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Regístrate y accede a la revistaEste año se cumplen 15 años de uno de los momentos más impactantes de la historia reciente de Chile: el rescate de los 33 mineros, en la Mina San José. Mario Sepúlveda, uno de sus protagonistas, habla de cómo este hecho lo impactó para siempre y de sus recuerdos escolares.
En octubre de 2010, más de mil millones de espectadores en el mundo tenían los ojos puestos en Chile: se daba inicio al rescate de 33 mineros que quedaron atrapados bajo la Mina San José, cerca de Copiapó, por 69 días. Uno de sus íconos fue “Supermario”, o Mario Sepúlveda, el operador de maquinaria pesada que se convirtió en el encargado de levantar los ánimos y liderar al grupo a 700 metros bajo tierra.
Originalmente de Retiro, Región del Maule, Mario recuerda su experiencia en la Escuela de Santa Cecilia, luego la Escuela Los Robles, y finalmente en el Liceo B30, Manuel Bulnes. Actualmente vive en Santiago y da charlas motivacionales, entre otros proyectos.
-¿Cuál es el primer recuerdo que tienes de tu época escolar?
-Mis amigos. Compartíamos lo mismo, nuestra pobreza. La nuestra fue una pobreza linda, llena de valores, de sonrisa, de alegría. Esos son los primeros recuerdos de mi colegio, de tantos amigos maravillosos con los que hasta hoy, con 55 años, todavía seguimos en contacto.
-¿Cuál fue tu mayor desafío en esa época?
-Cuando tuve que moverme del campo a la ciudad, sufrí mucho bullying. Sin embargo, siento que le gané gracias a mi personalidad. Yo les explicaba que no todas las personas teníamos las mismas condiciones, pero aun así podíamos ser todos iguales si nosotros queríamos. Siempre salí con esa idea de unir masas.
-¿Algún profesor o profesora que haya dejado una huella?
-Una de las profesoras que me marcó en mi vida, porque se involucró mucho en mi educación, fue la señora María Salazar. Primero fue mi profesora general, y después llegó a ser la directora del colegio. Siempre me animó a seguir adelante porque, en algún momento de la vida, yo me iba a encontrar con algo bueno. Aparte de educarnos, enseñarnos matemáticas, ciencias naturales, historia y geografía, se preocupaba de educarnos para enfrentar la vida. También me inculcó, junto con mis abuelos, el orden, la limpieza, valores básicos que debe tener el ser humano. Hasta el día de hoy, cada vez que voy al sur, paso a saludarla y a agradecerle.
-Si pudieras volver al colegio por un día, ¿qué harías distinto? ¿Y qué harías igual?
-Haría lo mismo que hice hace 45 años atrás, cuando estudiaba en la enseñanza básica. Jugar, pasarlo bien, ser buen compañero y buen amigo. No cambiaría absolutamente nada. Ni siquiera mi pobreza. Si bien es cierto que éramos pobres materialmente, creo que educativamente, con respecto a la formación de hogar, teníamos mucho. Porque estuvimos bien criados.
-¿Cómo viviste esa pobreza?
-Pasamos mucha hambre, porque además éramos una familia numerosa. Pero yo encuentro que fue una pobreza maravillosa. Fui criado por mis abuelos, que eran dos campesinos analfabetos. No sé de qué manera se la jugaban para tener siempre algo para comer. Había una comida al día, no más. O era el desayuno, o era el almuerzo.
Entonces, me acuerdo de que andábamos siempre con un paquetito de sal. Como era campo, veíamos si es que había ciruela verde, manzana, alguna frutita. Una pobreza apañadora, donde nadie se burlaba de nadie, porque todos teníamos las mismas condiciones.
"Los profesores me tenían mucho cariño, porque era como un desordenado especial, un desordenado perdonable, ¿sabes? Era un desordenado inocente que le gustaba hacer reír”.
-¿Tu asignatura favorita?
-Historia y geografía. La manera en que a nosotros nos enseñaban en el colegio era muy completa, cultural. Reunía historia con cultura. Involucraba mucho la cultura general. Hablaba mucho sobre nuestros pueblos, nuestra ascendencia. Eso siempre me llamó la atención.
-¿Te gustaba participar en las actividades del colegio?
-Participaba en todo. Día del bombero, día del carabinero… en todo lo que había. Era desordenado pero, a pesar de las maldades, los profesores me tenían mucho cariño, porque era un desordenado especial, perdonable, ¿sabes? Era un desordenado inocente que le gustaba hacer reír.
-¿Cuándo te diste cuenta de que querías convertir eso que viviste en la Mina San José en una especie de mensaje para otros, para motivar?
-Me di cuenta el 5 de agosto del 2010, a las 4 de la tarde. Comprendí que lo que a mí me estaba pasando se iba a transformar en un mensaje. Y allá abajo me empecé a preparar. Dije: “Yo, de aquí salgo, me capacito y aprendo”. Voy a ser conferencista y a enseñarle a la gente que todo se puede con voluntad. Te lo juro. Hoy voy a cumplir 15 años haciendo conferencias.
"Si pudiera volver al colegio por un día, haría lo mismo que hace 45 años. Jugar, pasarlo bien, ser buen compañero, ser buen amigo. No cambiaría absolutamente nada”.
-¿Podrías describir cómo era la convivencia todos los días que estuvieron allá abajo?
-Mira, creo que no hay ninguna historia que me haya hecho más feliz que esta. ¿Por qué? Porque creo que es una historia divina. Creo mucho en las cosas de Dios. Creo que nuestra convivencia fue muy hermosa. Antes, durante y después. Y las tres fueron interesantes. Antes de que nos encontraran, estábamos muy unidos, mucho trabajo en equipo, disciplina, amor hacia el ser humano, fe, esperanza.
Maravillosa. Nadie pudo haber estado mejor que nosotros. Lo pasábamos bien, nos reíamos, echábamos la talla, cantábamos, hacíamos show, salíamos a correr.
-Si les pudieras dar un mensaje a los profesores, sobre todo después de haber pasado por una experiencia como la que tuviste, ¿qué les dirías?
-Más que consejo, les doy las gracias por educar a nuestros hijos y por tener la paciencia de sobrellevar tantas formas distintas y condiciones humanas tan diversas.
Segundo, que tengan mucha fuerza, que sigan teniendo ese espíritu y esa fuerza para que nos sigan ayudando con la crianza de nuestros hijos. Muchos niños salen con distintos problemas de su casa y tienen la suerte de encontrarse con muy buenos profesores.
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