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Abr 2024 - Edición 281

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Nacidos para Leer

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Por Jimena Toledo Garrido,  Encargada CRA Escuela Darío Salas, comuna de San Pedro de la Paz, VIII Región. Gestión y desarrollo de colecciones en bibliotecas escolares y públicas. Diplomado en Fomento a la lectura y literatura Infantil y Juvenil, Pontificia Universidad Católica de Chile.


La prensa y los programas de Gobierno, hace un año atrás, estuvieron enfocados en persuadir audio y visualmente a la población en materia de fomento lector. Iniciativas como “Un cuento al día”, “Lee Chile Lee” y la habilitación de nuevas bibliotecas públicas a nivel nacional, pretenden lograr que en la vida cotidiana de los hogares, las escuelas, los canales de televisión, los barrios y otros ámbitos, la lectura adquiera nuevos significados y roles.

Si bien el desarrollo social, emocional e intelectual de los niños y/o jóvenes tiene relación con las primeras experiencias personales y afectivas que puedan haber tenido desde la primera infancia, destaco y me hago partícipe incluso de la metodología y creencia de que la lectura propicia el vínculo afectivo y no solo con el libro sino además entre quien recibe la lectura y el que lee.

No hace falta insistir en un hecho conocido: en Chile se lee poco. Los estudios de CERLAC – Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe, nos califica con un 51% como lectores y revela que leemos un promedio de 5,4 libros al año.

Si bien el hogar y la escuela tienen cierta responsabilidad sobre los niños y jóvenes en el ámbito del lenguaje oral y de la lectoescritura, la familia es un factor importante, sobre todo si predica con el ejemplo más que con el discurso. Padres lectores generalmente propician hijos lectores; padres ensimismados en la televisión actúan en dirección contraria.

Respecto al objetivo de la animación lectora, para mí lo más representativo es que la actividad no tiene relación con enseñar a leer sino con enseñarle a los niños y jóvenes a querer leer.

Por siglos, la tradición literaria ha permitido que los niños y niñas no solo puedan emprender un viaje con la imaginación a través de la lectura sino además, abrir la caja de pandora que los conecta a nuevos mundos existentes y que a veces no son tales, porque lo cotidiano, en ocasiones, solo a través de la literatura infantil puede redescubrirse y apreciarse realmente.

Inicialmente creada con fines formativos o valóricos, la literatura infantil hoy se presenta de manera versátil y lúdica pero sin dejar su fin esencial, encantar a los infantes con su contenido, permitiéndoles sumergirse en el mundo de la imaginación, haciéndolos partícipes de la historia contada, reconociéndose algunos en sus pasajes y otros simplemente llegando a ella lamentablemente, por obligación.

En una reciente publicación de Grupo Educar, Gonzalo Oyarzún, Subdirector del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas de DIBAM, fue enfático al señalar que “para modificar la conducta de lectura que existe en el país, necesitamos enfocarnos en la primera infancia, pero para trabajar con ella, requerimos padres y profesores capacitados en este ámbito”.

La relación entre el niño, el libro y los afectos se conjugan con el fin de generar nuevos lectores pero no solo en el sentido de saber leer, sino además, motivados por la necesidad e interés de querer leer. Este vínculo de a tres – libro, quien lee y quien recibe – sabemos que si bien ayuda a la alfabetización, permite a cada persona de cualquier sexo y edad ir construyendo su propia experiencia literaria en fin de su crecimiento personal e intelectual y social.

Es más, respecto a si leer o no desde el antes de nacer, creo que a través de la lectura en voz alta efectivamente podemos ir ya estableciendo vínculos y de motivación desde el útero. Como afirman Brazelton y Cramer, «desde el embarazo, todo lo que hace el bebé es de inmediato insertado en una maraña de significación», por eso, la lectura previa, ya genera o estimula desde adentro a esa criatura que nacerá y reconocerá (mediante la audición) con familiaridad la acción de escuchar la lectura o de oír ciertos pasajes o melodías.

El libro es el soporte que mejor ha contribuido a cumplir las funciones de comunicación, educación y entretenimiento, el que combinado con las nuevas tecnologías se ha ido adaptando a las nuevas situaciones culturales, convirtiéndose en un eje trasmisor, ya no visto solo como un soporte para muchos, sino permitiéndonos ver, entender y / o reconocer nuestro mundo, desde lo que somos, fuimos o queremos llegar a ser, sin importar la manera que lleguemos a conocer para leer.

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