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Oct 2024 - Edición 287

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La música, mucho más que una nota

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La investigación científica sobre los efectos neurológicos y de desarrollo de la música ha cautivado a educadores y a padres dándoles la posibilidad de mejorar el aprendizaje de los niños. Un estudio de la revista Nature reveló que el tocar un instrumento aumenta en los niños pequeños la sensibilidad a los sonidos del lenguaje, mejorando sus habilidades de lectura, comprensión y expresión.

Conversamos con tres amantes de la música, quienes develaron cómo lograron motivar a sus estudiantes, mejorando la enseñanza.

Por Marcela Paz Muñoz Illanes

Según el libro “Aprendizaje acelerado con música” (Webb y Webb, 1990), los efectos potenciales de la música en la mente y el cuerpo “aumentan la energía muscular y molecular; influyen en el latido del corazón; alteran el metabolismo; reducen el dolor; aceleran la sanación y la recuperación de pacientes que han atravesado una cirugía; ayudan en la descarga de emociones; estimulan la creatividad, la sensibilidad y el pensamiento”.

Francisco Claro, ex decano de la Facultad de Educación de la Universidad Católica, físico y gran conocedor de la música, cuenta  cómo a sus cuatro años de edad empezó con lecciones de música, las que no abandonó hasta llegar a la universidad. Ciertamente, es un gran amante de ese arte y es un convencido que  en ella se “guardan tesoros invaluables de la creación humana. Las cantatas y pasiones de Juan Sebastián Bach, las óperas de Mozart, las sinfonías de Beethoven e innumerables otras obras, son una fuente de belleza, de profundidad, pasión y de equilibrio a la vez, a la cual uno desearía que todos tengan acceso. Las clases de música debieran abrir esta monumental biblioteca a todos los niños y desde muy temprana edad, ojalá comenzando en el jardín infantil”.

La música contribuye al orden y al ritmo, unas cualidades que refuerzan  otras asignaturas, como Matemática. También desarrolla la creatividad, la satisfacción y la imaginación. Tal como cuenta el profesor Claro, “todos los estudios internacionales que he leído muestran que (la música) beneficia los aprendizajes en la edad escolar, y tiene impacto en la vida adulta. Un trabajo publicado en la revista Nature, por ejemplo, concluye que el tocar un instrumento aumenta en los niños pequeños la sensibilidad a los sonidos del lenguaje, mejorando sus habilidades de lectura, comprensión y expresión. De hecho, los niños que siguen programas de música tienen un rendimiento un 22% mejor en las pruebas de lenguaje que los que no lo hacen. En matemáticas el aumento es de un 20%”. 

Para la profesora de la Universidad Católica y actual directora de Arte y Cultura de la Vicerrectoría de Investigación de esa casa de estudios, Miriam Synger, quien por años ha trabajado en el mundo de la ópera, en particular enseñándola a jóvenes estudiantes de canto, “un niño al cual se educa tempranamente en el conocimiento de la música puede quedar en condiciones de desarrollar habilidades de interrelación temporal y espacial, de manejo de entidades abstractas y de generación de analogías,  con mayor solvencia que aquellos niños que no fueron expuestos a esta disciplina”.

“Al igual que el lenguaje de las matemáticas, el idioma de la música trabaja con conceptos que condicionan positivamente al niño para abordar otros fenómenos abstractos. La ventaja reside en que el lenguaje musical tiene una relación directa con fenómenos que se perciben en la realidad del mundo concreto como, por ejemplo, el concepto de altura, duración, intensidad, o velocidad. Por lo tanto, el cerebro de un niño estimulado musicalmente en forma temprana (4 o 5 años)  puede llegar a poseer condiciones más afines para trasladarse conceptualmente desde el lenguaje musical hacia el ordenamiento numérico o el significante de las palabras escritas”, advierte la profesora Synger.

Por ello, no es casualidad que la totalidad de los ganadores de la prestigiosa competencia en Matemáticas, Ciencia y Tecnología que organizan las firmas Siemens y Westinghouse anualmente para alumnos de enseñanza media sean estudiantes que practican uno o más instrumentos musicales.

Sin embargo, pareciera que  la música ha  ido quedando de lado en el currículum nacional. Cuenta Francisca Illanes, profesora de enseñanza media en Educación Musical de la Universidad de Chile con experiencia en cargos de jefatura de Departamento de Música y directora de coros y orquesta por más de 20 años, cómo cada vez  son más las orquestas infantiles y juveniles con resultados sorprendentes en beneficio de la educación. La docente cree que estas experiencias, sumadas a la gran labor desarrollada por el concurso “Crecer cantando” del Teatro Municipal, “han demostrado que no solo llegó la hora de incluir más horas de música dentro del currículum, sino que de transformar esta asignatura en talleres de canto o instrumentos, impartidos por profesores de música en conjunto con músicos profesionales”.

