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Abr 2024 - Edición 281

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Tomás Melendo: 'El profesor debe jugar en todos los ámbitos, con los padres y con el alumno'

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Doctor en Filosofía por la Universidad de Navarra (España) y director del Centro de Estudios Universitarios en Ciencias para la Familia, de la Universidad de Málaga (España), participó en el Congreso ‘Educación del Carácter y la Afectividad’, que la Universidad de los Andes e Intermedia Consulting organizaron en esa casa de estudios.

La misión de los educadores es ardua y contempla más de un frente. No basta con preocuparse de los alumnos. También es necesario abarcar a las familias, más aún si queremos contribuir a desarrollar plenamente la afectividad de nuestros estudiantes.

Ésta es una de las conclusiones a las que llegamos, luego de conversar con Tomás Melendo, Doctor en Filosofía por la Universidad de Navarra (España) y Director del Centro de Estudios Universitarios en Ciencias para la Familia, de la Universidad de Málaga (España).

Nos reunimos con él después de su presentación en el Congreso ‘Educación del Carácter y la Afectividad’, que la Universidad de los Andes e Intermedia Consulting organizaron en esa casa de estudios. Una excelente oportunidad para conocer qué es la afectividad y por qué los educadores tenemos una tarea que cumplir en este ámbito.

– La voluntad, el carácter y la autoestima, ¿son claves para una afectividad sana en los adolescentes?

Sí. Pero cada cosa como lo que es. Voluntad es fundamentalmente capacidad de amar, carácter se puede interpretar ahora como hacer ese amor eficaz, pero la autoestima es uno de los temas más peligrosos hoy en día. Me parece que es más importante la ‘heteroestima’, la autoestima es una consecuencia.

El peligro es cómo se interpreta hoy la autoestima: ‘si no ‘empiezo’ a estar bien conmigo mismo, ¿cómo puedo ayudar a los demás?’ Ahí el peligro está en el ‘empiezo’, es verdad que no puedo amar a los demás si no me amo a mí mismo y viceversa, pero el problema es que no puedo empezar por mí mismo; si empiezo por mí mismo, nunca voy a salir de mí mismo.

Si yo que tengo casi 58 años y que me conozco más o menos, me tuviera que basar en mi autoestima, estaría perdido; me baso en la heteroestima de Dios, que me quiere infinitamente sea como sea, me baso en la heteroestima de mi mujer, que me quiere absolutamente con independencia de mis errores; y al mismo tiempo, eso me sostiene. Apoyarte en el amor de quienes te aman y dedicarte a amar a los demás, eso es lo que va a generar la propia autoestima. Tengo un libro escrito: ‘Felicidad y Autoestima’, donde abordo este tema. Dar una importancia excesiva a la autoestima es no tener en cuenta la grandeza inmensa de la persona, la persona es tan grande que puede permitirse el lujo de olvidarse de sí y sólo cuando se permite ese lujo y se entrega a los demás, es cuando como consecuencia se siente feliz.

Por qué interpelar a los alumnos

– Pero los profesores, ¿qué pueden hacer en la práctica para desarrollar en sus alumnos el carácter y la voluntad, claves para una buena afectividad?

En primer lugar, hay una idea de fondo que pienso que es importante tener en cuenta: dirigirse en forma directa a cada una de las personas que están en el contexto educativo. Creo que esto es algo básico y prioritario. A veces es difícil, especialmente en el momento en que se tiene 20 ó 25 alumnos al frente, saber interpelar. Eso se hace con la mirada, con el gesto, se hace estando atento al alumno que en ese momento ha captado lo que hemos dicho y entonces uno refuerza esa captación. Ésta es una idea de fondo que es muy importante que el profesor tenga presente.

– ¿Qué queremos decir exactamente al hablar de ‘interpelar’ a los alumnos?

