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Abr 2024 - Edición 281

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Escuelas y familias, “socias” en la educación de los niños ¿Cómo lograrlo?

“Se necesita una tribu para criar a un niño”: aludiendo a ese proverbio africano, Teresa Izquierdo, señala la importancia de la comunidad educativa –es decir, del colegio junto con la familia– para trabajar los temas de convivencia escolar. “Separados, no funciona”, asegura.

Por: Paula Elizalde
Escuelas y familias, “socias” en la educación de los niños ¿Cómo lograrlo?

Años de experiencia trabajando en temas de convivencia escolar, tanto con el Ministerio de Educación como con escuelas específicas –sobre todo, como directora del programa “Aprender en Familia”, de la Fundación CAP–, le han dado seguridad a Teresa Izquierdo para afirmar que “la familia es absolutamente necesaria para la educación de los niños, para que aprendan más y para que se desarrollen más, especialmente en el ámbito de la convivencia”. Esto no puede ser dejado al azar, sino que es necesario tomar medidas concretas.

“Lo primero es tener un proyecto educativo que de verdad considere a la familia como actor importante en la educación de sus hijos. Partir del supuesto de que los niños aprenden en la escuela y en la casa, y que por lo tanto tenemos que trabajar como socios, escuela y familia. Eso parte por una capacitación a todos los educadores para sensibilizarlos en la importancia de la familia y entregarles herramientas para que, en el marco de la reunión de apoderados y en la entrevista, generar espacios que permitan trabajar como socios y derribar algunos mitos que tenemos con la familia y de la familia con la escuela”.

¿Cómo lograr esos espacios? El programa “Aprender en Familia” potencia el trabajo en conjunto entre escuelas y padres. “Por ejemplo, tiene un espacio que se llama ‘Entre Familia’, que es una escuela de padres que busca generar un espacio de diálogo entre los padres para conversar sobre puntos centrales en la educación de los niños, para dar pautas de crianza. También tiene un taller con objetivos e ideas fuerza para la casa. Parte de la base de que todas las familias somos distintas y podemos mejorar. Se hablan temas como comunicación padre-hijo, el tema de poner límites, temas que influyen en la convivencia de la escuela. Son seis talleres al año, no son pocos, son espacios de 30 minutos en el marco de una reunión de apoderados”, cuenta Teresa.

En segundo lugar, es importante para las escuelas y colegios tener una política clara de convivencia, tener normas que faciliten una buena convivencia y una resolución dialógica de los conflictos. “Para eso es muy importante capacitar no solo a los docentes sino también a los padres”, recalca Teresa. “Por ejemplo, la única manera de superar el bullying, un ejemplo claro de problema de convivencia en el aula y en la escuela, es capacitando a los docentes, a los niños y a los padres sobre la importancia de la resolución pacífica de conflictos y mostrando que toda la comunidad tiene algo que hacer ahí. El profesor que mira a un niño haciendo bullying al otro, un apoderado que sabe que su hijo es víctima o que su hijo sabe que hay otro que hace bullying. Es toda una comunidad educativa que trabaja junta por mejorar la convivencia”, agrega.

Acciones concretas

Los problemas de convivencia escolar, de violencia en la escuela, de bullying, de abuso, de consumo de drogas, de problemas entre alumnos, entre docentes y con las familias, “solo se pueden trabajar si los tomamos sumamente en serio”, afirma Teresa. “A veces, creemos que una charla de convivencia escolar, o de bullying o de prevención de drogas, es efectiva, pero toda la evidencia científica dice que no, que una charla no es suficiente y no es eficaz para cambiar actitudes, creencias y comportamientos en relación con una sana convivencia y que se necesita mucho más”.

Para Teresa, tomarse en serio el tema de la convivencia escolar significa “tener una política de convivencia, protocolo de convivencia, eso es el mínimo”. También, se debieran ejecutar programas de desarrollo socioemocional con los niños, o de habilidades para la vida. Y los mismos procesos que se van trabajando con los niños, ir trabajándolos paralelamente con la familia.

