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Regístrate y accede a la revistaUna diferencia de hasta 20 puntos en el SIMCE. Ese es el impacto que puede tener en los aprendizajes un docente que cree profundamente en las capacidades de sus estudiantes. Así lo revela la evidencia recogida por la Agencia de Calidad de la Educación, que, a través de distintas herramientas —como el SIMCE, las visitas de evaluación y orientación, y el reciente instrumento Enfoque Docente—, ha constatado que la promoción de altas expectativas marca una diferencia real y concreta en el desempeño académico.
El instrumento Enfoque Docente, aplicado entre 2023 y 2024 a más de 4.000 salas de clases en 761 establecimientos del país, permitió observar interacciones pedagógicas que dan cuenta de cómo se enseña y cómo se crea en el aula. Gino Cortez, secretario ejecutivo de la Agencia de Calidad de la Educación, explica que “cuando docentes, directivos y apoderados tienen altas expectativas sobre sus estudiantes, los resultados mejoran significativamente. Lo vemos año tras año: es el factor asociado que más influye en los puntajes SIMCE desde 2012”.
No se trata solo de un dato estadístico. Es una realidad que se vive en las aulas. En los establecimientos donde los docentes creen que sus estudiantes pueden llegar más lejos, esa convicción se traduce en mejores aprendizajes, mayor autoestima académica y un entorno de mayores oportunidades. “Decirle a un niño ‘yo creo en ti’, ‘tú puedes’, no es un detalle menor. Es una declaración que tiene consecuencias profundas”, afirma Cortez.
Creencias que se transforman en acción
La promoción de altas expectativas va más allá del discurso. No basta con afirmar que se cree en los alumnos. Es necesario que esa creencia se exprese de manera auténtica en las interacciones diarias dentro del aula: en las preguntas que se hacen, en los desafíos que se proponen, en el tipo de tareas que se asignan y en la retroalimentación que se entrega. “Puede haber una incoherencia entre lo que digo y lo que hago. No nos sirve que un profesor diga que cree en su alumno, pero lo corrija con dureza o nunca lo desafíe a más”, señala el profesional. Por eso es importante tomar conciencia del “acto de creer” como una decisión pedagógica y emocional. La expectativa positiva tiene que ser visible, concreta y sostenida.
Según los resultados de Enfoque Docente, solo un 12,75% de las interacciones pedagógicas se sitúan en un nivel alto de promoción de expectativas, y un 27,04% en un nivel medio alto. Esto significa que cerca del 60% de las clases observadas no logra fomentar altas expectativas de forma suficiente. “Es un dato que nos tiene que hacer reflexionar. Como país, necesitamos fortalecer este enfoque en todos los niveles”, agrega el secretario ejecutivo.
Equidad y expectativas: una relación directa
El estudio también reveló una diferencia importante según el grupo socioeconómico. En los establecimientos de sectores más vulnerables, las expectativas tienden a ser más bajas que en los de sectores medios o altos. Sin embargo, cuando se detectan altas expectativas en contextos de mayor vulnerabilidad, los resultados también son altos. La relación es directa: creer en los estudiantes hace la diferencia, incluso en condiciones más complejas.
“No es una cuestión de recursos, es una decisión educativa profunda”, dice Cortez. Esta observación es clave, ya que rompe con el paradigma de que los resultados dependen solamente de la inversión o del contexto. En muchos casos, lo que marca el cambio es una comunidad educativa que decide confiar, exigir, acompañar y desafiar a sus estudiantes.
Gino Cortez, secretario ejecutivo de la Agencia de Calidad de la Educación.
"Estamos enfrentando desafíos y eso implica que toda la comunidad educativa —desde el aula hasta el ministerio— tiene que colaborar con un objetivo común: hacer que los estudiantes aprendan más y vivan mejor en la escuela”,
señala Gino Cortez.
El pensamiento crítico y creativo: un desafío urgente
Enfoque Docente no solo observó las expectativas docentes. También evaluó la promoción de habilidades fundamentales para el siglo XXI, como el pensamiento crítico y el pensamiento creativo. Y los resultados no fueron alentadores: el 70% de las salas observadas presenta dificultades para promover el pensamiento crítico y el 60% para fomentar el pensamiento creativo.
Estas habilidades están presentes en el currículum escolar chileno desde el año 2012. Sin embargo, Cortez advierte que, aunque han pasado más de diez años, aún no están plenamente integradas en las prácticas pedagógicas. Una de las razones es que muchas facultades de educación no han adaptado sus programas con la rapidez necesaria, y muchos docentes no han recibido formación suficiente para trabajar estas capacidades en el aula. “Enfrentamos problemas complejos, como el cambio climático, para los cuales no tenemos respuestas previas. Necesitamos estudiantes que puedan pensar de forma crítica y creativa”, señala Gino.
Las preguntas abiertas, los desafíos hipotéticos, las situaciones nuevas que invitan a los alumnos a pensar “fuera de la caja” son formas de fomentar estas capacidades. Desde la Agencia de Calidad de la Educación lo ejemplifican con algo tan simple como leer un cuento con un niño y preguntarle qué otro final podría tener. Ese ejercicio, aparentemente cotidiano, estimula el pensamiento creativo. Y cuando se hace de forma intencionada en la escuela, puede generar un cambio profundo en la forma de aprender.
Un llamado a la acción conjunta
El desafío no es solo para los docentes. También lo es para los equipos directivos, los formadores de profesores, las familias y los responsables de políticas públicas. Las altas expectativas y el desarrollo del pensamiento crítico y creativo requieren de una cultura escolar que los respalde y los sostenga de manera transversal.
Además, en un contexto marcado por el aumento de la violencia, el desgaste docente y los problemas de salud mental, generar ambientes escolares basados en la confianza, el respeto y el desarrollo integral de los estudiantes se vuelve aún más urgente. “Lo vemos cada vez más: la calidad educativa no puede desvincularse del bienestar socioemocional”, concluye Gino Cortez.
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