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Ago 2025 - Edición 295

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Harald Beyer “Abogo por las mayores autonomías posibles para esta profesión (docente)”

Economista, exministro de Educación y exrector de la Universidad Adolfo Ibáñez, Harald Beyer, actual profesor de la Escuela de Gobierno UC, recorre su etapa escolar, su vocación por la economía, por comprender los fenómenos humanos y su motivación por la educación.

Por: Paula Elizalde.
Harald Beyer “Abogo por las mayores autonomías posibles para esta profesión (docente)”

-¿Qué recuerdos tiene de su etapa escolar? ¿Cómo era como estudiante?

-Tengo grandes recuerdos. Es una etapa muy interesante de la vida de un niño y joven, con la posibilidad de adquirir múltiples aprendizajes y habilidades. Creo que era un buen estudiante, aunque aparentemente menos ordenado de lo que habrían deseado mis profesores.

-¿Recuerda a algún profesor o profesora en particular que lo haya influido profundamente?, ¿por qué?

-Mi impresión es que tuve muy buenos profesores durante mi etapa escolar y guardo un gran recuerdo de muchos de ellos. Pero quizás el más significativo fue mi profesor jefe Gero Knapp, en los últimos años de la básica y los primeros de la media. Es una edad compleja y creo que supo manejar muy bien al grupo humano que formaba mi curso. Lo hizo combinando empatía y autoridad de una manera que, creo, era muy útil en esa época y, sobre todo, en los tiempos actuales. 

-¿Por qué decide estudiar Economía?

-Fue un proceso gradual. Mi interés original era la química y pensé seriamente en estudiar Ingeniería Civil en esa especialidad. Terminé decantando por Ingeniería Comercial, porque tenía también un interés por las humanidades. Una vez en esa carrera, la economía terminó por conquistarme por su capacidad para comprender muchos fenómenos humanos y, a partir de esa posibilidad, elevar el bienestar de las personas. 

-Fue ministro de Educación, ¿qué lo motivó a participar de lo público? 

-Mi interés en la educación, después de completar mis estudios de postgrado, fue surgiendo poco a poco. No era mi inclinación original. Quizás mi motivación fue pensar en cómo dotar a las personas de las capacidades necesarias para vivir con mayor autonomía y desarrollar sus propios proyectos de vida. A propósito de las cosas que fui escribiendo en este ámbito, me pidieron colaborar en el desarrollo del programa de gobierno de Sebastián Piñera. Luego, el 2011, que había sido un año muy complejo, fui contactado para asumir en el Ministerio de Educación. Me pareció que, en esas circunstancias, uno no podía negarse y terminé aceptando el ofrecimiento que generosamente me hiciese el presidente Piñera. 

-Como exministro de Educación y exrector de la Universidad Adolfo Ibáñez, en términos generales, ¿cuál es su opinión respecto a los profesores en Chile?

-Durante mi trayectoria profesional me he encontrado con docentes con una enorme vocación, pero también con otros que quizás han perdido interés en la docencia o fueron insuficientemente preparados en sus programas de formación inicial. Creo que durante mucho tiempo –eso ha cambiado ahora–, las facultades de educación, por supuesto con excepciones, no lograron asegurar un buen equilibrio en la formación de profesores y eso ha pasado la cuenta. Al mismo tiempo, los programas de formación continua tampoco han sido grandes apoyos de los desafíos que enfrentan estos profesionales. Además, creo que la autoridad educacional actúa muchas veces con desconfianza hacia los docentes y los ahoga en iniciativas que no responden realmente a los desafíos efectivos que enfrentan en la sala de clases.

"Es indispensable brindarles, como a cualquier otro profesional, más autonomía a directivos y profesores en el desarrollo de su labor y asegurarles que puedan ejercer su autoridad en la sala de clases”.

-¿Cómo encantar a los jóvenes con la labor docente?

-Creo que esta combinación de factores que enumero le ha restado, lamentablemente, estatus a esta profesión tan importante. Y eso lo perciben los jóvenes. Asimismo, a pesar de los esfuerzos que se han hecho, las condiciones laborales de los docentes, respecto de las oportunidades que ofrecen otras disciplinas, han ido quedando rezagadas. Es indispensable, además, que las exigencias de admisión y las condiciones de estudio sean elevadas. Se percibe al respecto una cierta laxitud que desmotiva a jóvenes talentosos. La manera en que se han “burlado” las exigencias de admisión a la carrera de pedagogía, definidas en la Ley 20.903, no ayuda en nada a elevar el prestigio de esta profesión. Por último, es indispensable brindarles, como a cualquier otro profesional, más autonomía a directivos y profesores en el desarrollo de su labor y asegurarles que puedan ejercer su autoridad en la sala de clases.   

-¿Cuál es su mirada sobre la educación técnico-profesional?

-Es fundamental para un grupo relevante de jóvenes que, por distintas razones, no está interesado en la rama científico-humanista. Sin ella, es muy posible que hubiese más deserción escolar o menos vinculación con el sistema escolar. Todos los buenos sistemas educativos del mundo cuentan con ella. En su estado actual, hay que buscar formas más expeditas de articularla con el mundo del trabajo y también con la educación técnica superior. Lamentablemente, como país nos cuesta darle la importancia que merece, pero posiblemente, a propósito de la pérdida de confianza que ha sufrido el sistema universitario en otras latitudes, su importancia crezca en el tiempo.

"La educación técnico-profesional es fundamental para un grupo relevante de jóvenes que, por distintas razones, no está interesado en la rama científico-humanista. Sin ella, es muy posible que hubiese más deserción escolar o menos vinculación con el sistema escolar”.

-Por último, ¿qué consejo les daría a los profesores que trabajan día a día con los estudiantes en un entorno cada vez más cambiante y desafiante?

-Son difíciles los consejos en estas circunstancias, porque cada realidad es distinta. Por eso, abogo por las mayores autonomías posibles para esta profesión. Por cierto, teniendo a la vista objetivos claros, cuyos logros deben ser supervisados y asegurando los apoyos que sean necesarios –decididos por los liderazgos pedagógicos y sus equipos docentes– para poder cumplirlos. 

Pero de esta aproximación se desprenden algunas recomendaciones. Definir objetivos exigentes y precisos para sus comunidades escolares, trabajar en equipo no solo para elaborarlos sino para definir las herramientas más apropiadas para cumplirlos, comprometer a toda la comunidad en su logro, explicar su sentido, no concentrarlos solo en los aprendizajes sino también en la convivencia y la disciplina, revisar permanentemente el grado de cumplimiento y adoptar las correcciones que se requieran cuando hay desviaciones relevantes, proveer de feedback oportuno a estudiantes, familias, docentes y asistentes para mantener a todos a bordo de la estrategia que se haya desarrollado, y establecer los vínculos con otras organizaciones que pueden apoyar este proceso.

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