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Formar ciudadanos para el mañana

Llegó marzo y, con ello, el estreno del ramo de Educación Ciudadana para alumnos de tercero y cuarto medio. Su arribo al currículo nacional obligatorio es todo un desafío, particularmente porque estamos a casi un mes de que se lleve a cabo el plebiscito, que es una vía institucional para resolver la crisis y estallido social al cual nos enfrentamos el pasado 18 de octubre. Por ello, les preguntamos a nuestros lectores y a un grupo de expertos sobre sus expectativas y lo que se espera para formar cívicamente a los ciudadanos del futuro.

Por: Paula Elizalde y Marcela Muñoz
Formar ciudadanos para el mañana

¿Están preparados los docentes para enseñar formación ciudadana a sus alumnos? ¿Debiese ser una asignatura solo para tercero y cuarto medio? ¿Qué sucederá con la asignatura de Historia?

375 lectores de Revista Educar se animaron a respondernos; de ellos, solo un 3% dice que está de acuerdo con el hecho de que la asignatura sea solo para tercero y cuarto medio. Por el contrario, cerca del 50 por ciento, cree que formar ciudadanos es algo que debiese hacerse desde la etapa preescolar.

Cuando les preguntamos si se sienten preparados para abordar este nuevo desafío, cerca del 60 por ciento señaló necesitar apoyo en ese sentido, frente a un 40 por ciento que dijo estar capacitado para enseñar esta asignatura a sus alumnos.

¿Qué opinan los expertos sobre este nuevo desafío curricular? Reunimos a un grupo de investigadores y conocedores del tema y les preguntamos: ¿por qué una nueva asignatura?, ¿qué ocurrió con la anterior? Estas fueron sus respuestas.

Para Cristóbal Madero, profesor asistente del Departamento de Política Educativa y Desarrollo Escolar, Universidad Alberto Hurtado, doctorado en Educación y máster en Políticas y Organizaciones Educacionales por la Universidad de California Berkeley, la formación ciudadana “es absolutamente esencial desde el punto de vista de la persona y desde el de la sociedad, que niños y jóvenes se formen, se eduquen en cómo ser ciudadanas y ciudadanos. Está más que claro que las instituciones que tradicionalmente socializaban, es decir, que incorporaban a los individuos en la sociedad, han dejado de cumplir ese rol en un sentido tradicional del término. La escuela, como una de esas instituciones, no asegura por el simple hecho de estar reconocida por el Estado, que va a ser capaz de que los estudiantes aprendan a vivir en la ciudad: a ser ciudadanas y ciudadanos. Es por eso imprescindible que la escuela, de manera intencionada, pueda formar en ciudadanía”.

En su opinión, “la crisis social en Chile de los últimos meses nos debiera hacer reflexionar en cómo las instituciones, muchas veces también la escuela, forman para habitar el mercado, y no la ciudad. El énfasis en el consumidor, más que en el ciudadano, ya no es presentable en la nueva sociedad chilena. La escuela debe formar ciudadanos y ciudadanas capaces de, reflexivamente, habitar la ciudad, y moverse también en el mercado, y en todas las esferas de la vida. Ciudadanos y ciudadanas que dialoguen y colaboren, y no solo consumidores que compiten”.

Asimismo, para el destacado psiquiatra chileno Sergio Canals, la “educación cívica es esencial para nuestro desarrollo como personas y ciudadanos porque formamos, dice, parte de la ciudad. Allí aprendemos a compartir valores –civitas = ciudad– en los ámbitos social, cultural, político, económico y religioso, y del medio ambiente. Allí compartimos valores y formamos una ética básica común que nos contribuye a convivir en comunidad de forma democrática y en paz”.

Cuenta Sergio Canals que esta ética de personas, de hombres y mujeres libres, “nos hablará de derechos y deberes compartidos nuestros y de los otros, en un pacto social de convivencia que se dirige hacia el bien común, a la luz de la dignidad absoluta igualitaria de cada persona en sus diferencias, y de las formas y acciones que adoptan la Constitución, el Estado y el gobierno que elegimos para resguardarlos”.

La formación ciudadana, explica el psiquiatra, es básica para permitir la humanización de las personas, familias, la comunidad y el medio ambiente, y siempre contemplará una visión del ser humano, la persona, la familia y su humanidad.

Hasta el año 1997, nos revela Natalia Infante, Educadora Diferencial, Mención en Trastornos del Aprendizaje, Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación “el enfoque de la educación cívica buscaba enseñar contenidos, principalmente sobre institucionalidad política, para que los alumnos entendieran cómo funciona el Estado; era una enseñanza muy centrada en los deberes y derechos de los ciudadanos.

 

Entonces, ¿qué se busca ahora con el cambio en Educación Ciudadana?

