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Abr 2024 - Edición 281

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Un buen líder en la escuela marca la diferencia

Un director que ejerce bien su liderazgo impactará positivamente tanto en los parámetros socioemocionales, actitudinales o culturales con los cuales trabaja la escuela, como en los aprendizajes y las destrezas cognitivas que logren los alumnos.

Por: Angélica Cabezas Torres
Un buen líder en la escuela marca la diferencia

 

 

Si bien un establecimiento educacional trabaja con seres humanos, forma personas, en ningún caso es un ente ajeno al análisis sistémico de toda organización. “Como toda estructura compleja, sectorizada, jerárquica y multifuncional, demanda el ejercicio de múltiples roles y funciones. Entre ellos el rol del líder que conduce e inspira a toda la comunidad escolar”, dice Juan Ignacio Canales, consultor y relator de Grupo Educar en temas de liderazgo, trabajo en equipo y comunicación efectiva, con amplia experiencia en este campo.

 

¿Cuánto influye un buen líder (director) en el desempeño de su equipo de profesores?

 

Hoy disponemos de una valiosa evidencia, desde donde fundar lo que siempre supimos: un buen director comprometido con su proyecto educativo, que cree en lo que hace, marca la diferencia. Parte importante del aprendizaje que conlleva el proceso formativo en la escuela, está directamente ligada al carisma y al compromiso de su líder.

 

Ciertamente, habrá educadores en cualquier escuela que podrán entregar lo mejor de sí, dentro y fuera de la sala de clases, pero su trabajo tendrá mayor impacto a largo plazo y será más significativo, si cuenta con el respaldo y la inspiración de su director que, conociendo la realidad, sabe lo que hay que hacer (camino) para lograr las metas que se han propuesto alcanzar.

 

Un buen liderazgo no solo incide en los parámetros socioemocionales, actitudinales o culturales con los cuales trabaja la escuela, sino que determina en gran medida, el impacto de los aprendizajes y las destrezas cognitivas que los alumnos de esa escuela en particular, son capaces de alcanzar. Dicho en forma clara: un líder que trabaja con efectividad, administrando adecuadamente sus recursos, hará posible de manera significativa que las clases de matemáticas, música o biología, sean de mejor calidad, logren la profundidad y el impacto deseados. Y esto no tiene que ver solamente con la disponibilidad de recursos.

 

¿La escuela visualizada como una organización, necesita de un buen “gestor” que pueda dar las directrices adecuadas a su equipo de profesores y de esta manera asegurar el éxito?

La escuela, a diferencia de otro tipo de organizaciones, trabaja con el ser humano. Esta es su “materia prima. Anhela poder incidir significativamente en su desarrollo cognitivo y existencial. La escuela, como sistema, aspira a formar personas plenas, dignas y libres, capaces de emprender con creatividad su proyecto de vida para ocupar un puesto en el mundo.

 

Ciertamente, todo esto demanda mucho conocimiento y técnica. Sin embargo, la efectividad en su empeño, está más ligada a la intuición y a la capacidad de saber leer, que a la mera implementación de procedimientos y técnicas. Se demanda pues, un liderazgo situacional que inspira con pasión a toda la comunidad.

 

Esta capacidad demanda estar ahí”. No es posible liderar una organización escolar solo desde una gestión centrada en la administración de recursos. Si a ello agregamos la cantidad de tareas a las que estamos sometidos desde el nivel central, tenemos liderazgos perdidos de su rol fundamental; que es guiar el proceso formativo de sus alumnos junto con conducir a la comunidad. El liderazgo del director es más un arte que una técnica, exige compromiso emocional, intuición, capacidad empática y resolución.

 

¿Cómo se puede evaluar la efectividad organizacional de un establecimiento escolar, sin que el equipo de profesores se sienta presionado?

La efectividad de la escuela se obtiene en la medida que se alcance el escenario deseado, con el menor esfuerzo y el menor gasto de recursos posible. Se trata de alcanzar las metas en el menor tiempo y de la manera más adecuada.

 

Ser efectivos al interior de la escuela implica alcanzar los objetivos optimizando los esfuerzos de todos (profesores, alumnos, administrativos y apoderados). Logrando que las metas propuestas y el plan estratégico trazado se concreten, en los tiempos y con los recursos diseñados.

 

Para ello, el rol del director, que busca conducir a la organización por el camino declarado, es el de generar las tensiones creativas necesarias. No es posible lograr lo uno sin lo otro. El líder, no asume plenamente su rol si no es capaz de comprenderse en esta tensión. Ejercer la presión necesaria es parte de su rol. Esta debe ser la suficiente, de tal modo que no extreme las exigencias “agotando a su equipo”. Una organización sin tensión, difícilmente podrá cumplir sus sueños. Es parte de lo que le corresponde asumir como líder de la organización y debe saber que este desafío tendrá costos para él o ella.

 

Será parte de su función mostrar dicha tensión en pos de un propósito que le dé sentido al esfuerzo, al sacrificio, a esa cuota de trabajo extra que solo se valora conectándose con el objetivo final: formar. Dicho de otro modo, el salto de toda organización se alcanza desde la tensión, no desde la autocomplacencia.

 

¿Cuáles son las características que definen un buen líder?

Esta pregunta podríamos formularla a cualquier líder de cualquier organización.

En alguna medida, ya describí cuáles deberían ser las características. Insistiría señalando a continuación lo que no es. Un buen líder no es un administrador eficiente de recursos. Esto es parte de sus obligaciones (como condición del cargo). Del mismo modo como un gerente cualquiera requiere administrar recursos, el director lo deberá hacer. No está ahí la clave de su verdadero éxito profesional.

 

Un buen líder educacional es quien es capaz de declarar con ambición (visión), cuál es el escenario deseado para su organización. Qué es lo que quiere lograr (misión), con sus alumnos, profesores, equipo administrativo, padres y apoderados. Cuál es su sueño; o el sueño implícito en el proyecto educativo de la escuela.

 

Un director sin un sueño, no será jamás capaz de convocar, de entusiasmar, de congregar, de suscitar adherencia. Jamás podrá invitar a soportar los “sacrificios” del camino, pues no tendrá “un norte” que dé sentido a ese esfuerzo. Un director sin “un sueño educativo”, se transformará irremediablemente en un funcionario. Una persona que cumple horario y realiza todas las tareas que le exige el reglamento, pero no será capaz de conducir cambio. Solo administrará.

 

Además del sueño, un líder tiene que saber escuchar. Escuchar a su entorno, escuchar el medio en el cual la escuela está inserta, escuchar a todos sus alumnos, no solo al salir de octavo básico o cuarto medio, sino lo que ellos expresen como necesidad en su vida en la escuela en cualquier nivel y lo que estas personas requieran en 10 o 20 años, después de haber salido del sistema escolar.

 

Un buen líder es capaz de formar y conducir equipos humanos diversos, distintos a él. Equipos que se conforman con personas que no piensan como él. Que no tienen la misma visión de las cosas. Profesores y profesoras que tienen experiencias distintas; que “miran” la vida de otra manera. Si se abre a esta posibilidad, enriquecerá la perspectiva y se verá en el desafío de caminar alcanzando consensos y acuerdos. La escuela es una organización eminentemente creativa y flexible, pero demanda estabilidad y esa estabilidad se alcanza en los acuerdos, en las convocatorias de consenso, en la conducción mesurada y al mismo tiempo audaz.

 

 

 

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