Illanes asegura no estar convencida de que “un niño llegue a  ser más inteligente por estar expuesto a más horas de asignaturas llamadas ‘duras’; las llamadas habilidades ‘blandas’ (buenas relaciones interpersonales, capacidad de interacción con otros mundos) se obtienen principalmente por medio de la práctica y el conocimiento del arte, la música y la educación física. Es necesario entender que la práctica y la vivencia musical son herramientas clave para despertar en la persona el gusto y el conocimiento por otras disciplinas, y transforman a las personas en más tolerantes, íntegras, cultas y educadas”.

Según investigaciones, cuando se expone a un alumno al contacto con la música se le producen cambios a nivel cerebral. De hecho, cuenta Francisco Claro que “el área del cerebro que interviene en el análisis del tono musical es un 25% más grande en los músicos, favoreciendo a los que empezaron más temprano con su ejercicio musical”. Asegura el físico que ejecutar una pieza compromete la concentración, el aparato motor, la sensibilidad, exigiendo coordinación e integración, y los estudios muestran que la corteza cerebral casi completa participa y aporta a la actividad.

Habilidades no cognitivas

Otras de las potencialidades de la música en el aprendizaje es que, advierte el profesor Claro, educa la sensibilidad. “Hay personas que se emocionan profundamente ante un trozo de música, en especial si hay un oído entrenado para distinguir sonidos y armonías. También ayuda el conocimiento de estilos musicales, algo de historia de la música, y alguna experiencia musical como tocar un instrumento”.

Asimismo, la música es un importante territorio pedagógico en la formación de hábitos y buenas prácticas. “Si se toma en serio el estudio de un instrumento, por ejemplo, es muy evidente el logro cuando hay trabajo, dedicación y persistencia. Dominar un pasaje de una pieza musical puede requerir repetir una y otra vez lo mismo, cientos de veces quizás, percibiendo que cada vez sale más fácil y mejor, comprobando así que el esfuerzo rinde frutos y genera progreso. Estudiar un instrumento sistemáticamente enseña en forma muy práctica el valor de trabajar día a día tras un fin”, cuenta Miriam Synger.

Es lo que la profesora de la UC denomina habilidades sociales. “La participación  en una orquesta o banda es un tipo de trabajo en equipo que le une a sus pares, y cuyo resultado es inmediatamente perceptible como ‘bueno’. Además, proporciona al niño el placer de compartir con sus compañeros un objetivo hermoso, crea hábitos de disciplina y cada día se puede dar un paso adelante en el dominio técnico, trasmitiéndole al niño la noción de que el trabajo rinde frutos cuando es metódico”.

Asegura la profesora Synger que el niño que aprende un instrumento puede llegar a ser positivamente valorado por su entorno familiar y escolar. “Ello significa la posibilidad de crecer con altas cuotas de autovaloración y confianza en sí mismo. El movimiento de coros y orquestas juveniles que se viene desarrollando en Chile desde la década de los 80 demuestra que  aún en las familias más deficitarias, el niño que toca un instrumento o canta en un coro recibe  la admiración de sus pares, de sus profesores y de su entorno más cercano”.

Coincide con esas opiniones Francisca Illanes, quien asegura haber comprobado personalmente cómo aquellos niños que tienen un contacto con la música “en su mayoría poseen muy desarrollada su  capacidad de ‘escuchar a los demás’ y, en consecuencia, les resulta más fácil empatizar con el resto.Han ejercitado la concentración, lo que ayuda al autocontrol; por ende, contribuyen a mantener una buena disciplina dentro y fuera de la sala de clases”.

Se trata de individuos que, en general, gracias a la práctica musical han podido desarrollar ciertas virtudes que son muy importantes para la formación de la persona humana. Entre ellas, el orden, la fortaleza, el esfuerzo y las habilidades del trabajo en equipo y el autoaprendizaje. “Deben organizar muy bien su tiempo para ser eficaces y obtener buenos resultados. Esos niños son más eficientes que el resto”, advierte la profesora.

Ello ha sido probado, por ejemplo, a través de un estudio publicado en Washington, el cual señala que los jóvenes de familias de ingresos bajos que participaron en orquestas juveniles tienen el doble de probabilidades de rendir en niveles altos en pruebas de matemáticas, en comparación con sus compañeros que no tuvieron una experiencia musical. 

Un buen profesor

Sin embargo, coinciden los expertos, nada de este trabajo sería efectivo sin la ayuda del profesor. Para la educadora Synger, es clave focalizar las materias que se transmiten a los alumnos ya que, a su juicio, “no es posible seguir enseñando contenidos que se aprenden desde internet. En cambio, la música aún no se puede copiar ni aprender de internet”.

Asegura que la práctica de un instrumento depende principalmente de la idoneidad de los tutores que los establecimientos disponen para esa actividad. “La enseñanza de la música  debe ser conducida de una forma amorosa y entretenida con el juego y la diversión. Los instructores deben ser personas que amen genuinamente  la música y la docencia, porque  en ese amor está la clave del éxito de su misión. Porque así como los malos profesores de matemáticas logran que sus alumnos fracasen con las matemáticas, los malos docentes de música siempre logran que los niños lleguen a odiarla”.

 

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