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Regístrate y accede a la revistaEn los últimos años, el debate sobre la convivencia escolar se ha ampliado más allá de los programas y protocolos. Cada vez son más las comunidades educativas que entienden que la infraestructura escolar no es un simple marco físico donde ocurren los procesos educativos, sino un recurso pedagógico en sí mismo.
La forma en que se diseñan los espacios y la lógica que se aplica después de su uso, pueden influir de manera decisiva en la forma en que los estudiantes se relacionan, resuelven sus conflictos y construyen una convivencia sana.
Así lo han experimentado en el Liceo Bicentenario People Help People de Pilmaiquén, la Escuela Bicentenario de Excelencia Agrícola Superior de Molina y los colegios de la Fundación Astoreca. Estos tres ejemplos de comunidades educativas demuestran cómo el diseño de patios, salas, pasillos y espacios de encuentro se ha convertido en una herramienta concreta para prevenir la violencia, promover el respeto y facilitar el aprendizaje.
Francisco Manqui, director del Liceo Bicentenario People Help People de Pilmaiquén, que pertenece a RED Irarrázaval y es parte de SNA Educa, es tajante al señalar que la infraestructura influye directamente en la calidad de la convivencia escolar. “El diseño de los espacios físicos juega un papel clave en la convivencia”, asegura. Según su experiencia, un entorno físico bien pensado puede facilitar la interacción respetuosa entre los estudiantes, prevenir conflictos y fomentar la cohesión social en la comunidad educativa.
Francisco Manqui
Director del Liceo Bicentenario People Help People de Pilmaiquén.“Contar con zonas donde los estudiantes puedan liberar energía a través del deporte o actividades lúdicas ayuda a reducir el estrés y la ansiedad”.
En su liceo han optado por intervenir los espacios comunes, instalando lo que denominan “rincones de la buena convivencia”. Se trata de zonas habilitadas con mesones, sillones y mobiliario cómodo donde los estudiantes pueden sentarse a conversar o resolver sus diferencias en un ambiente tranquilo. Estos espacios surgen como una respuesta a la necesidad de contar con lugares intermedios, que no sean ni las salas de clases ni las canchas deportivas, donde los estudiantes puedan interactuar de manera serena y respetuosa.
Además, el establecimiento de Pilmaiquén ha fortalecido sus áreas deportivas y recreativas, reconociendo que el deporte y la actividad física son canales fundamentales para la liberación de energía y la regulación emocional. “Contar con estas zonas ayuda a reducir el estrés y la ansiedad”, señala Manqui. La lógica es simple: mientras más oportunidades tengan los alumnos para canalizar positivamente sus energías, menos probabilidades habrá de que surjan situaciones de conflicto.
Estas acciones no se limitan al tiempo de recreo. También incluyen espacios adecuados para realizar conversatorios mixtos, en los que participan grupos pequeños de estudiantes acompañados por docentes y asistentes de la educación. “Estos conversatorios permiten generar confianza y reflexionar sobre los temas que afectan a la comunidad escolar”, explica el director. Es en estos espacios donde los estudiantes se conocen mejor y construyen vínculos que luego se traducen en un ambiente escolar más seguro y respetuoso.
Espacios de pertenencia
Claudia Torres, directora de la Escuela Bicentenario de Excelencia Agrícola Superior de Molina, que forma parte de SNA Educa y pertenece a la RED Irarrázaval, también subraya la importancia de los espacios físicos en la construcción de la convivencia escolar. En su colegio, la infraestructura ha sido pensada para favorecer el sentido de pertenencia de los estudiantes, lo que consideran clave para lograr un ambiente respetuoso y seguro.
En ese establecimiento, la implementación del programa de alfabetización emocional ha ido de la mano con la adecuación de zonas donde estas prácticas puedan desarrollarse de manera efectiva. “Buscamos que los espacios sean lugares donde los estudiantes se sientan valorados, seguros y parte activa del colegio al que llegaron”, señala Torres. En este contexto, los patios y áreas de esparcimiento se han transformado en espacios de encuentro donde los alumnos pueden compartir, dialogar y conocerse en un ambiente de tranquilidad.
