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Isabelle Guillon Verne, Educadora de Párvulos: 'La infancia es la base de la construcción de la humanidad'

La educadora de párvulos Isabelle Guillon Verne dice que los niños se van a ella de una manera muy espontánea y eso se debe principalmente a sus padres, quienes fueron muy lúdicos y creativos con ella.

Desde muy chica supo que su vocación era trabajar con niños. Sin embargo, tuvo que recorrer un largo camino para finalmente llegar a ligar todas las experiencias aprendidas en un proyecto que la llenara por completo, un jardín infantil que basa sus métodos de enseñanza en la filosofía Reggio Emilia.

Fue un libro que leyó en su adolescencia, en su natal Nantes en Francia, lo que despertó en Isabelle Guillon Verne su vocación. Su familia numerosa de cinco hermanos, los veraneos con sus primos cantando y montando espectáculos de teatro, sus cuatro años como jefa de scout, sólo ayudaron a confirmar lo que ella ya sabía, que iba a dedicar su vida a educar a otros. Eso, y sus lúdicos padres, los que desarrollaron en ella la creatividad, la afectividad y la sociabilización. ‘Creo que todo ese lenguaje artístico desarrolló en mí muchos deseos de incentivarlo en los demás a través de la educación, que es el motor. Veo mi infancia, veo a mis papás y siento que se lo debo a ellos, una capacidad de que los niños vienen a mí de una manera muy espontánea, se ríen conmigo, gozan y eso es muy rico, es mi alimento diario’, explica con un acento marcadamente francés, a pesar de los más de 15 años que lleva viviendo en Chile.

Después de terminar el colegio, entró estudiar Educación Parvularia Montessori, porque no se sentía identificada con la formación clásica. Sin embargo, no le gustó, ‘la visión de la educadora era muy básica y yo quería crear cosas mucho más potentes’, dice Isabelle.

Recorr iendo el mundo
Así, después de terminar Educación Parvularia y con solo 19 años partió a África, específicamente a Camerún. Trabajó por 6 meses en un centro de niños huérfanos que quedaba en la mitad de la selva. Allí aprendió mucho. El centro atendía a recién nacidos, cuyas mamás habían muerto al darlos a luz y sus hermanas de 12-13 años se habían hecho cargo de ellos. Ella enseñaba a las niñas para que supieran cómo atender a sus hermanos pequeños. Además, staba a cargo de la formación de las educadoras y mejorando la vida cotidiana del establecimiento que atendía
a niños en situación de riesgo de 2 a 12 años. ‘Era un lugar con mucha capacidad de acogida, pero poca formación educativa. Fue una experiencia muy fuerte’, afirma la parvularia. Luego, volvió a Francia donde estudió animación socio-cultural, una carrera que no existe en nuestro país, pero que trabaja desde la herramienta teatral para desarrollar proyectos socio-culturales, buscando potenciar
los talentos de las personas, para que ellas sean actores de su propio crecimiento.

Cuando terminó partió a Canadá a trabajar en barrios vulnerables de Quebec, desarrollando talleres de educación para niños, a través de experiencias artísticas, teatro y expresión corporal.

En el año 1992 se vino a Chile como parte de un programa que ofrecía el instituto donde ella estudiaba en Francia.
Como ella cuenta, ‘en el cuarto año se les daba la oportunidad a los alumnos de ir a otro país para iniciar un trabajo de gestión socio cultural y a mí me propusieron Chile’. Recuerda que no sabía mucho de nuestro país y riendo ice que se murió de frío. Además, como llegó a trabajar a una población, el idioma con tantos modismos, se le hizo muy complicado. Aunque lo que más le llamó la atención fue ‘el contacto fácil con la gente, un calor humano muy fuerte, auténtico y muchas ganas de aprender. Había un afán por construir, por generar otro tipo de clima cultural’.
Después volvió a Francia a terminar su tesis y sus estudios que, como comenta, ‘me hizo conectar la pedagogía y la formación humana-cultural, que para mí era muy importante. Sobre todo, cómo la experiencia era fundamental en todos los procesos de aprendizaje’.
Eso sí, volvió acompañada. En su pasó por Chile conoció a un profesor chileno, se enamoró y se casaron. Mientras él estudiaba, ella trabajó en un jardín infantil en París por dos años, ligando todos sus años de estudio, ‘entendiendo que la Educación Preescolar era el trampolín para tener niños creciendo con buenas herramientas para convertirse en personas, que la primera infancia era la base de la construcción de la humanidad’, agrega Isabelle.