Suscitar lo mejor que hay en ellos. Esto me permite dar un paso más, que creo que es importante. Pienso que tanto en la familia como en el colegio, tenemos que aprender sobre todo a conocer las mejores cualidades de quienes tenemos a nuestro alrededor. Lo que nos sale fácil es corregir los defectos. Está comprobado, incluso experimentalmente, que uno multiplica aquello que siembra. Tarea para el educador: tener muy claro la relación de cuáles son los puntos fuertes de cada uno de sus alumnos. Ésos son los que debe intentar crecer como medio para que luego el alumno pueda superar lo que son los puntos débiles.

Interpelar querría decir: Despertar aquello que está latente para que se ponga en acto y pueda desarrollarlos.

Para que eso sea posible es importante que el docente aprenda a dirigirse en forma directa a cada uno de los alumnos que conforman el conjunto. Incluso en el momento en que están formando grupo hay que aprender a dirigirse ‘a cada uno de todos’. Esta expresión: ‘A cada uno de todos’ no corresponde al castellano correcto, pero ayuda a comprender esto. Dirigirse personalmente, no quiere decir sólo dirigirse individualmente. Quiere decir: suscitar, interpelar, intentando avivar lo que en ellos hay de más propiamente personal. Y lo que en ellos hay de más propiamente personal son la inteligencia y la voluntad, entendida como capacidad de amar.

El profesor al hilo de cualquier materia, no importa si es Matemática o Filosofía o Literatura o Geografía, debe estar intentando hacer crecer al alumno como persona, explicándole -por ejemplo- el sentido del trabajo que se manifiesta con su actitud, que se note que encuentra un objetivo a aquella relación que están teniendo. Y aquí hay un punto que empalma o tiene relación directa con lo que me ha preguntado, que luego paso a desarrollar, que es en todo momento estar orientando lo que los alumnos reciben hacia el sentido del servicio, en otras palabras, que todo lo que están recibiendo es para poder servir mejor a quienes tienen a su alrededor. Eso se puede transmitir a través de la propia actitud.

Repito una idea que ha salido de la conferencia: que el acto por excelencia es de la voluntad y lo que la hace crecer es el amor, la búsqueda objetiva del bien del otro. Esto muchas veces se pierde de vista. Uno lee libros de educación de la voluntad y se encuentra con libros de educación de la fortaleza. Una voluntad fuerte o férrea es muy buena si está al servicio de un buen amor, si no se puede convertir en un Hitler o algo parecido. Esto lo repito porque creo que es uno de los errores más comunes: identificar la voluntad como capacidad de permanencia, de esfuerzo, ésa no es la esencia, eso es algo que acompaña a la voluntad, pero sobre todo hay que saber presentar los grandes ideales por los que vale la pena dar la vida.

– ¿Esto significa que el profesor entonces tiene que mostrar a los alumnos un gran entusiasmo por el trabajo que está desarrollando?

No necesariamente, depende de las circunstancias. Pero un buen argumento puede ser: ‘Estoy hecho añicos, y vengo a dar esta clase porque sé que lo mejor para vosotros y lo mejor para mí’. Creo que eso ayuda. El profesor -y esto es una de las cosas que decía Kirkegaard- y es profunda: ‘Para educar hay que evitar la tentación de ser simplemente admirado’.

El amor no es un sentimiento. Lo importante es que yo procure dar lo mejor que pueda a mi clase, aunque no pueda más. Y eso, hay que decirlo expresamente a los alumnos: ‘Perdonadme porque hoy no voy a estar tan divertido, no voy a hacer tan atractiva la clase, porque no dormí bien’. El chico debe saber que en la vida se va a encontrar con momentos de euforia y con momentos de agotamiento y que, en los dos casos, debe intentar buscar el bien de los demás. Eso es lo verdaderamente importante.

– ¿Educar la afectividad es lo mismo que educar la sexualidad en los alumnos?

No. Aunque hay puntos de confluencia.

