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Regístrate y accede a la revista¿Quiénes son? ¿Dónde estudian? ¿Quiénes los habilitan? La nueva Ley de Carrera Docente cambió las cosas, y al día de hoy existen dos modalidades para convertirse en profesor de Religión. El problema es que, según los expertos, el número de postulantes ha bajado considerablemente.
A partir de este año, de acuerdo a las estipulaciones de la nueva Ley de Carrera Docente, existe una exigencia en lo que se refiere a los puntajes mínimos en la PSU para postular, lo cual, según las investigaciones, ha significado una reducción sustancial de la cantidad de postulantes a profesor de Religión, debido a que muchos de los alumnos no cumplirían con los requisitos mínimos exigidos para ingresar a la carrera.
Hasta antes de esta ley, muchos de los postulantes a pedagogía en religión ingresaban a través de procesos especiales, ya que varios de ellos eran estudiantes de comunidades religiosas o jóvenes con experiencias pastorales. “Se considera que la pedagogía en religión tiene un fuerte componente vocacional, por eso se utilizaban estos procesos especiales”, explican desde la Vicaría Episcopal.
Según consta en las cifras oficiales, por medio de ese mecanismo, los postulantes a los programas de pregrado son muy pocos. De hecho, explica Roberto Pavez Meneses, profesor de la Universidad Católica Silva Henríquez y director de la Comisión de Educación Religiosa Escolar Católica de la Conferencia Episcopal de Chile, “el número de postulantes a nivel nacional en las universidades del Capítulo Chileno de Universidades Católicas ha disminuido considerablemente. Quienes han ingresado el año 2017 a las diferentes escuelas o facultades no superan los 80 postulantes”.
En relación a la perseverancia o nivel de retención, sin embargo, agrega Pavez, esta debe ser por sobre el 80%, “aunque la tasa de titulación oportuna es muy baja, esto fundamentalmente porque muchos alumnos ya desde el tercer año se encuentran insertos en el sistema como profesores de Religión”.
La situación es preocupante porque, tal como asegura el sacerdote a cargo de Pedagogía en Religión de la Universidad Católica de Chile, Javier Ignacio Barros, “educar la fe de jóvenes y niños es una tarea tan preciosa como delicada. Tiene una belleza muy grande porque se trata de mostrar cómo la fe cristiana viene a responder a esas grandes preguntas por el sentido de la vida que están presentes en todos nosotros, en los jóvenes y también en los niños más pequeños”.
Sucede que la clase de religión aporta a la autoestima de los estudiantes, en cuanto promueve una imagen positiva del ser humano y del mundo junto con la imagen de un Dios, que movido por su amor, ha querido relacionarse con el ser humano desde la gratuidad y la fidelidad, explica Gwendolyn Araya G, encargada de Formación Religiosa de Fundación Belén Educa. “En esa asignatura ponemos algunos medios para que los estudiantes puedan, de alguna manera, experimentar el amor incondicional de Dios. La autoestima se fortalece cuando una persona llega a comprender que es amado de forma gratuita e incondicional”, dice.
Sucede que es justamente esa asignatura donde se permite a los alumnos desarrollar “la capacidad de reflexionar sobre lo que creemos y lo que no creemos. Esa es una instancia privilegiada para reflejar a los estudiantes su dignidad: cada uno de ellos importa y aporta en la clase. Por una parte, la capacidad reflexiva sobre la fe posibilita el desarrollo de la interioridad, por lo tanto, de la espiritualidad”.
Coincide con aquella observación Roberto Pavez, quien explica que una de las grandes carencias está en el hecho que no siempre se comprende que estamos formando profesores de religión católica, y esto requiere la experiencia de fe de quienes se están formando y una práctica de acuerdo a lo que profesan. “Y, por otro lado, debemos considerar formar en la disciplina teológica, pero pensando que enseñarán religión y, por lo tanto, deben tener una muy buena formación pedagógica y especialmente en la dimensión didáctica”.
También, añade Roberto Pavez, “debemos considerar que el ejercicio de la pedagogía en religión ha sido considerado como una pedagogía de ‘segundo orden’ y esto no ha motivado a los jóvenes para que postulen a la carrera”.
Por ello, explica el sacerdote de la PUC, “estamos conscientes de que el propósito es que nuestros estudiantes puedan desempeñar una tarea docente en el ámbito escolar, el programa de pedagogía en religión católica cuenta con expertos en docencia, todos de nuestra facultad de Educación, que ofrecen las mejores herramientas pedagógicas para el desempeño profesional. Procuramos que en este plano nuestros estudiantes tengan un sólido conocimiento tanto teórico como práctico. Ellos deben apropiarse de los conocimientos y las habilidades necesarias para, por ejemplo, planificar, implementar, aplicar y evaluar situaciones pedagógicas de la educación religiosa escolar”.
En esa línea ocurre que, acota Roberto Pavez, “para el alumnado la formación religiosa, sin duda, se relaciona con aspectos clave de la formación integral ya que responde a la dimensión trascendente, religiosa, espiritual y moral, propia del ser humano. Estas dimensiones no necesariamente son abordadas por otras asignaturas, dentro del sistema escolar; por esta razón, podemos afirmar que son fundamentales en el proceso formativo integral de la persona humana”.
La profesora Gwendolyn Araya sugiere que las clases debiesen considerar el hecho de que a los jóvenes le interesa aprender “cómo desarrollar su propio proyecto de vida, manifiestan curiosidad en los temas del desarrollo de la espiritualidad, cuando comprenden la propuesta de una formación integral. Les atrae el conocimiento de las distintas religiones, sus mitos, ritos y ética. En nuestra experiencia, los estudiantes de hoy se motivan con las clases de religión cuando comprenden la propuesta de sentido de vida que el cristianismo plantea”.