Pero la experiencia en el jardín no la llenó y decidieron volver a Chile, porque con su marido consideraron que las posibilidades de trabajar
e innovar en educación eran mayores en nuestro país. Volvió embarazada del primero de sus cuatro hijos y llegó directo a trabajar a la División
de Cultura con Claudio Di Girolamo, formando educadoras del SENAME y Gendarmería. En paralelo, trabajó por más de diez años en el colegio Las Teresianas en pre-básica y hasta segundo básico. Allí capacitó a las educadoras de párvulos y profesoras de básica, en expresi&oacuteoacute;n corporal e hizo que esta pasara a convertirse en una asignatura.

Además, hizo charlas para padres en Santiago, Puerto Montt y en la fundación Mírame, y siguió trabajando asesorando proyectos socioculturales del Mineduc como ‘Liceo para todos’. El año pasado creó la ONG Vidascopio, para seguir trabajando con profesores e instituciones educacionales en proyectos innovadores.

El final del viaje
Aunque nunca se quedó tranquila, ‘sentía que daba vueltas, yo tenía mucho que dar’. Hasta que una amiga le propuso crear un jardín infantil bajo la filosofía de Reggio Emilia. ‘Empecé a investigar y me topé con el creador de esta filosofía, Loris Malaguzzi. Comencé a leer sobre él y todas mis experiencias de vida se encontraron en lo que él había iniciado con el pueblo de Reggio Emilia en Italia. Dije aquí me quedo’, dice con emoción. Desde hace dos años que trabaja como coordinadora pedagógica en este jardín ubicado en la comuna de Vitacura.

Isabelle dice que en todo este camino recorrido lo que más ha marcado sus años como educadora es la sed del vínculo de los niños, ya que como explica en ellos es especialmente fuerte, ‘si yo no genero un vínculo con ellos de entrada, si no lo miro o toco, puedo crear las más grandes experiencias, pero no va a pasar nada. El niño de 1 o 2 años lo pide a gritos, más aún hoy donde no se escucha al niño, no se habla con él. Se habla de él’. Le encanta trabajar con niños, le gusta su complicidad, su risa, la vida que surge en ellos y con ellos. Dice que los más
chicos le entregan mucho afecto y que ella les da magia, ya que se considera a sí misma una persona muy mágica y lúdica. ‘Hay mucho sentido en la magia, no es ser la payasa, es llamar la atención en un sentido estético, un afán por crear experiencias bellas que despiertan los sentidos y que educan el ser. Si yo cuento un cuento o canto, voy a hacerlo bien. No voy a vulgarizar las palabras por miedo a que los niños no entiendan. Si vulgarizamos, vulgarizamos su ser, su formación, su capacidad de pensar’, agrega.

Le pide a los padres que no coarten la curiosidad de los niños. ‘Hoy muchos niños no tienen ni siquiera una onza de curiosidad, porque se apagó
debido al contexto sociocultural en el cual viven. La curiosidad es el motor del aprendizaje, cuando esta se pierde, el niño no tiene el impulso de ir
a conocer, no se pregunta, no busca, espera que el mundo le de las repuestas.

Y se vuelve apático, triste y dependiente. Hay que dejar de impedir que los niños trepen, corran, rían, salten, se arrastren, toquen, porque estamos matando la humanidad, estamos aplastando las nuevas visiones que tienen ellos del mundo que los rodea’, explica
la educadora.

Para adelante le gustaría llevar el proyecto de jardín Reggio Emilia a zonas más vulnerables, ‘es un sueño que tengo. Creo que es posible, porque
aunque hay que invertir en espacios que sean luminosos, y en un equipo que se atreva a pensar, reflexionar, crear e imaginar con los niños, nosotros trabajamos con muchos materiales de desecho limpios y con materiales naturales. En las zonas vulnerables se requiere con urgencia trabajar con los papás a partir de una visión positiva del niño, y hacer un trabajo en conjunto con los actores del medioambiente y de la municipalidad. Que los jardines sean un espacio abierto, que generen cambios culturales en la comunidad.

Sé que va a tomar tiempo, pero aquí se liga toda mi formación’, termina Isabelle.

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