Un ejemplo concreto es el programa de “amadrinamiento y apadrinamiento”, en el que docentes y asistentes de la educación ofrecen acompañamiento personalizado a estudiantes que requieren mayor contención emocional. Estos encuentros, aunque basados en el vínculo humano, requieren de espacios físicos adecuados para su desarrollo: zonas donde la conversación pueda fluir sin interrupciones ni distracciones, en un ambiente cálido y acogedor.
Claudia Torres afirma que el impacto de estas medidas ha sido evidente. “Un ambiente menos estresante contribuye a una mejor regulación de las emociones y, por lo tanto, a una convivencia más armoniosa”, explica. La infraestructura, entonces, no solo responde a una necesidad funcional, sino que cumple un rol central en el proyecto educativo de la escuela, generando un clima escolar donde los estudiantes se sienten protegidos y respetados.
Claudia Torres
Directora de la Escuela Bicentenario de Excelencia Agrícola Superior de Molina.“Un ambiente menos estresante contribuye a una mejor regulación de las emociones y, por lo tanto, a una convivencia más armoniosa”.
Espacios que reflejan los valores
En los colegios de la Fundación Astoreca, la infraestructura también es vista como un recurso educativo al servicio de la formación del carácter de los estudiantes. Trinidad Montes, cofundadora del Programa Fortalezas del Carácter de la Fundación y creadora de Red Directiva, sostiene que el espacio físico debe reflejar los valores que la comunidad educativa quiere promover.
Una de las estrategias más visibles es el despliegue de carteles, murales y trabajos de los estudiantes en los pasillos, patios y salas. Estos artefactos no solo cumplen una función decorativa, sino que recuerdan permanentemente a la comunidad la importancia de virtudes como la amabilidad, la responsabilidad y el respeto. “Nuestros colegios usan el espacio para transmitir el significado y la importancia de las fortalezas del carácter”, explica Montes.
Además de los elementos visuales, los espacios de uso común son organizados de manera que faciliten la interacción positiva entre los estudiantes. Antes de actividades grupales o trabajos colaborativos, se explicitan las conductas esperadas y se promueven estrategias para el respeto mutuo y la buena comunicación. Estos lineamientos encuentran un correlato en el ambiente físico: espacios ordenados, bien iluminados y diseñados para la comodidad de todos los integrantes de la comunidad educativa, explica Trinidad.
De hecho, la fundadora de Red Directiva agrega que la infraestructura debe ser coherente con el mensaje pedagógico. “Cuando en un colegio se instala una cultura basada en las fortalezas del carácter, resolver los conflictos de forma tranquila y respetuosa se vuelve algo natural”, señala. Y esa cultura se refuerza, en parte, por la forma en que se disponen y utilizan los espacios escolares.
Trinidad Montes
Cofundadora del Programa Fortalezas del Carácter de la Fundación Astoreca y creadora de Red Directiva.“Cuando en un colegio se instala una cultura basada en las fortalezas del carácter, resolver los conflictos de forma tranquila y respetuosa se vuelve algo natural”.
El patio escolar como espacio educativo y de convivencia
El patio escolar ha dejado de ser un lugar marginal o de simple recreación para convertirse en un espacio educativo por derecho propio. Tanto en el Liceo Bicentenario People Help People de Pilmaiquén como en la Escuela Bicentenario de Molina y los colegios de la Fundación Astoreca, se reconoce que es allí donde muchas de las habilidades sociales de los estudiantes se ponen en práctica.
En la Escuela de Molina, Claudia Torres coincide en la necesidad de repensar los espacios de recreo como lugares de aprendizaje socioemocional. La organización de zonas tranquilas para la conversación y la socialización contribuye a que los estudiantes pongan en práctica los contenidos del programa de alfabetización emocional que se desarrolla en el aula.
Trinidad Montes aporta que los patios, además, son escenarios ideales para desplegar campañas de amabilidad y proyectos de convivencia positiva. Estas actividades requieren espacios abiertos que fomenten la participación activa y el compromiso colectivo con una cultura de respeto.
Por tanto, una idea transversal en estas tres experiencias es que la infraestructura escolar debe ser concebida como parte integral del proyecto educativo. No se trata de construir edificios más grandes o costosos, sino de diseñar espacios funcionales, acogedores y coherentes con la cultura escolar que se quiere promover.
Francisco Manqui lo sintetiza diciendo que “la escuela debe ser un modelo de convivencia positiva”, y para ello es necesario que los espacios, desde el aula hasta el patio, reflejen y refuercen ese modelo.
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