A fin de cuentas los sentimientos son la advertencia de que alguna de nuestras tendencias -normalmente son varias- se han puesto en movimiento. En el ser humano existen muchas tendencias y todas en él están personalizadas. Hay una tendencia madre: la tendencia a amar a las demás personas y dentro de eso, tendencia hacia el sexo complementario. En la medida en que en el ámbito de esa atracción se producen atracciones, el ámbito de la afectividad engloba el de la sexualidad. Ahora, no es lo más importante en el ser humano. La propia sexualidad sólo es plenamente humana cuando es un instrumento de amor.

– ¿Qué pueden hacer los profesores que trabajan en colegios muy vulnerables para ayudar a sus alumnos en el ámbito de la sexualidad?

Una primera idea, que viene de la logoterapia, y que deben tener presentes los profesores es que todo tiene sentido, de todo se puede sacar un bien. Cuando una persona muere uno siente dolor y ese dolor es manifestación de algo maravilloso, que ha habido amor. Uno no lloraría si no hubiera amado y hubiera sido amado. Asimismo, un embarazo fuera del matrimonio en sí mismo no es algo correcto, aunque juzga Dios, pero la llegada al mundo de una nueva persona es una maravilla. Entonces, hay que intentar ver qué de positivo se puede sacar de aquella situación. Y es mucho.

Asimismo, hay que tener en cuenta que la infancia deja una huella fuerte en las personas, pero es una huella que puede ser superada. El alumno tiene que saber que por el hecho de que sus padres no le dieron cariño o por el hecho de que sus padres vivieron violentamente, él no está destinado a repetir aquello, que él puede generar un contexto diferente.

El profesor tiene que saber cuándo debe intervenir y cuándo debe hacer que intervengan otras instancias, que en un principio pueden ser el padre, la madre, o un amigo. El peligro -movido de una maravillosa buena voluntad- es que el profesor se arrogue un papel que no es el suyo. Muchas veces hay que intervenir, no estoy diciendo con esto que no hay que intervenir, pero hay que buscar a qué persona le corresponde más propiamente intervenir.

– ¿Cómo puede el profesor ayudar a que problemas como el embarazo adolescente no se produzcan o no es tarea de ellos?

Sí, es tarea de todos. Una idea que repito mucho: ‘Hoy no basta ser buenos, hay que ser heroicos’ y esto se aplica también a los profesores. Quien no está dispuesto a serlo, hoy no puede hacer nada, esto es referido a los padres y a los profesores. Siempre ha sido algo real que el profesor debe tener más en cuenta a las familias que a los propios alumnos. Tiene que jugar en todos los ámbitos, dejándole los tiempos de los frutos a Dios. Ése es el gran peligro: la desesperanza, porque el profesor muchas veces tiene la impresión de no está consiguiendo nada. Toda acción buena, fructifica. Diría a los docentes: ‘En esas situaciones, hay que intentar sembrar a quien pasa por tu lado, a cada momento, aunque te de la impresión de que no estás consiguiendo nada’.

Hay que sanar de raíz una sociedad que está centrada en el ‘yo’. Y para esto cada uno tiene que poner su granito de arena. Y claro, todo eso no es sencillo. Hoy el profesor tiene que educar al hijo, hacer consciente al padre que tiene que educar al hijo, en parte educar al padre. Es algo casi heroico, que hay que vivir teniendo en cuenta que uno no es el plomero universal que lo va a arreglar todo.

Por lo tanto, hago un llamado a los profesores a no desanimarse. Su labor se ha multiplicado en direcciones que inicialmente no le corresponden a él, pero tiene que saber que la labor de prevención en cierto modo va hacia la familia y también hacia la persona o alumna embarazada, como germen de una futura familia.

Una persona (hija embarazada o hijo homosexual) merece todo el amor de sus padres, porque tiene todo el amor de Dios, con independencia de lo que haya hecho. A veces al profesor le va a corresponder ser un protagonista en ese momento de acogida, porque los padres no están o no son capaces de asumir esta tarea.