“Efectivamente, en un comienzo se vio la necesidad de que los estudiantes conocieran cómo funciona el Estado, y la ciudadanía dentro de la estructura y servicio del Estado en su rol de cuidar y hacer cumplir el orden y las garantías para los ciudadanos a través de los organismos y sistemas más preponderantes. Sin embargo, con el nuevo enfoque en los contenidos se ha querido involucrar a los estudiantes a mirar que son parte del civismo, con sus deberes y derechos, sus valores y ética, porque de todos depende poder vivir en comunidad bajo ciertas normas, como el respeto entre las personas, el cuidado por los espacios comunes, la limpieza, el orden ciudadano, el cumplimiento de las leyes, entre otros aspectos”, indica Natalia.

De hecho, la nueva propuesta busca que los estudiantes se socialicen con los temas cívicos respecto de valores sociales como la participación, la colaboración y la cooperación entre otros. “Creo que es aquí donde se juegan distintos matices que no siempre dependen de los contenidos descritos, sino, más bien, de lo que los estudiantes perciben de los adultos. Si lo vemos desde este prisma, nos podemos preguntar los profesores: ¿cómo aprehenden este tema los estudiantes?, ¿cuánta coherencia ven entre lo que se enseña y lo que viven en el trato, en el diálogo, en el apoyo que se les da? Creo que en estos puntos necesitamos trabajarnos más nosotros mismos para que ellos no solo puedan comprender un contenido, sino que lo puedan vivir en comunidad con los adultos que los rodean”, dice Natalia Infante.

 

Pero, ¿qué sucedió?

Cuenta Cristóbal Madero que le tocó formar parte de la generación que despidió el ramo de educación cívica a fines de los años noventa y recuerda que en ese curso se aprendía sobre teoría del Estado, por qué era importante el balance del poder, y por qué una democracia había que cuidarla. “Recuerdo que también aprendí sobre economía, sobre qué era el crecimiento, por qué la economía tiene ciclos, y qué significaba el IPC. Señalo esto porque, si bien había un espacio para un tipo de formación ciudadana, los contenidos los recibí con extremada formalidad. No era un ramo atractivo, aun cuando los contenidos fueran, pienso hoy, imprescindibles”.

Para Sergio Canals, la educación cívica de antaño casi no existía. “No cabe duda de que era muy insuficiente o no existía (fue
suprimida del currículum). Quedó al descubierto en la crisis actual, que –creo– es de origen ético, especialmente en la incapacidad para considerar al otro como a un igual en sus diferencias, junto a la incapacidad para asumir nuestra responsabilidad para con nuestro prójimo, especialmente con los pobres, marginados, excluidos y los más débiles. Es decir, por practicar un ‘humanismo de la indiferencia’ con el otro”.

En palabras de Claudio Alvarado, director ejecutivo del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), abogado y magíster en Derecho Constitucional de la Pontificia Universidad Católica de Chile, profesor de Derecho Público de las universidades Católica y de los Andes y columnista del
diario La Segunda y panelista de Radio Pauta, lo que ha sucedido representa
“problemas muy complejos y difíciles de abordar en pocas palabras, pero mi impresión es que nuestro déficit de educación cívica ha sido consecuencia de una dificultad más profunda y extendida. Me refiero al olvido o menosprecio de aquellas condiciones que el buen funcionamiento del régimen democrático supone. Entre ellas, la más elemental es tener ciudadanos comprometidos con el destino de su país. Y para tenerlos es indispensable fortalecer las comunidades donde se forman las personas, partiendo por la familia, y también favorecer una cultura política sólida, lo que supone priorizar las humanidades y las ciencias sociales. Por desgracia, en Chile nada de esto ha sido prioridad durante las últimas décadas”.

A todo lo anterior se suma el hecho de que, a partir de este año, en marzo, la educación ciudadana se incluye como asignatura, y “de algún modo es un revival de la educación cívica, pero en un nuevo contexto. Es muy necesario tener a la vista cómo los temas, para estudiantes de tercero y cuarto medio, conectan con lo que ellos viven en su ser ciudadanos y ciudadanas. Si bien esto aún ocurre a los 18 años, cuando la mayoría egresa del colegio, es importante que cada tema tenga que ver con cómo su vida causa o es efecto de situaciones que suceden en la sociedad. Si los estudiantes no se sienten conectados con las temáticas de la asignatura, será un espacio perdido. Ese no es un lujo que hoy el país se pueda dar”, explica el profesor Madero.

 

El nuevo enfoque

Por ello, señala el académico de la UAH, “para el año que comienza es imposible no subrayar la crisis social en Chile, el plebiscito sobre una nueva Constitución, o temas como la desobediencia civil, como abordar distintos tipos de violencia en la sociedad, y el respeto de los derechos humanos. Es importante que las nuevas generaciones de ciudadanos, a quienes les tocó vivir los últimos meses de 2019 como estudiantes, interrumpiendo y adelantando en muchos casos el cierre del año escolar, puedan tener un espacio dentro del currículum para no ir directo a contenidos preestablecidos, sino a un plan que acoja lo sucedido desde octubre de 2019. Para ello, no solo la asignatura, sino el plan de formación ciudadana del colegio debieran adecuarse a la realidad última”.

