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Abr 2024 - Edición 281

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Una sana auto valoración

Educar en Familia

Por: Equipo Hacer Familia

Podemos equivocarnos o podemos ser sobresalientes en algún área. Pero lo que valemos, a nivel existencial, no depende de nuestro desempeño.

Los primeros pasos de auto valoración de un recién los obtiene de la relación de apego con sus padres. Es muy básico y el niño empieza a sentirse agradado o desagradado, porque lo cuidan, lo abrazan, lo mecen, o bien, porque no lo hacen.

Cerca del año y medio surge la idea del yo. El niño se da cuenta de que es alguien y quiere hacer sus cosas. Es la edad del “yo solo”, “yo puedo”. Con esto el concepto de sí mismo va creciendo cada vez más.

A partir de los seis años, los niños se definen según cómo hacen las cosas. Entonces es común que se autodescriban diciendo: yo soy bueno para las matemáticas o soy malo para el fútbol. En esta etapa, la mirada utilitarista, es funcional y corresponde a la etapa del desarrollo. Sin embargo, los profesores y los padres siempre debemos estar atentos para que el hecho de fracasar en algún área no provoque que el niño sienta que vale menos o entristezca sus días más allá de lo que consideramos normal.

Entonces, es importante que alimentemos en los hijos, en los alumnos y en todos quienes nos rodean, la idea de una existencia que es valiosa en sí, sólo por existir, es lo que ayudará a no desmoronarse cuando no se hacen las cosas con éxito.

Vivir la propia verdad

La clave para una sana autovaloración tiene que ver con aprender a vivir la propia verdad. Esto implica conocerse, valorarse, saber lo que se hace bien o mal y no encasillarse con etiquetas lapidarias. Los padres y los profesores deben ayudar a niños y adolescentes en el autoconocimiento y en la aceptación de su realidad. Y, por su parte, los adultos deben también estar atentos a su propia verdad.

Por ejemplo, pensemos en una madre que por gritarle a sus hijos siente que cumple mal su rol y tiene su “autoestima” de madre muy baja. Sin embargo, con ese pensamiento se crean limitantes tremendas, pues se concluye con una generalización tajante que es mala madre.

Cuando, por el contrario, se vive la propia verdad, se es capaz de evaluar lo que se hace mal, pero también lo que se hace bien, se priorizan las acciones que se quieren desarrollar y se mejora en lo que efectivamente hay que mejorar.

 

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