“Cuando padres y profesores trabajan juntos, los niños sacan mejor SIMCE, les gusta más leer, disminuye la violencia en la escuela y en la casa, mejora la comunicación padre- hijo y por lo tanto es un factor protector y que posibilita que los niños aprendan y se desarrollen mejor”.

Verónica Gubbins, psicóloga de la Universidad de Chile, quien trabaja actualmente en la Universidad Finis Terrae, terapeuta familiar y quien ha investigado sobre la relación familia-colegio, agrega dos puntos importantes a la hora de establecer esta relación: “Es importante que los profesores aprendan a relacionarse con adultos, la familia de hoy está más ilustrada que antes, la gente está más informada, más consciente de sus derechos, son padres más sensibles al trato y en ese sentido me preocupa a ratos ver que profesores tratan a adultos como niños. El adulto chileno no quiere más ser tratado como niño. Un trato distinto cambia la disposición de la familia, cambia la capacidad de escucha del apoderado”.

Un segundo punto que añade Verónica es que hay materias propias de la familia que requieren un tratamiento especializado, “que no están en la formación del profesor, podrían estar en la formación del trabajador social, del psicólogo, cuando se trata de problemas particulares. El trabajo en equipo interdisciplinario es súper importante para comprender mejor el contexto, las problemáticas en que se va desarrollando cada niño del colegio”.

No solo es necesario un equipo interdisciplinario, sino también el concurso de todos los miembros de la familia. Teresa Izquierdo señala: “Quien está educando a un niño es toda una comunidad. Hay un proverbio africano, que se ha usado mucho, pero es atinente: ‘Se necesita una tribu para criar a un niño’, cuando trabajamos convivencia escolar necesitamos a toda la tribu. Necesitamos a los hermanos, a los cursos grandes, una escuela que mejore la convivencia. Que haya tutores entre los grandes y los chicos, donde la familia realmente sea una comunidad de familias”.

“Lo que se ha demostrado con respaldo científico, es que cuando los padres se involucran en la educación de sus hijos, a los hijos les va mucho mejor. Y nosotros lo hemos probado en el programa Aprender en familia, de Fundación CAP, que cuando padres y profesores trabajan juntos, los niños sacan mejor Simce, les gusta más leer, disminuye la violencia en la escuela y en la casa, mejora la comunicación padre-hijo y, por lo tanto, es un factor protector y que posibilita que los niños aprendan y se desarrollen mejor”, reflexiona Teresa.

Familia, escuela y salud

Conversamos con Claudia Tarud, directora del Instituto de Ciencias de la Familia de la Universidad de los Andes, sobre cómo la familia influye en la salud socioemocional del niño y ésta, a su vez, en el clima escolar:

La familia influye en la salud emocional de un niño desde que éste es concebido y acogido, querido y recibido con amor. Son ellos los que reconocen el temperamento de sus hijos, y conducen a que vaya forjando su carácter de acuerdo a la forma de ser de cada uno, reconociendo y validando su manera única de ser. En la familia se generan las dinámicas y relaciones que ayudan a ir forjando la personalidad, mientras más sanas, claras y seguras, mientras más cariñosas e incondicionales sean las relaciones familiares, es mejor el hábitat para ir creciendo emocionalmente sano.

No hay familia perfecta, tampoco se exige que seamos perfectos para poder educar a nuestros hijos; no obstante, son los padres los que educan, quieran o no hacerlo. La familia que ellos forman, ya sea que estén juntos o no, educa a los hijos. En este sentido, si una familia no participa en el proceso educativo, es probable que los niños sientan más desamparo o desamor, lo que genera inseguridades y falta de contención, falta de guía en la vida.

Si no existe familia o ella no ejerce su rol, y tampoco hay quien desempeñe un rol familiar, la educación se hace compleja, ese niño puede sufrir variadas consecuencias para su personalidad, que tienen que ver con carencias de relaciones de amor, necesarias para crecer y desarrollar la personalidad. Sin embargo, en las peores circunstancias de desamparo, pueden emerger grandes fortalezas.

 

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