la vida profesional ha hecho trampa antes en su vida escolar y universitaria. Son actitudes que se repiten porque el límite entre lo correcto y lo incorrecto se ha vuelto difuso en el tiempo. Una persona que hace estafas, es probable que haya hecho cosas deshonestas en el colegio y la universidad.

  • Cuarto, la deshonestidad genera una espiral de desconfianza social. La gente valora a la gente honrada, los empleadores necesitan trabajadores éticos. Y a todos les juega en contra que existan personas deshonestas.

Honestidad e integridad académica

El problema de la “deshonestidad” de algunos alumnos motivó que desde los años noventa existan en cada universidad departamentos y equipos abocados a implementar políticas de “integridad académica”, que van más allá de las meras sanciones.

“El término fue acuñado por el profesor norteamericano Don McCabe. Desde 1800 en las universidades norteamericanas y europeas existen ‘códigos de honor’ y Don McCabe comprobó que las instituciones que contaban con códigos, tendían a tener menos actitudes deshonestas entre sus estudiantes. Sólo el hecho de hacer presente a los alumnos ‘la honestidad y el honor nos importan’ disminuía el número de faltas. McCabe, basado en su experiencia, fundó el International Center for Academic Integrity (ICAI)”, explica Gonzalo Pizarro.

Hoy existen otros centros e iniciativas tendientes a difundir y explicar el concepto de integridad académica. El ICAI ha definido la integridad académica como el compromiso ante situaciones adversas, con seis valores fundamentales. Estos son:

  1. Respeto: necesario para generar un ambiente que permita el aprendizaje interactivo, cooperativo y participativo. Se basa en honrar, valorar y considerar las opiniones diferentes.

  2.  Justicia: entendida como la capacidad de establecer expectativas, estándares, prácticas claras que sustenten la interacción entre alumnos, profesores y administrativos.

  3. Responsabilidad: disposición a liderar dando el ejemplo, asumir actos realizados y ser proactivo cuando es necesario.

  4. Honestidad: personal e intelectual, como requisito para el aprendizaje, la investigación y el trabajo en general.

  5. Confianza: para permitir el intercambio de ideas y el desarrollo de todo el potencial académico.

  6. Valentía: para vivir lo que se cree y expresarlo en acciones concretas, incluso en la adversidad.

Gonzalo Pizarro cuenta que muchos colegios, desde hace algunos años, realizan campañas de comunicación con consignas, tendientes a promover en los alumnos desde muy pequeños la vivencia de estos valores.

Responsabilidad de TODOS

Gonzalo Pizarro también cita investigaciones que apuntan a factores que son predictores de faltas a la honestidad de parte de los alumnos:

“Eric Anderman es un investigador norteamericano que ha identificado algunos ‘predictores de conductas de engaño académico’, entre otros, que las trampas se producen más en las clases de profesores que enfatizan el logro de buenas calificaciones. Mientras, los estudiantes se sienten menos inclinados a recurrir a engaños cuando los objetivos propuestos por los profesores son aprender.

En este sentido, tanto las familias como los profesores deben ser cautelosos ya que al poner el acento en el resultado de la PSU, el NEM, las notas de enseñanza media…, es evidente que están diciendo que lo más importante es la nota. Incluso, cuando dices que lo que no aprendes lo puedes suplir con un preuniversitario en que te den claves para contestar preguntas..., ahondas en esa idea de que aprender no es lo más importante”, señala.

El honor de los demás

Para Carolina Dell’Oro, filósofa de la Pontificia Universidad Católica de Chile e integrante del Consejo Nacional de Televisión, “hoy es urgente educar a los hijos y alumnos yendo al fondo de estos temas”. Propone algunas temáticas:

1. La dignidad de la persona humana.
Solo si yo conozco y reconozco el valor de la persona humana puedo entender el daño de difundir información falsa sobre alguien, o de dañar su intimidad. Debemos enseñar a reflexionar desde lo más básico.

2. Ser colador y no embudo frente a todo lo que se publica en las redes,
El gran desafío de quienes estamos educando es generar un sentido crítico en los niños, adolescentes y jóvenes. La palabra criterio viene del griego “kriterion” y significa “norma para conocer lo verdadero”. Deriva de los términos “krinei”: separar, e “io”: instrumento. Es decir, alude al concepto de “colador”, señala. “El criterio implica ser capaz de discernir. Es un desafío educativo clave. Implica preguntar: ¿Qué es lo que tú piensas, como ser humano, frente a esto que está ocurriendo?

3. La “diversidad singular”
Yo creo que hoy estamos tremendamente abiertos a la diversidad externa, a lo explícito: en sexo, cultura, religión, política…, pero no respetamos la diversidad singular, la diversidad de cada cual, porque al que hoy piensa distinto lo destruyen.

4. La importancia de los vínculos reales.
Yo creo que esta pandemia nos ha hecho valorar los vínculos personales. Por ejemplo, el vínculo con el profesor. Lo que parecía ultra de bueno al comienzo, quedarse en la casa, viendo la clase por el celular… Creo mucho en el llamado primitivo del alma, el llamado al encuentro con otros. En ese encuentro y convivencia se valora la honestidad.

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