El ramo debiese incluir, advierte el psiquiatra Canals, el valor de la vida, la justicia y la libertad dirigidas al bien, el de la hermandad y la fraternidad, el de la igualdad en la diferencia, con el respeto por la dignidad del otro junto con la tolerancia, la solidaridad y el valor de la paz por sobre el de la violencia, y la responsabilidad ética por el otro más débil y necesitado, y el respeto y preservación del medio ambiente y de la ciudad. Esos valores se educan desde la infancia, en primer lugar en la familia y luego en la comunidad escolar, en la vida cotidiana, en un entorno sociocultural e histórico.

A lo anterior, agrega Claudio Alvarado, se suman algunos conceptos básicos ineludibles, que debieran ser el punto de partida. “Por ejemplo, autoridad, bien común o justicia. Además, sería positivo dar a conocer, aunque fuera muy someramente, los principales tipos de comunidad política que han existido a lo largo de la historia: la polis, el imperio y los estados nacionales. Y, en fin, sería óptimo introducir a los alumnos en los elementos básicos de la política contemporánea, como democracia, derechos humanos, Estado de Derecho, separación de poderes y Constitución”.

“Lo sucedido actualmente se debe conversar estimulando el espíritu crítico reflexivo a la luz de lo ético-valórico; es decir, que sobre la base de lo que han visto y escuchado, puedan construir un relato acerca de lo que es bueno y malo en sus diferentes ámbitos”, sugiere Sergio Canals.
Para Natalia, en tanto, no hay manera de traspasar lo que es ser un ciudadano
responsable, informado, que puede discernir frente a los acontecimientos, los medios de comunicación, si no lo vivimos a conciencia, si no lo hacemos junto a los estudiantes. “Los estudiantes pueden ver sus celulares, a sus compañeros, pero sin que nos demos ni cuenta, todo el tiempo nos están mirando a nosotros, que diariamente convivimos con ellos; ven y experimentan qué calidad de ciudadanos somos nosotros. A veces me pregunto si alcanzamos a dimensionar lo que esto significa. Creo que el enfoque que necesitamos es ese, primero vivirlo nosotros y, junto con eso, acompañar a los estudiantes a discernir sobre sus pensamientos, creencias, valores y conductas”.

El rol de los docentes

Para Natalia Infante, el rol de los profesores ahora para abordar el conflicto social, “será un tema crucial y dependerá siempre de cómo cada establecimiento se relaciona con estos temas en su propia comunidad educativa. Pero, en términos generales, necesitamos escuchar con apertura lo que quieren expresar, generando previamente un ambiente de mucha confianza, libertad y respeto. Si no existen apertura, libertad y respeto entre profesores y estudiantes, puede ser complejo”.

Porque sucede, cuenta Claudio Alvarado, que los profesores cumplen un papel fundamental, en general y en estos temas en específico. “Después de todo, se trata de asuntos que forman parte de nuestro lenguaje cotidiano, pero que, al mismo tiempo, suponen una fundamentación filosófica, una trayectoria histórica y un vínculo con los debates actuales. Todo ello implica un desafío muy significativo a la hora de enseñar educación cívica, pues se debe equilibrar el necesario rigor con la aconsejable facilidad de comprensión. Eso no es para nada sencillo”.

Y para eso, explica Natalia, escuchar hasta el final es clave. “Esto no necesariamente significa que estemos de acuerdo con lo que se dice. Es importante porque nos sirve para saber cómo y qué piensan los alumnos. Esto, como dije, es clave para poder realizar un segundo paso que consiste en ayudarlos a discernir a través de preguntas abiertas, directas y movilizadoras, que apunten a qué consecuencias tiene la forma en cómo están enfrentando los temas, cómo esto construye sociedad o la destruye, une o desune a la ciudadanía. Se puede enseñar la importancia de cumplir las normas y leyes que nos regulan a todos y las consecuencias como futuros adultos que tiene el no cumplirlas. Se hace necesario conversar sobre cómo opera la coherencia personal para ser participantes activos y protagonistas de una convivencia que asegure la paz, la solidaridad, el respeto basado en normas que nos cuidan y favorecen la convivencia. Todo puede ser motivo para que ellos puedan abrir su capacidad de comprensión, desarrollar la empatía con los que han sufrido en la vida, pero también con los que han sufrido los daños de la irracionalidad”.

