La evaluación nos permite saber el desempeño de los docentes, conocer sus fortalezas y debilidades, y diseñar estrategias para el mejoramiento continuo. Se trata, sin lugar a dudas, de la otra cara de la moneda del aprendizaje. Tal como explica la destacada consultora del Banco Mundial Violeta Arancibia en el reportaje: “No hay aprendizaje sin evaluación y viceversa”.

Para todas las personas es fundamental conocer cómo ha sido su desempeño y particularmente respecto de la enseñanza, que es un proceso de crecimiento continuo. La evaluación de desempeño es una práctica rutinaria de la vida profesional de cualquier empleado, tanto en el sector público como en el privado, y ha sido mundialmente reconocida como un método efectivo para el mejoramiento de las habilidades profesionales.

Pese a que el sistema padece falencias y debe ser perfeccionado, nuestro país es pionero en estas lides ya que poseemos un mecanismo que funciona hace más de 10 años. Pero, eso sí, aún nos falta incluir dos elementos que en Chile no están contemplados: los resultados de los aprendizajes de los estudiantes y la evaluación de los propios alumnos que discrimina y entrega información más relevante que lo que se pensaba originalmente.

A ello se suman las críticas al recientemente aprobado proyecto de carrera docente, que por desgracia no incluye instrumentos o evaluaciones locales que midan realmente el desempeño permanente que tiene cada profesor en la sala de clases y su impacto en el aprendizaje, sino que mantiene nada más la evaluación centralizada, que se remite solo a sacar una fotografía de los conocimientos disciplinarios y pedagógicos del profesor.