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Abr 2024 - Edición 281

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Organizaciones Creadoras de Conocimiento, una propuesta innovadora

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Por Alejandra Buchholtz.

El niño del siglo XXI no es el mismo que el del siglo XX. ¿Qué duda cabe? Los avances tecnológicos han generado cambios radicales en la forma cómo las personas se relacionan con el mundo que los rodea. Esta situación ha llevado a que los niños de hoy, identificados como “nativos digitales”, aprendan “en la red” y “de la red”.

 Más allá de la validez de la información que circula en internet, lo cierto es que allí se pueden encontrar muchas respuestas con respecto al cúmulo de conocimientos que la humanidad ha ido reuniendo. Sin embargo, el sistema escolar pareciera desconocer esta realidad al insistir con estrategias educativas no sólo del siglo pasado, sino que a veces incluso del XIX, que lejos de despertar en los alumnos el interés por aprender, solo parecen suscitar en ellos indiferencia hacia el proceso de enseñanza-aprendizaje.

 El modelo educativo requiere de innovaciones pedagógicas que reconozcan el modo cómo el alumno se encuentra instalado en el mundo. Con esto, no solo me refiero a la incorporación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) a la sala de clases, sino a cómo lograr un aprendizaje significativo para estos niños. Si bien existe consenso en que educar ya no consiste en transmitir al aprendiz cierta selección de conocimientos, sino más bien en que el alumno otorgue sentido a estos conocimientos y pueda aplicarlos en su vida diaria, para algunos estudiosos del tema, la condición actual del estudiante exige de una nueva epistemología y pedagogía; un aprendizaje centrado en la elaboración de los conocimientos por los propios alumnos.

 En esta línea, me parece interesante la experiencia que presentó Marlene Scardamalia, académica de la Universidad de Toronto, en el VII Seminario Internacional de Educación de Calidad Contra la Pobreza, organizado por la Red de Escuelas Líderes, realizado en junio recién pasado. En su presentación, titulada “Construyendo una cultura para la innovación en nuestras escuelas”, esta experta en innovación escolar, construcción del conocimiento y uso de tecnologías en los procesos de enseñanza-aprendizaje, llamó a los asistentes a trasformar las escuelas en organizaciones creadoras de conocimiento (“OCC”), donde son los mismos estudiantes quienes tienen la responsabilidad de construir el conocimiento.

Esta propuesta implicaría un replanteamiento completo del proceso de enseñanza-aprendizaje, porque ya no serían los alumnos quienes reciben y reelaboran los conocimientos, sino más bien los encargados de elaborarlo. Precisamente en este proceso de formación de ideas radicaría el aprendizaje. Esta estrategia innovadora no solo llevaría al alumno a involucrarse y a comprometerse en el proceso de aprendizaje, sino que, a la vez, a formarse a sí mismo como un innovador. Esto último es particularmente importante, puesto que, dada la rapidez como se mueve el mundo, la capacidad de innovar sería una habilidad que ocuparía un lugar preeminente en el siglo XXI y hacia la cual, de acuerdo a ciertos pedagogos “vanguardistas”, el sistema educacional debiera apuntar todos sus esfuerzos.

¿Cómo practicar el innovar?

Según la expositora, las escuelas tradicionales funcionan de acuerdo a lo que ella denomina el “Modo Creencia”, en el cual, el énfasis está en “introducir creencias verdaderas y consagradas a las mentes de los alumnos” y el parámetro de éxito es el logro individual en las evaluaciones. En su lugar, las OCC utilizan el “Modo Diseño”, cuyo énfasis está en la generación de ideas, en descubrir el potencial de las ideas y en convertir las ideas en productos materiales, proceso en el cual la responsabilidad es compartida, la evaluación es grupal y el parámetro de éxito está en las contribuciones al conocimiento de la comunidad.

Según la experta, el Modo Diseño se apoya en la curiosidad natural de los integrantes de la comunidad, quienes descubren y desarrollan ideas acerca de una determinada realidad (¿por qué las hojas cambian de color?), teorías que son discutidas y evaluadas (¿para qué sirve esta idea? ¿qué cosas puedes hacer y qué cosas no? ¿tiene sentido? ¿cómo podría mejorarse?), sin llegar a ser consideradas en ningún momento como verdades clausuradas. Por la misma razón, la expositora destaca la importancia de que las ideas circulen por las redes y se produzcan foros en línea, considerando al conocimiento como un producto emergente y mejorable, resultado de un trabajo creativo y cooperativo.

Ahora bien, Scardamalia aclara que las diferencias epistemológicas y pedagógicas entre el Modo Creencia y el Modo Diseño no determinan que éstos sean incompatibles entre sí. Por el contrario, señala que en las organizaciones creadoras de conocimiento hay alternancia entre ambos modos, agregando que el desafío es lograr instalar el Modo Diseño en el núcleo del trabajo escolar, sin desechar las fortalezas del Modo Creencia. Si bien en las escuelas los alumnos preguntan por conocimientos elaborados por expertos y en las OCC los alumnos diseñan las respuestas, la académica destaca la importancia de la discusión que en las escuelas se da en torno a los conocimientos transmitidos; respecto de aquello que se debe o no creer.

 En Chile existen establecimientos educacionales “convencionales” que, sin haberse convertido en OCC, han comenzado a trabajar con estrategias similares al Modo Diseño en determinadas asignaturas (por ejemplo, aquellos colegios que han incorporado programas como el de “Filosofía Para Niños”). Sin embargo, no todas las comunidades escolares están preparadas para un cambio de esta naturaleza. Para implementar esta innovación, me parece, se requiere un grupo curso de no más de veinticinco alumnos, un cierto nivel de desarrollo de las habilidades cognitivas y de las habilidades socioemocionales, y un profesor que conozca en profundidad las temáticas sobre las cuales los alumnos teorizan, para así poder cuestionar debidamente las teorías elaboradas. Más aún, el ideal sería que todo docente haya recibido formación en técnicas modernas de análisis del discurso argumentativo, como la pragma-dialéctica, de manera que éste pueda guiar el dialogo en la sala de clases hacia una discusión crítica.

 Animándolos en el proceso continuo que es la formación del docente, los invito a conocer la presentación completa de la Doctora Marlene Scardamalia que se encuentra disponible en www.educarenpobreza.cl

 

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