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Regístrate y accede a la revistaLa técnica asombra, la inteligencia artificial progresa y los algoritmos parecen anticipar nuestras decisiones. Pero ¿qué queda del pensamiento, de la palabra, de la capacidad de dar sentido? En su reciente libro Humanidades. Lo visible y lo invisible, Carlos Peña –abogado, profesor universitario y rector de la Universidad Diego Portales desde 2007– vuelve a la defensa de lo esencial: aquello que hace que la cultura y la educación sigan siendo, ante todo, un proyecto humano.
En esta conversación con Revista Educar, el columnista de El Mercurio reflexiona sobre el rol de las humanidades en un tiempo donde el conocimiento técnico domina el discurso y donde la inteligencia artificial desafía la propia idea de pensamiento. “Un mundo puramente técnico nos despojaría de lo que nos es más propio”, advierte.
-¿Cómo ve hoy el lugar que ocupan las humanidades frente a los avances de la técnica?
-Las humanidades hoy aparecen disminuidas frente a los prodigios de la técnica, que es capaz, incluso, de aparentar la inteligencia humana. Pero la técnica es el manejo de la facticidad, de lo que es, de aquello que está puesto ante nosotros. Sin embargo, la cultura humana no descansa en lo inmediato, sino que aspira a trascenderlo, a ir más allá.
El lenguaje tiene la función de abrirnos el mundo y hacer más rica la experiencia. Como saben los lingüistas, el lenguaje enriquece tanto la experiencia como el pensamiento. Por eso debemos volver a instalar la experiencia de leer y escribir como parte fundamental de la vida intelectual. El libro sigue siendo, en mi opinión, el artefacto intelectual por excelencia”.
Un edificio tiene un sentido que no equivale a su materialidad: puede ser una universidad o una iglesia; un paisaje es naturaleza transformada por el anhelo humano de orden; incluso el sufrimiento esperamos que tenga un sentido. Un texto no es una suma de letras, sino algo que apunta más allá de sí mismo. En suma, lo más propiamente humano acontece más allá de la facticidad, y de ello se ocupan las humanidades. Un mundo puramente técnico nos despojaría de lo que nos es más propio.
-A lo largo de la historia, las humanidades han sido muy reflexivas respecto de sí mismas. ¿A qué atribuye eso?
-Tal vez a que, como decía Cicerón en el Pro Archia –la defensa que hizo del poeta Arquias, a quien se quería echar fuera de Roma–, las humanidades hacen que brote la humanitas en nosotros, eso que él consideraba “preclaro y único”. Lo que ocurre hoy es que ya no sabemos bien en qué consiste lo humano que las humanidades hacen brotar. Y quizá por eso nuestra época parece más desorientada que nunca.
-¿Qué funciones cumplen las humanidades en la formación de las personas?
-Desde luego, nos permiten tomar distancia de nuestra propia circunstancia, comprender que hay varias formas de desplegar la vida. Es lo que ocurre con la literatura: leer novelas nos permite asomarnos a la vida ajena y comprenderla.
Como consecuencia de ello, nos hacen más abiertos a la pluralidad y más tolerantes. Finalmente, nos vuelven más reflexivos frente al misterio de la existencia, ese que procuran dilucidar el arte, la filosofía o la historia. La educación sin humanidades no es educación, es simple entrenamiento. Por eso los griegos llamaban paideia a lo que hoy llamamos humanidades, y de ahí deriva, por ejemplo, la palabra pedagogía.
-En su opinión, ¿qué es aquello que las humanidades intentan iluminar o revelar?
-La cultura siempre está orientada hacia algo que no vemos, pero que nos orienta. Las humanidades intentan dilucidar eso: el sentido, la verdad, la belleza, la justicia… todos conceptos no empíricos, que ni vemos ni tocamos, pero que, sin embargo, nos orientan. La cultura no es materialidad pura, sino la materialidad iluminada por un sentido.
-¿Cómo se relacionan las humanidades con la inteligencia artificial y el conocimiento tecnológico?
-La inteligencia artificial nos permite acceder a toda la información, pero hay dos límites que sin las humanidades no podríamos superar. Por una parte, las humanidades nos orientan en un mar de información, nos enseñan a navegar en un océano de datos donde podríamos extraviarnos. Por otra parte, la inteligencia artificial no piensa, no tiene intencionalidad; esa proviene de quien la programa o de quien le pregunta.
“Las humanidades nos permiten trascender el breve espacio de nuestra existencia.
Borges imagina que un simio tecleando un computador al azar durante muchos años podría escribir una página del Quijote, pero nadie diría que el simio imaginó esa página. El simio de hoy es –guardando las distancias– la inteligencia artificial.
-¿Qué rol juega el lenguaje en esta mirada sobre lo humano?
-Las habilidades intelectuales dependen, en una medida fundamental, de las habilidades de lectoescritura, o lo que es lo mismo, del lenguaje. El lenguaje nos hace humanos, y solo se adquiere, se ejercita y se amplía gracias a la lectura.
El lenguaje tiene la función de abrirnos el mundo y hacer más rica la experiencia. Como saben los lingüistas, el lenguaje enriquece tanto la experiencia como el pensamiento. Por eso debemos volver a instalar la experiencia de leer y escribir como parte fundamental de la vida intelectual. El libro sigue siendo, en mi opinión, el artefacto intelectual por excelencia.
-Si tuviera que recomendar una obra para redescubrir el valor de las humanidades, ¿cuál elegiría?
-Cervantes, sin duda. El Quijote contiene los temas centrales de la cultura. Cervantes dice que la obra es la traducción de un libro árabe; en la segunda parte incluye a Avellaneda
–quien había escrito una versión apócrifa– como personaje para burlarse de él. El Quijote ve gigantes, y aunque no existan, ¿cómo podemos hablar de algo que no existe?
En Cervantes están los misterios de los que se ocupan las humanidades: el lenguaje, la imaginación, la identidad y el sentido de lo real.
-¿Qué significa enseñar humanidades hoy?
-Significa retomar el sentido más básico del misterio humano: el lenguaje y la memoria. ¿Cómo es posible que las palabras nos consuelen, nos hagan viajar con la imaginación o emocionarnos? ¿Cómo el pasado logra subsistir en nosotros mediante la memoria y podemos asistir a las vidas de las que procedemos?
Recordemos que sin las humanidades no hay educación. Desde sus orígenes –la paideia griega, las letras, la transmisión cultural de generación en generación– es lo que hace que la humanidad exista, que nos sintamos parte del género humano y que podamos leer un texto de seis siglos antes de Cristo, como los atribuidos a Homero, y reconocer en él nuestras propias emociones.
No es poco: las humanidades nos permiten trascender el breve espacio de nuestra existencia.
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