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Abr 2024 - Edición 281

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Cada familia es un mundo diferente

No todas las relaciones entre familia y escuela son fáciles. “Algunos docentes responden a las familias con bajas expectativas porque han tenido desencuentros y obstáculos en la relación con algunos apoderados”, reflexiona Mara Figueroa, directora de Formación de Fundación Belén Educa.

Por: Marcela Muñoz
Cada familia es un mundo diferente

“El desafío es mantener la apertura y la confianza en que cada grupo familiar es un mundo a descubrir. Es necesario abordar la relación con genuino interés, preguntándose cómo serán más allá de lo que hoy sé de ellos y cuáles serán sus fortalezas, y en qué podemos colaborar”, dice Mara Figueroa, Directora de Formación de Fundación Belén Educa. 

—¿Qué cuidados se deben tener en el vínculo con la familia de cada alumno? 

—Cada familia tiene características propias. Su estructura, su historia, su contexto, sus creencias y valores que propician un relato y una imagen que puede verse influida, positiva o negativamente por la relación con la escuela. 

Valorar a nuestras familias en algún aspecto específico facilita la relación con ellas y tiene impacto en la relación con los estudiantes. Si confían en nosotros, esa confianza nos compromete a entregarles herramientas prácticas para que puedan asumir los desafíos que tienen en cada etapa del desarrollo evolutivo de sus hijos.

 —Si no se desarrolla ese vínculo entre familia y escuela, ¿qué ocurre con el aprendizaje?

—Padres y profesores son educadores porque son figuras significativas de apego para niños y jóvenes y, por lo tanto, son las fuentes primeras para la construcción de una identidad personal y de una visión de mundo. Lo que un papá o un profesor hacen en la vida de un niño no lo puede hacer ningún especialista por competente que sea. La influencia está dada por la
calidad del vínculo. 

Entonces, si las personas significativas en la vida de un niño no se ponen de acuerdo en el mensaje que dan, pueden afectar negativamente la construcción de identidad de un niño y su visión del mundo. El disenso o la descoordinación confunden, tensionan y pueden llegar a provocar dolor, impotencia y culpa porque siempre estás al debe con alguien que te importa. 

—Por tanto, ¿dónde debiese estar el foco de la vinculación?

—El más importante desafío para los sistemas escolares y las familias es
construir una armónica y estable relación de confianza, respeto y
colaboración entre directivos, profesor jefe y apoderados que dé cuenta de una comunión esencial con la visión del ser humano que queremos formar. El proyecto educativo es un faro que ilumina el comportamiento del profesor y del apoderado y les ayuda a ponerse de
acuerdo para abordar la formación integral del estudiante en forma conjunta y efectiva. 

—¿Cómo coordinar un trabajo conjunto entre familia y escuela?

—Las distinciones sólo sirven para la comprensión intelectual del proceso de enseñanza, pero en la experiencia de crecimiento y aprendizaje de un estudiante, todo lo que vive influye en él como persona. Es tan importante sentirse querido y respetado,
estimulado intelectualmente y desafiado desde su ética, en el colegio como en la casa. Los apoderados y profesores que quieren impactar con aprendizajes significativos deben compartir una visión de la educación que
considera los factores biológicos,
biográficos, adaptativos, emocionales, culturales y socioemocionales como
condicionantes clave en la formación humana. Yo diría que la capacidad de aprender de un individuo se fomenta en climas emocionales de respeto con alegría y con sentido y ese es un desafío para profesores y apoderados. 

—¿Cuál es el aporte que le puede entregar la familia al aprendizaje de un alumno?

—La familia es el contexto sociocultural, afectivo y ético que orienta las conductas del estudiante,  generando un sentido de lo correcto o incorrecto, lo normal, lo esperable. Es fuente de creencias y expectativas sobre sí mismo y el mundo. En la medida que cumple con sus funciones emocionales básicas, es un espacio contenedor que lo sostiene en el fracaso, lo consuela y lo anima a realizar sus proyectos. 

—¿Y qué aporta la escuela?

—La escuela es un sistema muy
poderoso en la formación de los
estudiantes. Gran parte de su vida la
pasan en compañía de sus compañeros y docentes. Es importante que el proyecto educativo inspire a los miembros de la comunidad a comprometerse en la formación de personas integrales, en la construcción de climas de convivencia respetuosos y estimulantes, de ambientes de trabajo colaborativo y con altas expectativas. 

Una escuela que forma personas para convivir con otras, enseña escuchando, preguntando, reconociendo, garantizando procesos de aprendizaje que aprovechan las oportunidades
pedagógicas que provoca el error y generan logro a partir del esfuerzo.

—El ambiente en que se desarrollan los alumnos, también influye…

—Nosotros somos seres sociales, sistemas abiertos que influyen y se dejan influir por las condiciones del medio ambiente, los sistemas en los que vivimos nos condicionan aunque no nos determinan y, por lo tanto, es importante enseñar a pedir ayuda, a trabajar en equipo y a hacer buenos amigos. Estas son competencias básicas para superar adversidades. 

Sin duda, hay condiciones de vida que promueven el desarrollo humano y otras, que lo dificultan. Los educadores buscamos, a través de la experiencia escolar, que los estudiantes crezcan en la conciencia de que tienen derecho a vivir como personas dignas y que tienen un enorme potencial al que pueden sacarle provecho para cambiar las circunstancias que los restringen. Tenemos que crear contextos educativos en los que gatillemos sueños, inspiremos proyectos y generemos competencias que los hagan posibles. 

Mara Figueroa, Directora de Formación de Fundación Belén Educa

 

Claves para desarrollar una buena convivencia entre familia y escuela

 

Lo que genera más dificultad en la relación profesor y apoderados es la ausencia de una visión compartida de lo que queremos que logre este niño, este año, en esta circunstancia y en este curso. Ello debe ser el primer tema de conversación de un profesor y un apoderado. Construir esa visión es nuestra primera tarea.

 

Los espacios de acuerdo siempre tienen que ser cara a cara, nunca en reuniones públicas, como de apoderados, o asambleas. Las entrevistas se realizan en un clima de respeto, bien preparadas y diseñadas, enfocadas en
acciones conjuntas de mejora. 

 

Crear un protocolo claro de atención a apoderados, para que ellos sepan a quién dirigirse cuando tengan inquietudes. Esto le quita carga al profesor y facilita que el apoderado confíe más en el colegio.

 

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