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Regístrate y accede a la revistaDecía Viktor Frankl que “un hombre puede soportar todo, menos la falta de sentido”. En esa línea, más que incorporar tecnologías en el aula, el desafío es formar jóvenes capaces de pensar críticamente, resolver problemas, adaptarse a la complejidad y contribuir con sentido ético a la sociedad.
La innovación educativa se ha convertido en un imperativo contemporáneo. No es un lujo, es una necesidad esencial de la educación para responder a los desafíos de cada tiempo en su propósito de educar personas para el hoy. En palabras de Eric Hoffer: “En tiempos de cambio, quienes estén abiertos al aprendizaje heredarán la tierra, mientras que los que creen saberlo todo estarán hermosamente preparados para un mundo que ya no existe”. Esta cita refleja el desafío que enfrentan las instituciones educativas: formar estudiantes que sepan vivir bien.
En este sentido, Daniel Goleman destaca la relevancia de la inteligencia emocional como factor determinante del desempeño en la vida personal y profesional, mientras que la psicóloga Carol Dweck enfatiza la necesidad de cultivar una “mentalidad de crecimiento” constante que permita transformar los errores en oportunidades de mejora. Aquí surge un interrogante que todo equipo directivo debe hacerse: ¿tenemos docentes formados para educar estudiantes que estén preparados para el mundo que les toca vivir?
En un liceo TP de una comuna del sur de Chile, estudiantes de Electricidad, Química e Informática detectaron que varias sedes comunitarias tenían dificultades para potabilizar agua en eventos barriales. El curso organizó un proyecto ABP llamado “Aguas seguras”: levantaron datos simples (tiras reactivas, observaciones), construyeron filtros de bajo costo, elaboraron un manual de uso y seguridad, diseñaron una campaña de comunicación para familias y realizaron charlas en capillas y juntas vecinales. Al finalizar, se presentaron los resultados a la municipalidad y dejaron instalados tres kits operativos con responsables barriales formados. Lo central no fue “la tecnología del filtro”, sino la experiencia integral: clientes reales (la comunidad), problema auténtico (agua segura), trabajo interdisciplinario, validación con actores externos, virtudes en acción y aprendizaje sobre cómo servir con lo que uno sabe.
La comunicación efectiva se presenta como condición esencial para la innovación. Según Marshall Rosenberg, la “comunicación no violenta” permite transformar las tensiones en oportunidades de entendimiento y cooperación. En la misma línea, Patrick Lencioni advierte que la falta de comunicación constituye una de las principales disfunciones de los equipos humanos.
En el caso “Aguas seguras”, los estudiantes aprendieron a escuchar a la comunidad antes de hablar, a aclarar expectativas con mini-actas de acuerdos y a usar reuniones breves con roles claros. Cuando surgió un desacuerdo entre dos subequipos (por costos vs. seguridad del filtro), practicaron CNV: expusieron necesidades, criterios y evidencias, y cerraron con compromisos verificables. Resultado: un equipo más unido, con lenguaje común y foco en el propósito. Por ello, educar para la innovación supone formar estudiantes capaces de dialogar, escuchar, consensuar y resolver conflictos de manera constructiva, competencias que se vinculan con el perfil de ciudadanía global que tanto promovió el Papa Francisco durante su pontificado.
El primer prototipo de caso mencionado falló en las pruebas comunitarias y una reunión municipal se pospuso. El curso registró errores en una bitácora antifrágil, redefinió criterios (priorizar seguridad/simplicidad), iteró el diseño y salió fortalecido en lo técnico y personal. Así, un liderazgo antifrágil no se limita a sobrevivir a las crisis: las convierte en motor de aprendizaje e innovación. Stephen Covey recuerda que el liderazgo con sentido se fundamenta en principios universales y en la capacidad de “poner primero lo primero”. Educar jóvenes que sepan decidir con prudencia, justicia y responsabilidad asegura que la innovación no quede reducida a lo técnico, sino que se oriente al bien común.
La innovación no puede desligarse de la educación en virtudes humanas, pues son estas las que orientan el conocimiento y la creatividad hacia el servicio y el bien común. Como señala David Isaacs, las virtudes forman la base de toda educación integral y permiten que la persona “se haga dueña de sí misma para entregarse libremente a los demás”. En este contexto, destacan cinco virtudes claves para forjar en y desde el aula:
1. Prudencia: para discernir y elegir la mejor opción en cada situación, tomar decisiones sabias, ponderadas y responsables. La prudencia enseña a los jóvenes a pensar antes de actuar y a integrar reflexión con acción.
2. Fortaleza: para perseverar en el esfuerzo, superar obstáculos y no desanimarse frente a la adversidad. Es esencial para sostener proyectos innovadores y convertir los fracasos en aprendizajes.
3. Justicia: para reconocer la dignidad de toda persona. Es motor de equidad social y herramienta para disminuir brechas.
4. Templanza: para no dejarse arrastrar por modas, consumismo o excesos tecnológicos, sino usar los recursos con moderación, responsabilidad y sentido.
5. Esperanza: para generar
un horizonte de confianza y sentido, sostener la motivación –incluso cuando los resultados no son inmediatos– y proyectar la innovación hacia un bien trascendente.
En “Aguas seguras”, la prudencia guio la elección del filtro más seguro, la fortaleza sostuvo el trabajo bajo dificultad y tiempo acotados, la justicia priorizó a las sedes con mayor necesidad, la templanza ordenó el uso de recursos y la esperanza mantuvo vivo el propósito de servir. Educar en virtudes implica unir la innovación con una mirada trascendente y de trabajo bien hecho. En palabras de Viktor Frankl: “Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo la última de las libertades humanas: elegir la actitud personal ante las circunstancias”. Esta libertad interior es el núcleo de toda innovación educativa.
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Luis Tesolat, Director del colegio Familia de Dios, de la ciudad de Rosario, Santa Fe, en Argentina, y coach ontológico.
BIBLIOGRAFÍA
1. Stephen R. Covey. Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva.
2. Carol S. Dweck. Mindset: la actitud del éxito.
3. Viktor E. Frankl. El hombre en busca de sentido.
4. Daniel Goleman. Inteligencia emocional.
5. Eric Hoffer. Reflexiones sobre la condición humana.
6. David Isaacs. La educación de las virtudes humanas y su evaluación.
7. Patrick Lencioni. Las cinco disfunciones de un equipo.
8. Marshall B. Rosenberg. Comunicación no violenta: un lenguaje de vida.
9. Nassim Nicholas Taleb. Antifrágil: las cosas que se benefician del desorden.
10. UNESCO. Reimaginar juntos nuestros futuros: Un nuevo contrato social para la educación.
11. OCDE. El futuro de la educación y de las competencias 2030.
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