Es importante que ese adolescente se sienta acogido, podrá estar pasando por un mal momento, pero eso no elimina su capacidad de ayudar a los demás y puede efectivamente sentir que han confiado en él para alguna tarea específica y cumplir con esa tarea. Cada vez, en cualquier colegio, nos vamos a encontrar con personas que no están en una situación de lo mejor y hay que contar con ellas. Y muchas veces la forma de contar con ellas es proponerles que tiren del carro. Así sentirán que tienen una tarea, un lugar.

Aconsejo la lectura de los libros de Elisabeth Lukas, discípula de Viktor Franckl, autor del libro ‘El hombre en busca de sentido’. Ella plantea que todo -el dolor, el sufrimiento- tiene sentido. Creo que este libro puede ayudar a los profesores a reorientar su labor.

Aprender a amar más y mejor

– Durante la charla que dictó en el Congreso ‘Educación del Carácter y la Afectividad’, que la Universidad de los Andes e Intermedia Consulting organizaron en esa casa de estudios, usted señaló que había que ‘aprender a amar más y mejor’. ¿Cómo el profesor puede enseñar esto a sus alumnos?

Uno de los defectos más importantes en todos los centros educativos que conozco es que ponen las calificaciones en primer lugar, los incentivos son las salidas profesionales y las salidas profesionales se traducen en entradas económicas y me parece que ése es un error capital.

– ¿A qué se refiere con salidas profesionales?

Toda la educación de un alumno está orientada a hacer determinadas actividades porque así podrá ingresar a una carrera determinada. De esta forma, se está prostituyendo la verdad, el alma propia de una institución docente es la verdad y la verdad es un fin en servicio del amor.

– Esto es muy frecuente decir a los alumnos que estudien para ingresar a una carrera que les permita mantener a sus familias.

Mientras se le diga que es para mantener a sus familias está muy bien. En el fondo, muchas veces se está traduciendo esto sólo como beneficio personal. Entonces, están estudiando por un motivo que en el fondo es egoísta. En España hay un ramo que se llama Orientación Profesional y lo que yo digo es que el alumno al menos tiene que oír a alguien que le diga: ‘Procura elegir aquella profesión en la que puedas servir mejor a los demás, con independencia de cualquier otra cosa’. Ese mensaje se puede dar en un colegio que esté bien orientado. Si no, estás destrozando el sentido del trabajo. Puedes dar charlas de compañerismo, de amistad, de oración, pero luego hay una contradicción, porque se les motiva con miras a un beneficio económico personal. Esto es algo muy de fondo que debe ser motivo de reflexión para los profesores. A los alumnos hay que enseñarles que lo prioritario para ellos deben ser las personas, esto está muy por delante del crecimiento meramente académico.

Al alumno que destaca en el colegio hay que enseñarle, en ese momento y no en el futuro, que ayude a los alumnos a los que les cuesta más. Ése es el juego de servicio a los demás. Y ésa es una manera de favorecer el amar más y mejor.

– ¿Qué recomendaciones prácticas daría a los profesores para ayudarlos a desarrollar una sana afectividad en sus alumnos?

  • Que se consideren a sí mismos como personas en relación con personas.
  • Que quieran con locura a sus alumnos.
  • Que no tengan ningún miedo en demostrar que los quieren, con los detalles afectivos que sean pertinentes. El alumno tiene que ver en el profesor una afectividad desarrollada. Que uno haga ver a los alumnos que en los detalles que tiene con su mujer o sus hijos se encarna el cariño, si es oportuno. La ordenación de amor y manifestación de los afectos es una guía para la afectividad: quiero tu bien y te lo intento demostrar con detalles.
  • Descubrir si un alumno está triste, pues obviamente no va a dar lo mejor de sí ese día y en la clase un gesto de apoyo puede ser importante, después se podrá conversar con él. El mero hecho de que el docente se haya dado cuenta es mucho. Educar es querer en cada instante a cada persona un poquito mejor de lo que es y tratarlo un poquito mejor de lo que es.

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