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Ha pasado a representar poco más del 40% de la matrícula de educación superior, aunque todavía persisten brechas y se necesita una mayor articulación con el mercado laboral.
En los últimos 20 años, la educación técnico-profesional (TP) ha pasado de ser una alternativa de segunda línea para consolidarse como un pilar esencial en la formación de capital humano clave para el desarrollo social y productivo del país.
Y aunque al comienzo estuvo pensada como una formación terminal que preparaba a los estudiantes para empleos y ocupaciones, su foco está puesto ahora en las trayectorias educativas y laborales.
Hoy, más del 40% de los estudiantes de educación superior opta por carreras técnico-profesionales, lo que ha transformado la forma en que jóvenes y adultos se vinculan con el mundo laboral.
Según un informe de Acción Educar, la matrícula total en la educación superior llegó este año a 1.455.639 estudiantes, un 5% más que en 2024. De ellos, 578.066 cursan programas técnico-profesionales, equivalentes al 41% del total. En concreto, los centros de formación técnica suman 134.012 estudiantes y los institutos profesionales 444.054, ambos con crecimientos anuales del 4,1%.
Para Sergio Morales, rector del CFT San Agustín y presidente de Vertebral, esta tendencia representa un cambio estructural. ‘La educación TP se constituyó como una puerta de entrada para el desarrollo de las familias chilenas. No obstante, desde 2010 en adelante, la cantidad de estudiantes que ingresan a primer año de programas de formación técnica comenzó a ser proporcionalmente más alta que la cantidad de alumnos que optan por carreras universitarias’.
A su juicio, esto refleja el interés por explorar profesiones de corto plazo y especializadas que favorezcan la mejora de las condiciones de crecimiento, empleo, y también la factibilidad de integrarse con mejores herramientas al ámbito laboral. Además, menciona que ha cambiado la mirada aspiracional, lo cual significa que ‘hoy se entiende que estudiar en la educación superior no es sinónimo exclusivo de ir a la universidad’.
Oferta en expansión
Esta tendencia no solo se ha visto reflejada en las cifras de matrícula, sino que también en una oferta académica más diversa, flexible y vinculada al sector productivo. Por ende, las instituciones han incorporado carreras más breves, modalidades online y programas orientados a sectores emergentes, impulsadas por las transformaciones tecnológicas y los cambios en el mercado laboral.
En el caso de Duoc UC, por ejemplo, este crecimiento ha ido de la mano de un proceso profundo de actualización curricular.
‘Hemos renovado nuestras mallas con foco en competencias, más horas prácticas, aprendizaje basado en proyectos reales con empresas e instituciones, alternancia en empresas y carreras más breves y flexibles. Además, crecimos fuertemente en la oferta de carreras 100% online, y también en el área de educación continua, dirigida a personas que trabajan y que requieren de actualización o tienen la necesidad de aprender nuevas capacidades y competencias’, indica Carlos Díaz, rector de Duoc UC.
Una realidad similar se observa en Inacap, donde la matrícula pasó de poco más de 50.000 alumnos en 2007 a casi 120.000 este año, un salto superior al 120%.
Según José Cancino, vicerrector de Desarrollo Institucional e Inteligencia Digital de Inacap, este crecimiento responde a una mayor valoración por la formación técnica y a una relación más estrecha con las empresas.
‘Hemos actualizado toda la oferta académica en los últimos tres años e incorporado nuevos programas de estudio, orientados a áreas emergentes, tecnológicas y de alta demanda, como la ciberseguridad, energías renovables, logística 4.0, ciencia de datos, diseño interactivo y medioambiente. Toda la oferta formativa se revisa de modo permanente en coordinación con el sector productivo y de servicios, lo que permite asegurar que los estudiantes desarrollen las habilidades necesarias y actualizadas con las necesidades del país’, sostiene Cancino.
Desafíos que persisten
A pesar de los avances, los expertos coinciden en que la educación TP aún enfrenta retos por abordar.
Para Carlos Díaz, el primero es la calidad y pertinencia: ‘Para asegurar estándares comparables a los universitarios, se requiere inversión sostenida en docentes, infraestructura, prácticas y actualización tecnológica’.
La reconversión laboral se posiciona como otro desafío urgente, especialmente en un mercado presionado por la digitalización y la automatización.
Cristián Achá, director nacional de Análisis Institucional de AIEP, plantea que ‘se requiere orientación profesional en torno a potenciar el campo de trabajo actual o para el cambio en preferencias profesionales. Todo ello, para maximizar el ecosistema laboral industrial y mejorar las posibilidades de empleabilidad y/o emprendimiento. En esta reconversión, es clave la valoración de lo que el estudiante-trabajador tiene como activo formativo, a través del reconocimiento de aprendizajes previos o aptitudes laborales’.
De cara al mañana
Para los próximos años se proyecta que la formación TP será aún más relevante, especialmente en sectores asociados a la transformación digital, alternativas energéticas, sostenibilidad, disciplinas STEM, salud, logística y servicios.
‘El mercado laboral es cada día más complejo, ya que se requieren habilidades digitales para desarrollar la mayoría de los puestos de trabajo, así como también otras competencias que puedan apoyar el desarrollo de las industrias, como la innovación y la sostenibilidad’, indica Cancino.
Así, la educación TP aparece como una pieza clave para el desafío de la productividad, especialmente para el 50% de la fuerza laboral que cuenta únicamente con educación escolar y que enfrenta escenarios laborales más complejos que hace dos décadas.
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