“Los profesores necesitamos ser mejores ciudadanos para modelar ciudadanía y para eso necesitamos mirarnos, reflexionar en conjunto, colaborarnos unos con otros, trabajar en conjunto y profundizar en el hacer cotidiano lo que es ser un buen ciudadano. Es una tarea impostergable, necesitamos nosotros mismos ser mejores personas todos los días y estar despiertos frente a estudiantes que están formándose a nuestro lado”, dice Natalia Infante.

No cabe duda de que ahora más que nunca el rol de los docentes es crucial. “Sin ellos nada ocurre en una escuela. Menos todavía algo tan sensible como la educación en ciudadanía. Se necesita que el cuerpo de docentes y el equipo directivo en conjunto, puedan discutir el plan de formación, y particularmente la nueva asignatura. Por lo clave de los temas que debiese incluir y considerando el estado social y político del país, tal asignatura tendría que ser un tema colegio, y no solo un tema asignatura”, según Madero.

Educar, sin adoctrinar

Revela Claudio Alvarado que la educación siempre supone, explícita o tácitamente, la transmisión de una determinada visión de mundo, especialmente en materias prácticas como la formación ciudadana. “Por lo mismo, antes que una supuesta neutralidad, que nunca existe realmente, puede ser mejor una parcialidad manifiesta; es decir, explicitar la perspectiva desde la cual se abordan estos temas. Aquí los colegios con idearios culturales o religiosos robustos cuentan con una ventaja, porque explicitan su misión, a la vez que experimentan un desafío mayor: tener profesores comprometidos con dicho ideario”.

En cualquier caso, advierte el profesor de la PUC, es indudable que hay grandes tradiciones de pensamiento político, y en ese sentido puede ser bueno aludir a los grandes autores, a aquellos pensadores y textos indispensables para comprender la vida política contemporánea. “Esto no evitará adoptar ciertas premisas o enfoques como punto de partida, pero sí permite acercar a todos los alumnos a los contenidos fundamentales”.

Por su parte, Cristóbal Madero piensa que formar ciudadanos, exige una opción
curricular en el sentido amplio: el proyecto educativo, la cultura, una asignatura en particular, y todas las asignaturas, la escuela toda, deben ser capaces de crear nuevos ciudadanos. “Chile está en pasos hacia crear una ‘ciudad nueva’ y la comunidad del colegio debe ayudar a crear ciudadanas y ciudadanos nuevos para tal ciudad”.

En esta cultura, para Sergio Canals resulta muy valioso realzar el valor de la paz, del rechazo de la violencia en todas sus dimensiones y de los derechos humanos, junto a la relación solidaria empática y bondadosa con el otro. “Además de generar actividades donde se relacionen con otras personas de diferentes realidades y lograr compartir y ayudarlas si es necesario. Finalmente, es la ética de la acogida en la diferencia y mi responsabilidad sobre el otro en su debilidad y la búsqueda del bien común en comunidad y por tanto, el fundamento a enseñar y practicar en el hacer y el diálogo”.

   

Cristóbal Madero, Profesor Universidad Alberto: “Es absolutamente esencial desde el punto de vista de la persona y desde el de la sociedad, que niños y jóvenes se formen, se eduquen en cómo ser ciudadanas y ciudadanos. Está más que claro que las instituciones que tradicionalmente socializaban; es decir, que incorporaban a los individuos en la sociedad, han dejado de cumplir ese rol en un sentido tradicional del término”.

 

Sergio Canals, Psiquiatra Universidad de Chile: “(Esta ética de personas, de hombres y mujeres libres) nos hablará de derechos y deberes compartidos, nuestros y de los otros, en un pacto que se dirige hacia el bien común, a la luz de la dignidad absoluta igualitaria de cada persona en sus diferencias, y de las formas y acciones que adoptan la Constitución, el Estado y el gobierno que elegimos para resguardarlos”.

 

Natalia Infante, Educadora Diferencial, Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación: “Los estudiantes pueden ver sus celulares, a sus compañeros, pero sin que nos demos ni cuenta, todo el tiempo nos están mirando a nosotros que diariamente convivimos con ellos; ven y experimentan qué calidad de ciudadanos somos nosotros. Creo que el enfoque que necesitamos es ese, primero vivirlo nosotros y, junto con eso, acompañar a los estudiantes a discernir sobre sus pensamientos, creencias, valores y conductas”.

Claudio Alvarado, Director ejecutivo del Instituto de Estudios de la Sociedad: “(Lo que ha sucedido representa) problemas muy complejos y difíciles de abordar en pocas palabras, pero mi impresión es que nuestro déficit de educación cívica ha sido consecuencia de una dificultad más profunda y extendida. Me refiero al olvido o menosprecio de aquellas condiciones que el buen funcionamiento del régimen democrático supone. Entre ellas, la más elemental es tener ciudadanos comprometidos con el destino de su país”. 

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