Porque cuenta la académica de Belén Educa que en el área de Religión han llegado a la conclusión que “cuando la clase de religión se ofrece como espacio de reflexión, donde se puede dialogar sobre dudas y críticas respecto de la religión misma, la Iglesia y/o la fe, los estudiantes se sienten implicados”.
¿Quiénes son los estudiantes de pedagogía en Religión?
Señala Javier Barros que “solo contamos con información sobre las personas que están estudiando actualmente con nosotros. Hay gran heterogeneidad. Provienen principalmente de establecimientos subvencionados y municipalizados, y en un menor porcentaje, de establecimientos particulares pagados. En cuando a edad, tienen un rango de entre 17 y 66 años, siendo el promedio de las tres cohortes (nuestra carrera comenzó hace tres años) de 29 años. De los 60 ingresados a la fecha, un 52% son hombres y un 48% mujeres. Entre estas hay cuatro religiosas. Hay estudiantes que ingresaron ya teniendo títulos profesionales o grados académicos de educación terciaria, otros recién egresados de la enseñanza media el año inmediatamente anterior a su ingreso a la UC y varios con su licencia de educación media de años anteriores. Alrededor de un 60% proviene de la Región Metropolitana. Un porcentaje alto es la primera generación de su familia en ingresar a la universidad (sus padres no tienen estudios superiores, ni aun incompletos). Aproximadamente, el 70% de los estudiantes tiene que conciliar el trabajo con el estudio.
Un aspecto importante común entre los estudiantes que ingresan a la carrera es su vínculo con ámbitos pastorales o con movimientos religiosos. Todos ellos manifiestan vocación de servicio e interés por evangelizar.
En esa misma línea, Roberto Pavez señala: “En general, podemos decir, a modo de caracterización, que los estudiantes de pedagogía en Religión son jóvenes, no necesariamente recién egresados de la enseñanza media, que se sienten llamados a la pedagogía en Religión y que han descubierto esta vocación de servicio desde las experiencias de fe que viven, sea en la parroquia o en el colegio”.
Existe además un número importante de postulantes que llegan a estudiar pedagogía en Religión como parte de la formación propia de la congregación religiosa a la cual pertenecen; como también personas de fe e incluso profesores de otras asignaturas o profesores básicos que, ya pasados algunos años, se deciden por estudiar la pedagogía en Religión.
Principales desafíos
Asegura el sacerdote de la UC que “el principal problema lo tenemos como sociedad, cuando los índices de pertenencia a la Iglesia han disminuido en los últimos años en forma significativa. La desconfianza con las instituciones ya es un lugar común a la hora de comentar la situación en la que nos encontramos. Esto necesariamente repercute en el momento de elegir una carrera como esta”.
En todo caso, asegura Barros que las dificultades que tienen hacen aún más desafiante esta vocación. Porque la necesidad de sentido de vida es igualmente válida hoy como ayer. “Creo que el profesor de Religión va a cumplir en el corto plazo un papel muy relevante en la vida escolar, pues él es el docente que debiese estar mejor preparado para ofrecer a los alumnos y también a sus colegas una visión de conjunto realmente positiva sobre todo lo que nos acontece. Con sabiduría para interpretar la realidad –todos los factores de ella–, sin reduccionismos de ninguna especie, siempre desde la fe y el amor de Dios, el profesor de Religión puede convertirse en alguien que anima profundamente el caminar de la vida de todos los que participan en la vida escolar”.
De hecho, cuenta la profesora de Belén Educa, que en el aula la clase de religión tiene un desafío muy concreto: que los estudiantes junto a su profesor logren un aprendizaje significativo para la vida, iluminando su reflexión con la propuesta católica que articula lo humano y lo divino.
Además –explica- otro objetivo es desinstalar los prejuicios contra la clase de religión (no tiene nota, los estudiantes no están motivados, ya nadie cree en Dios, la Iglesia católica está en descrédito). “Asimismo, debemos involucrar a toda la comunidad escolar: darle a la clase de religión el lugar que debe tener dentro del currículum. Muchas personas piensan que la religión no debe enseñarse en el colegio, que hay que circunscribir su enseñanza a la esfera privada de la familia o de la comunidad religiosa a la cual se pertenece. No obstante, creemos que la ERE (enseñanza religiosa escolar) aporta al desarrollo integral de los estudiantes. Es necesario invertir esfuerzos y recursos para ofrecer buenas clases de religión”.
En los colegios confesionales, a este desafío se añade una responsabilidad asociada a la misión evangelizadora de la Iglesia de acuerdo al propio PEI (proyecto educativo institucional). “En nuestra fundación asumimos este doble desafío desde nuestra propia espiritualidad: “queremos formar personas en torno al Evangelio de Jesucristo: hombres y mujeres, jóvenes y adultos empeñados en una existencia y una acción en favor de los demás, comprometidos en la construcción de un mundo más justo”, señala Gwendolyn Araya.
Roberto Pavez aclara que es necesario considerar las diferencias entre los colegios “confesionales” y los que se declaran “laicos”; para los primeros el tema está integrado desde las mismas afirmaciones y definiciones consideradas en el proyecto educativo institucional, por lo que la clase de Religión es, incluso, parte del currículum.
“Mientras que, para los otros establecimientos, si bien están obligados a ofrecer clases de Religión, en muchas ocasiones esas horas están destinadas a talleres para preparar el SIMCE o la PSU, y en algunos casos para la educación en valores; en esto, si bien no está declarado de manera explícita, los sostenedores han buscado la forma de hacer valer sus propias propuestas, lo cual ha ido en desmedro de esa educación integral”.
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